La costosa batalla de la privacidad en la red

''Que nuestra vida no interesa a nadie es precisamente lo que quiere que pensemos quien se aprovecha de los datos que depositamos en la red''. Son palabras de David Ryan, experto en publicidad y nuevas tecnologías y cofundador de Privit. ''Estamos acostumbrados a tratar el tema con mucha ligereza porque pensamos que nuestra vida privada no tiene interés para nadie, pero nos equivocamos. No se trata de ser paranoico, se trata de tomar precauciones'', añade.

La privacidad en la red es un problema con el que convivimos día a día, no únicamente reflejado en escándalos de espionaje entre grandes potencias mundiales. Cada hora, los datos que alguna vez depositamos en un sitio web dan de comer a la gran masa publicitaria o a los sistemas de información que controlan los gobiernos de turno.

Luchar contra ello es más difícil de lo que parece, si bien desde algunas plataformas traten de ofrecernos soluciones cutres e irrisorias para tratar de ocultar nuestros datos. Que más del 42% de los usuarios de las redes sociales considere ''difíciles de manejar'' algunos de los ajustes de privacidad de según qué plataformas no es casualidad. Ryan lo ilustra con otro ejemplo: ''Recuerdo cuando los virus borraban toda tu información. Deberíamos preguntarnos por qué ahora son silenciosos y se dedican a sacar información de nuestros equipos sin que nos enteremos''.

Privit es un proyecto de dos expertos en desarrollo de aplicaciones digitales, Carlos Chaves y el propio David Ryan, gallego e irlandés, respectivamente, que ofrece a los usuarios un servicio de chat invisible a terceros a través de la codificación. En esta aplicación, semejante a los conocidos Line o WhatsApp, el usuario se vale de dos claves para codificar y descodificar los mensajes que recibe y envía. ''Esta tecnología mezcla la información, con lo que sólo un determinado receptor puede volver a ordenarla para lograr leerla”, explican.

Antes del verano, los desarrolladores de Privit intentaron lograr fondos para su proyecto con una campaña de crowfunding. A pesar de las dificultades y de que no lograron todo el apoyo que esperaban, no se dieron por vencidos. Tras un tiempo en busca de financiación, hace escasos días presentaron los avances que han desarrollado a lo largo de los últimos meses y, según fuentes cercanas, están a punto de presentar una versión beta.

Sin embargo, estos dos jóvenes no son los inventores de la pólvora, sino más bien una especie de Robin Hood de la red. Se afanan en explicar que el sistema de encriptado que utilizan ''fue desarrollado hace tiempo por grandes corporaciones y gobiernos para proteger su información más sensible''. ''No ofrecemos tecnología nueva, sino acceso a la que ya existe. Los terroristas utilizan este sistema desde hace muchos años. Al contrario de lo que nos dicen, somos los ciudadanos los que estamos desprotegidos'', resumen.

''Nos centramos en la privacidad en los mensajes y servicios de chat porque son los más fácilmente hackeables'', añaden Ryan y Chaves. Sin embargo, no quieren “quedarse en sólo una aplicación para móvil, sino que esté muy pronto también disponible otros dispositivos como PCs y tablets’’. Para ellos, que nuestras conversaciones a través de cualquier soporte sean verdaderamente privadas es ''un derecho''.

En opinión del experto en cultura digital y movimientos sociales Javier de Rivera, esta tecnología, ''que Google ya usa en su correo y que Facebook dice que va a implementar también '', es ''bastante antigua'' y ''más costosa'' que otros sistemas alternativos de ocultación de datos, como es el caso de la descentralización. Este sistema, explica, ''exige mayor esfuerzo y coste por parte de los usuarios y la mayor parte de la gente no tiene ni tiempo ni conocimientos'' para utilizarlo. Recuerda, en esta línea, que existen ''sistemas de chat antiguos que se pueden usar de forma anónima -los chat IRC que utilizan, por ejemplo, el colectivo Anonymous o el CryptoCat''- pero cuyo manejo requiere de un aprendizaje a veces un tanto complicado.

LA EXPOSICIÓN DIGITAL COMO AMENAZA
Javier de Rivera es sociólogo por la Complutense de Madrid, miembro del grupo de investigación Cibersomosaguas y del equipo editorial Teknokultura, revista asociada al grupo universitario. Comparte, sin embargo, con los desarrolladores de Privit la idea de que “ni a gobiernos, ni a grandes compañías les interesa que los usuarios sean realmente conscientes de su privacidad’’. En su opinión, ''las comunicaciones electrónicas siempre son susceptibles de registrarse y usarse para lo que sea’’, por lo que aconseja desde una primera línea las “relaciones cara a cara, que tienen un valor que hay que mantener, tanto por la potencial vigilancia a la que estamos expuestos como por higiene emocional y relacional'', explica.

 


El problema de la privacidad en  internet hay que achacarlo, según este experto, no a los usuarios sino a la otra cara de la moneda: la gestión que la compañía hace de nuestros datos. ''Con la filtración de Snowden sobre el programa PRISM se ha demostrado que las compañías pasan información a los gobiernos, por lo es evidente que acceden a nuestros datos. Nada les impide hacerlo y, además, técnicamente no hay forma de controlarlo'', reflexiona.

Si bien desde Privit hablan de un sistema de autolimitación de su papel como gestores, De Rivera sostiene que, en la mayoría de los casos, el cifrado no impide que el guardián de los datos pueda acceder a ellos. A esto añade todavía algo más: ya no simplemente se deben limitar los gestores de la aplicación, sino también los controladores de los servidores de los que ésta haga uso. En su opinión, debería enseñarse a los usuarios determinadas pautas de control en su periplo por la red e incluso algunas funciones básicas de autocifrado, aunque reconoce que estamos muy lejos de alcanzar algo así.

Llegados a este punto, salen a la palestra, inevitablemente, los gobiernos, las guerras frías digitales, la publicidad abusiva y el precio de nuestra identidad.

''La privacidad debe ser un derecho para los ciudadanos en una democracia y un salvavidas para gente en determinados regímenes. El problema es que algunas de esas democracias parecen convertirse en sociedades de control bajo la exusa de las amenazas terroristas y la seguridad'', añaden  los fundadores de Privit. ''Si nos vemos a nosotros mismos como una tarta, podemos entender que unos se llevan el pedazo de nuestros gustos -nuestro dinero- y los otros el pedazo de qué hacemos en nuestra vida privada -nuestra  libertad-''. Y a dicho ejemplo, añaden el hecho de que nuestros datos no solo están en el punto de mira de empresas publicitarias y gobiernos, sino también de ''todo aquel que tiene intención de robarnos en casa o vaciarnos una cuenta bancaria''.

“Casi cualquier cosa que eres, está online. Desde el momento en el que se demuestra que existen programas de espionaje como PRISM controlados por los gobiernos y que se han ocultado al público, entendemos que todo se ha orquestado de la manera que han querido y desde cuando les ha interesado. Es ridículo que ahora nos digan que solo lo hacían un poco y con alguna gente’’, puntualiza Chaves.

Ante este panorama, resume el sociólogo De Rivera, una solución obvia es ''operar con compañías de las cuales nos fiemos'', aunque ello quizá nos cueste un poquito más. Si la tarea ya no parecía fácil, lo cierto es que no parecemos muy dispuestos a pagar por nada que estemos acostumbrados a recibir gratis -recuérdese la controversia que generó el cobro de la actualización de WhastApp, como primero de muchos ejemplos, que obligó a la firma a echarse atrás temporalmente.

INTERNET, ¿GRATIS?
Si bien los desarrolladores de Privit optaron por “seguir con el proyecto’’ tras el revés de su campaña para obtener fondos, este hecho pone de manifiesto, una vez más, una realidad aplastante para el futuro de las telecomunicaciones en nuestro país: seguimos creyendo que el desarrollo tecnológico, en especial el dedicado a la red, es gratuito.

Carlos Chaves ve en este hecho un error, ''y más teniendo en cuenta que España no está premiando ahora mismo el I+D'' y que el desarrollo, por supuesto, no es barato. ''Nosotros no solicitamos subvenciones a la gente'', matiza al respecto de la campaña de crowfundig que llevaron a cabo la pasada primavera, ''queremos que, quien se interese por un producto, ayude a hacerlo realidad''.

El sociólogo Javier de Rivera explica este fenómeno en que ''la entrada en escena de las redes sociales ha sido muy rápida, sin coste alguno, y la gente las abrazó sin entender muy bien cómo funcionaban o qué implicaban, tan solo porque revolucionaban su vida social''.


Este experto defiende que no es ''tan raro que la gente llegue a renunciar a la privacidad con tal de mejorar su socialización'', posibilidad que las redes sociales aumentan exponencialmente. ''Nos hemos acostumbrado a que la cultura digital se base en la abundancia de información y de los servicios gratuitos, lo cual no está necesariamente mal'', explica.

Ante esto, recuerda que ''hay campañas de crowfounding que funcionan muy bien'', aunque reconoce que el público español es ''bastante más reacio que el americano, por ejemplo'' -idea en la que también coinciden los fundadores de Privit. Los medios de pago en nuestro país, añade, que implican usar tarjeta de crédito o una cuenta Paypal, no ayudan a acrecentar la confianza de los usuarios. ''La economía digital está muy centralizada'', explica, y ello es parte del problema.

En opinión de De Rivera, que la gente no sea consciente de los costes del desarrollo tecnológico “no es un problema social, sino del  propio sistema tecnológico y económico”. “La mayoría de las empresas de internet exitosas han contado con inversiones multimillonarias. Eso promueve modelos de negocio centrados en hacer negocio dentro de este mismo campo” y, en este panorama, “un ciudadano medio cada vez más empobrecido no tiene papel. Que él asuma esos costes es difícil de mantener a largo plazo debido a la inercia general’’, concluye.

El contrapunto lo dan, según este sociólogo, “las iniciativas de movimientos sociales, que son más fáciles de mantener por la motivación activista o política de los usuarios y porque ellos son objetivos de espionaje por parte de los gobiernos, como se ha demostrado en varias ocasiones”. Así, recuerda que “Tao.ca fue una de las primeras plataformas para movimientos sociales. Nodo50.org también lleva muchos años ofreciendo servicios informáticos para este tipo de organizaciones. Alguna iniciativa de Anonymous intentó, del mismo modo, lanzar una red social, aunque se quedó en foro’’. Por último, menciona el “N-1, parte del proyecto Lorea –una red social de movimientos sociales-, que tiene su motor en España”. De Rivera apunta a que esta plataforma “tuvo verdadero éxito cuando el 15M y sigue luchando por seguir adelante”.

A través de unas u otras inciativas, lo que es obvio es que el futuro de las cuestiones de privacidad en la red pasa por un drástico cambio de sentido. “Con el tiempo, inevitablemente, comenzarán a surgir actitudes más críticas” con respecto al uso que se le da a los perfiles sociales, apunta De Rivera, aunque por otro lado sigan existiendo las posturas más sumisas, que acepten la vigilancia sin problema.

En el ejercicio de la responsabilidad que cada uno tiene con respecto a su perfil en la red, “cada vez somos más conscientes de los riesgos y somos, poco a poco, más y más cuidadosos, renunciando a esos momentos de micro-fama que nos da bien un comentario en una foto, bien un post, a fin de no seguir alimentando la maquinaria de acumular datos que son las redes sociales”.

En la batalla por la privacidad en internet no vale el ‘'si todo el mundo lo hace es que no pasa nada’'. Después de todo, tal y como resumen los jóvenes desarrolladores de Privit, nuestros datos “posiblemente nunca desaparezcan de la red; ahí reside su gran poder y eso es lo que da verdadero miedo’’.

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