Gustavo Martín Garzo, la densidad de la vida

Gustavo Martín Garzo es uno de los escritores más poderosos y originales de la actualidad. Sus novelas nos redescubren la densidad de la vida. La gente no sabe lo que tiene la vida. Y Martín Garzo se lo recuerda
Audrey Hepburn, junto al ciervo con el que rodó la película 'Green Mansions'
photo_camera Audrey Hepburn, junto al ciervo con el que rodó la película 'Green Mansions'

Con El lenguaje de las fuentes ganó el premio Nacional de Literatura. Rilke señalaba en los ángeles lo bello y lo terrible. Garzo parece que solo se fija en lo terrible. Los ángeles vienen a darle el coñazo a José de Nazaret, hablan continuamente con María, la alejan de su compañía. A pesar de que tenía una relación apasionada con ella. Los dos tienen una fuerte personalidad, parece mentira como una historia mil veces contada se puede llenar de intensidad y de sorpresa. Uno de los ángeles lo persigue, está en su cocina cuando él regresa, parece que quiere su muerte. Y al final lo consigue. Pero lo que consiguen los ángeles es crear un extrañamiento, hacer que cada segundo se llene de relieve, destacar la gracia y lo volátil de la vida. Parece que hacen algo parecido a la muerte.

Con Las historias de Marta y Fernando ganó el premio Nadal. Alguien señaló que hay en él dos vertientes, una castellana y realista, y otra leonesa, gallega, mágica. Pero no hay esa dicotomía. Las historias de Marta y Fernando habla de personajes normales y corrientes que tienen vidas normales, pero está llena de misterio, de ocurrencias inexplicables, de sugerencias incontrolables, de magia de la vida. Los dos personajes tienen personalidades muy destacadas, tienen aliento, tienen verdadero espíritu. Pero destaca sobre todo Marta, con sus sorpresas, con sus inspiraciones, con su carácter mítico. Lo cotidiano se enciende de fascinación, de resplandor. Hay una especie de gracia de los instantes que Garzo no quiere que perdamos. Y sus personajes no pueden clasificarse, y sus actuaciones siempre se escapan de los tópicos y de las ideologías. La literatura es en sus manos un tipo de revelación, una iluminación oscura.

En Donde no estás, como en todas las novelas, destacan las mujeres. Parece como si Garzo quisiera reparar una injusticia histórica, el que las mujeres no tuvieran voz propia en siglos de literatura. Y Garzo sabe escucharlas. Las mujeres son las que tienen más personalidad, y también más misterio, y también más rebeldía profunda. Digamos que son las más trágicas y a la vez las más espirituales. Y sobresale esa mujer sordomuda que por las noches se convierte en un ser acuático y acaba desapareciendo en el agua. Destaca que sea sordomuda, su mundo está más allá del lenguaje, es anterior a él o está por encima. Por tanto no se encierra en sus limitaciones. Y destaca la idea del agua, siempre vibrante, siempre cambiante y fluida, imposible de inmovilizar. La idea conecta con el mito de Melusina y con los de las sirenas. Pero Garzo habla de las focas de no sé donde que salen del mar por amor a un hombre y quieren dedicarle su vida. Pero siempre añoran el mar y nunca pueden olvidar el agua del todo. Ahí sugiere que están llenas de espíritu, el espíritu es siempre movido como el agua. Y la libertad interior. Y el ser en el fondo siempre de otro mundo, que no es este mundo cuadriculado y esquemático y burgués que nos hemos fabricado. Y también la muda está al margen de la moralidad convencional, tiene actuaciones rompedoras a escondidas. Y curiosamente parece un personaje secundario, que atraviesa a escondidas la novela, pero probablemente es el principal.

Por lo demás siempre está lo telúrico y lo espiritual que hemos olvidado. Siempre asoma la densidad de la vida. La guerra civil se debe en el fondo a los desprecios que hicieron los ricos a los negros que venían del Caribe, a las razas sojuzgadas y al mundo humillado. Ellos se sublevaron y no soportaron más la humillación. Y todo el mundo tiene una vida escondida. Y trata de escapar de la vida adocenada y gris, intenta vivir la vida antes de la muerte. Como ese tío del narrador que tiene un ala escondida en la casa y se hace amante de una actriz que representa la fantasía y la bohemia. Y también la moralidad distinta y escondida. Pero siempre están las fuertes personalidades y los seres inclasificables. Como esa terrateniente que se defiende con escopeta pero no soporta la humillación de los seres vivos.

Es curioso como Garzo mitifica y hace poéticos unos espacios que a mí me parecían en principio poco sugestivos, como llena de magia la región donde vive. Pueblos de Valladolid, el Canal de Castilla que acaba llenándose de misterio, siempre hay seres que acaban sumiéndose en él, o hay una mujer que va a vivir su pasión desatada por las noches junto a él. Los lugares cotidianos se llenan de resplandor sagrado, de fuerza literaria. La literatura muestra su poder de profundizar en la vida, de revelarla cuando la hemos olvidado. También lo hacía Rilke, lo que parece más anodino está preñado de misterio. Como las tierras resecas de Palestina, que la literatura cristiana llenó de poesía y de mito. Y siempre las sugerencias del agua, el poder de liberación del agua. Incluso encauzada como en el Canal de Castilla, acaba embelleciendo y ahondando los paisajes que recorre.

Garzo siempre habla de vidas soterradas, secretas, que alguien descubre más tarde. Como en La carta cerrada, donde un hombre va buscando lo que fue de su madre en una carta que dejó. Se había enamorado de un policía y todo parecía apasionante al principio. Pero luego la vida se atoró y se hizo demasiado cotidiana y se llegó a un aburrimiento trágico. Pero siempre había la necesidad de la magia, de vivir anchamente antes de morir, de encontrar el espíritu. Los seres de Garzo no pueden soportar que la vida se reseque, que pierda el espíritu. No pueden soportar el atasco y la inercia. Y en La soñadora hay otra mujer que está enterrada en un cementerio castellano y que le habla al protagonista que ha venido a recuperar su pasado, que se siente inundado por él y que se lanza desde lo cotidiano a la evocación y al mito donde se dispara su vida. Porque la vida, como dice Garzo, en uno de sus títulos, es una 'marea oculta', es un oleaje de plenitud y de nostalgia que siempre nos perdemos. Y nos lo perdemos en gran medida por el culto a la vulgaridad y la medianía en que nos hemos instalado y por nuestra entrega a la tecnología sin alma y por nuestro alejamiento del espíritu. Y por negarnos, encerrados en costumbres y cuadrículas, a vivir todo lo inmenso y elusivo que nos esconde la vida.

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