¿Por qué insistir en ser monógamos?

A pesar de la estructura familiar imperante, el ser humano no está biológicamente preparado para ser monógamo, una opción "contranatura" que ha generado y todavía genera la desgracia a miles de parejas que pretenden ser fieles y no lo logran, explican los pensadores Christopher Ryan y Cacilda Jetha.

Este matrimonio de investigadores -un experto en comportamiento humano y una psiquiatra que ha trabajado en el África rural- es el autor de En el principio era el sexo (Paidós), un estudio sobre los orígenes de la sexualidad moderna nada halagüeño para quienes defienden la búsqueda de la media naranja para toda una vida.

La realidad, a juicio de estos investigadores, que remiten a su libro cuando se les pregunta por su relación personal, es que el ser humano está hecho para practicar mucho sexo y con parejas variadas. Así, cuando la especie vivía en bandas de cazadores recolectores, hombres y mujeres tenían relaciones sin pareja estable y los niños eran cuidados por el grupo.

CUESTIÓN CULTURAL
Sólo cuando aquellos grupos se establecieron y se hicieron agricultores se instauró el concepto de propiedad: "mi casa, mis tierras, mi mujer, mi hombre, mis hijos..., todo con la idea de que esas propiedades quedaran bajo el entorno de una unidad familiar, una herencia", explica Ryan en un castellano más que aceptable.

La monogamia entró así en la psicología humana, en unas culturas antes que en otras, ya que mientras en Mesopotamia era habitual hace 10.000 años, los monjes jesuitas franceses del siglo XVII todavía se sorprendían de que algunas tribus americanas compartieran parejas.

Posteriormente, esa monogamia "económica" se vinculó a ritos religiosos. De hecho, recuerda Ryan, el Antiguo Testamento habla sobre todo de propiedades y de sagas, es un libro casi notarial. "El no desear a la mujer del prójimo se basaba en la propiedad, no tenía nada que ver con la dignidad del matrimonio", afirma.

Con más de 100.000 ejemplares vendidos en EEUU y versiones en 15 idiomas, el libro surgió de la tesis doctoral de Ryan y hace especial hincapié en aspectos biológicos, en la idea de que el ser humano es una de las pocas especies que copula cuando la hembra no puede concebir.

¿SER PROMISCUO ES NEGATIVO?

"A ello hay que añadir las relaciones entre individuos del mismo sexo y en combinaciones y número que los animales no se plantean", indica el investigador sobre la variada actividad sexual humana. Mientras un gorila tiene de media doce actos sexuales por cría, en los hombres la media para concebir un niño es de más de mil cópulas. La pareja cree que a la palabra promiscuidad se le ha dado un tono negativo cuando en ciencia hablar de intelecto promiscuo se traduce por ser curioso.

Cuando Ryan y Jetha se casaron, un amigo dijo que eran una pareja muy diferente: él venía de una vida típicamente de universitario estadounidense, ella era una inocente chica de Mozambique de origen musulmán, que a lo mejor pensaba que "el pene de Christopher" era muy grande. "No creas, he visto más de mil" le contestó Cacilda -para sorpresa de ambos-, antes de recordarles su trabajo de campo midiendo órganos sexuales de varones en ¡África!, dice entre risas. El libro recoge que hombres y mujeres son diferentes en su relación con el sexo. "Se puede decir que el hombre es un glotón, mientras que la mujer es más gourmet", asegura Jetha.

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