¿Qué queda del 15-M tras siete años?

El actual mapa político es una herencia del mayor movimiento social vivido en la España posfranquista, cuyo espíritu pervive hoy en la sociedad

Movemento do 15-M en Lugo. EP
photo_camera Movemento do 15-M en Lugo. EP

El movimiento de indignados del 15-M fue el acontecimiento político más importante en nuestro país desde la Transición, con permiso del reciente desafío soberanista catalán. Su repercusión hoy, cuando se cumplen siete años de aquella acampada de 28 días en la Puerta del Sol de Madrid que dio la vuelta al mundo, es innegable. De hecho, España se gestiona con un mapa político que es herencia directa de aquella revolución y el espíritu rebelde que salió entonces a las calles pervive en la sociedad.

El sello de esa indignación se huele a kilómetros en las históricas marchas feministras del 8-M o del movimiento contra la sentencia de La Manada. Y también en los pensionistas, muchos de los cuales aparcaron su vergüenza para salir por primera vez en su vida a la calle, como habían hecho miles de jóvenes y mayores hace hoy siete años.

Pero más allá de cualquier consideración de tipo social o económico, la verdadera revolución que representó el 15-M se dio en el plano político. Y no tanto por la irrupción de nuevas siglas, nuevas formas de relacionarse con los electores o nuevos modelos de gestión, sino sobre todo porque tras años de crisis y divorcio entre sociedad y políticos, varias generaciones de jóvenes se acercaron de nuevo a una actividad que hasta entonces consideraban —erróneamente— ajena a ellos.

"O máis importante do 15-M foi espertar en moitas conciencias a vida política", resume Luís Villares, portavoz de En Marea. "Os recortes de dereitos e esa sensación de estafa levou á indignación e deu lugar a esa forma de expresarse; para moita xente era a primeira vez na súa vida que protagonizaba un xesto político así", precisa.

Aunque hay muchos analistas que creen que Podemos y sus movimientos afines no son la traslación del 15-M a la política, sino que la formación de Pablo Iglesias tan solo trató de capitalizar y apropiarse del movimiento y su influencia con fines electorales, Villares entiende que En Marea sí es "herdeira" de aquellos días. Aunque con un matiz: Galicia ya tenía cierta experiencia en la materia desde la crisis del Prestige, en 2002. "O 15-M ten expresións previas aquí, porque a sensación de orfandade e abandono do público que houbo co Prestige obrigou a saír á rúa para facer o que outros non ían facer e a capacidade de autoorganización de Nunca Máis é comparable" a la de los indignados, recuerda. Unos mimbres que también vio, aunque a menor escala, en los fuegos de octubre.

Sea o no herencia directa del 15- M, la irrupción de Podemos, igual que la de Ciudadanos, sí derivó de esa pérdida de miedo de la sociedad a exigir más a los representantes públicos. "O 15-M recolleu o espírito de desafección política e descontento social e levou a unha nova fase coa aparición das forzas emerxentes", que sin embargo no consiguieron su objetivo de liderar la política española.

Quien reflexiona así es Gonzalo Caballero, nuevo líder del PSdeG, que cree pese a todo que su formación sí entendió "a sensibilidade" del movimiento de indignación. En ese contexto, combinó la "experiencia e rigor" de un partido de gobierno como el PSOE "cos mecanismos de apertura e participación que se teñen implementado", explicó, en referencia a las primarias y otros pasos que exigía la calle a la política tradicional.

Desde el nacionalismo, sin embargo, siempre miraron el 15-M con recelo. Así, al mismo tiempo que avalan su esencia y filosofía tratan de canalizar esa indignación, o al menos parte de ella, hacia sus propios objetivos; en el caso catalán, la independencia, y en el gallego, la recuperación de la base electoral perdida.

Y donde lo tienen más claro es, sin duda, en el PPdeG, cuya visión del 15-M es diametralmente opuesta. "Xorde polo desencanto cunha esquerda que languidecía con aquel Goberno de Zapatero", explica Miguel Tellado. "Houbo xente que, aproveitando ese malesetar nas bases do PSOE, encontraron a forma de beneficiarse montando un conglomerado de partidos que son Podemos e as mareas". Así que lo que queda hoy del 15-M "é un soldazo para Pablo Iglesias e un gran problema para o PSOE, xa que non compite co PP por ser primeira forza, senón co Podemos por liderar a esquerda".

Y así como todos tienen más o menos claro que a día de hoy sería casi irrepetible un fenómeno similar, no acaban de saber si el 15-M triunfó o fracasó. Su gran victoria es que su esencia sobrevive; y su derrota, que el bipartidismo, puro o disfrazado (Cs), también.

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