Ubaldo Rueda: "Es clave que los alumnos sean protagonistas"

Deja la batuta de unos de los institutos de referencia en Galicia, el IES Rosalía de Castro de Santiago, donde sentaron cátedra personalidades como Hawking o Saramago

Ubaldo Rueda. EP
photo_camera Ubaldo Rueda. EP

EL MONFORTINO Ubaldo Rueda lleva dos semanas jubilado, pero nos recibe en su despacho del instituto Rosalía de Castro de Santiago de Compostela, el lugar en el que ha pasado sus tres últimas décadas y desde donde ha convertido el centro compostelano en referencia del sistema educativo gallego y estatal. Todavía no concibe levantarse y hacer otra cosa. "De momento no me han echado", bromea. Todo lo contrario, los profesores le siguen llamando director cuando se lo cruzan por los pasillos, los mismos por los que desfilaron personalidades de talla mundial durante sus visitas al centro, próximo a la Alameda.

Veo que no le ha dado tiempo a echar de menos su despacho.
(Ríe). Me siguen considerando en parte el director del centro; de hecho acabo de regresar de un viaje a Moscú con un grupo de alumnos.

¿Es una jubilación parcial?
Desde el punto de vista afectivo sí. En cuanto al trabajo me retiro, aunque pueden seguir contando con mis aportaciones para cualquier proyecto si lo creen oportuno.

Son cuatro décadas vinculado al Rosalía, tres de ellas como director. Más de media vida...
Sí, siento esto como mi casa.

El balance es para estar satisfecho, pues deja este centro como uno de los institutos de referencia de Galicia. ¿Cuál fue la receta del éxito?
Siempre intentamos que los alumnos fuesen protagonistas. Como en el premio literario San Clemente, donde ellos mismos ejercen de jurado. Y que tengan claro que desde Santiago se puede hacer lo mismo que en Nueva York, París o Londres. Que nosotros podemos ser los artífices de algo a nivel mundial si tenemos una idea clara y deseo de realizarla.

¿Cómo ha evolucionado el sistema educativo en los últimos 40 años?
Creo que mejoró muchísimo. Ahora hay preocupación por que el centro esté bien cuidado, con muchas plantas... Se transmite que es un lugar vivo y acogedor. Y, sobre todo, hay una apuesta muy fuerte por los idiomas, que es un punto importantísimo.

¿Y salían mejores alumnos antes o ahora?
Ahora salen mejor preparados. Por mucho que digamos a veces los mayores, ahora los estudiantes son más cultos. La evolución más grande que veo es en la tecnología, que lo cambia absolutamente todo, para lo bueno y para lo malo. Antes un alumno hacía una caricatura de un profesor y era eso, una caricatura en un papel. Hoy en día se difunde en las redes, se viraliza y hasta se convierte en algo judicialmente punible. No es que el alumno de ahora sea peor.

¿Entonces, los móviles y las nuevas tecnologías influyen positiva o negativamente en el aprendizaje?
Creo que pocos podríamos vivir sin móvil. Pero hay que limitar su uso en determinadas situaciones, por ejemplo al sentarse en la mesa con más gente. En Francia, Macron dio orden de prohibir los móviles en los institutos. Es adecuado poner limitaciones, aunque tenemos que ser conscientes de que llegará un día en el que el móvil convivirá con los libros. Eso sí, habrá que distinguir entre teléfonos para uso académico y personal.

En estos años han desfilado por el instituto personalidades de talla mundial como Hawking, Samarago o Auster. ¿Con cuál se queda?
Me es imposible elegir. De Stephen Hawking me impresionaron todavía más sus ganas de vivir que su faceta científica. Quería estar presente en todo momento: para comer, para cenar... Aunque le tuviesen que dar una papilla. También me impactaron mucho Paul Auster, Saramago, Suso de Toro, Carmen Martín Gaite, Melania Mazzucco...

¿Alguna anécdota que recuerde?
Una conferencia del que fuera secretario del Partido Comunista Santiago Carrillo. Aún no teníamos salón de actos y tuvo que dar una charla en la capilla. Se sorprendió y bromeó con que era la primera vez que hablaba en un edificio religioso.

No todo han sido rosas en el camino. ¿Cómo afectó en el centro la muerte de la alumna Asunta?
Fue muy duro. Era el mundo al revés y los alumnos no entendían nada. Los padres dan la vida por sus hijos y aquí una niña, según la Justicia, murió a manos de sus propios padres. Además, Asunta era tremendamente apreciada.

En su instituto no todo son libros. Cuenta con numerosas actividades extraescolares y una de las que tiene más tirón es el baloncesto.
Sí. Lo que tengo claro es que el baloncesto es deporte de colegios y el fútbol es deporte de barrios. Aquí intentamos hacer un equipo de fútbol pero es complicado, porque cada uno tira para los de sus zonas.

¿Y usted es de fútbol o baloncesto?
Siempre fui futbolero. De hecho estuve a punto de hacer unas pruebas para el Real Madrid con 16 años. Pero mi padre, con mucha lucidez, se opuso.

Estuvo en París en 1968. ¿Cómo era aquel momento histórico?
Estuve en 1968 pero en septiembre, no en mayo, así que pillé los coletazos. París era el centro del mundo. Recuerdo estar a dos metros de Sartre mientras él vendía periódicos. También estaban Simone de Beauvoir, Foucault... En ese momento creíamos que se podía cambiar el mundo.

Usted es considerado un santiagués de pro, pero pocos saben que nació en A Vide, en Monforte. ¿Ahora que se jubila irá más por allí?
Pues tengo casa allí y voy los fines de semana. Puedo considerarme monfortino de fin de semana (ríe). Tengo que decir que una de las personas que más me ilusionó fue don José Pena Mouriz, que fue cura en A Vide. No teníamos ni agua ni luz y llegó él e hizo un teatro para que representásemos obras. Es uno de mis mentores.

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