Guantánamo: siete años en la ilegalidad

Manifestación de Amnistía Internacional por el cierre de Guantánamo (Foto: EFE)
photo_camera Manifestación de Amnistía Internacional por el cierre de Guantánamo (Foto: EFE)

Este domingo se han cumplido siete años desde que los primeros sospechosos de terrorismo llegaron en un avión militar, encapuchados y maniatados, a la base estadounidense de Guantánamo, un aniversario que podría ser el último.

Volaron desde Afganistán hasta el Caribe, y en la base primero fueron encerrados en una especie de jaulas abiertas y después en celdas de obra construidas a toda prisa.

Algunos eran combatientes de los Talibán, otros agentes de Al Qaeda y muchos otros hombres 'vendidos' o entregados a Estados Unidos por los 'señores de la guerra' de Afganistán, o capturados allí.

El infierno, a un paso del paraíso
El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, ha prometido sacar de Guantánamo a los 250 que quedan, de los casi 800 que han pasado por los calabozos levantados a un tiro de piedra de una playa paradisiaca, pero el problema es qué hacer con ellos.

Deberá decidirlo rápidamente. El 26 de enero, seis días después de su jura como presidente, se inicia el juicio contra el canadiense Omar Kahdr, que fue detenido en Afganistán cuando tenía 15 años. Las reglas especiales del presidio permiten incluso la presentación de confesiones obtenidas bajo tortura.

Ni siquiera los más fervientes opositores a Guantánamo creen que Obama podrá cumplir de forma inmediata su promesa de echar el cerrojo a la prisión. Mendelson opina que tardará un año en encontrar destino para los prisioneros.

Prisioneros de tres 'clases'
Éstos se dividen en tres grupos. Hay detenidos que el Pentágono ha exculpado pero que no puede repatriar a sus países de origen porque corren peligro de ser torturados allí.

Estados Unidos tendrá que convencer a algunos países europeos de que acepten darles cobijo y tendrá que acoger a otros en su propio territorio, pese a las dificultades políticas que eso entraña, según Joanne Mariner, directora de asuntos de terrorismo de la organización de derechos humanos Human Rights Watch.

El segundo grupo lo componen hombres contra los cuales el Pentágono no tiene suficientes pruebas para juzgarlos, pero que considera peligrosos y no quiere ponerlos en libertad.

Por último, están Jalid Sheij Mohamad, el presunto planificador de los atentados del 11-S, y otros presos de su peso, contra los que la evidencia de culpa es clara.

Las organizaciones de derechos humanos quieren que los prisioneros sean juzgados en tribunales ordinarios o que sean liberados.

Obama no ha aclarado aún su posición. Sólo ha hecho una promesa (electoral) que este mismo domingo reconoció que llevaría su tiempo: cerrar Guantánamo.

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