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El tablón de anuncios más grande del mundo

A hora que decaen las vallas publicitarias, un movimiento espontáneo ha puesto una pica en el centro de la ciudad. La propaganda al poder. Y en Benito Corbal. Ojo ahí.

Es en la fachada del antiguo edificio de la Xunta donde se ha constituido un tablón de anuncios gigante, que a veces parece un happening de Belas Artes y a veces el corcho del hall de una facultad del campus.

El contenido, quizás, sea lo de menos. Si lo reprodujéramos aquí, si dijésemos lo de las oposiciones a Policía Nacional y Guardia Civil, si comentásemos los cursos de pilates, si amplificásemos las ofertas para cuidar ancianos o si telegrafiáramos las excursiones a Fátima , todo incluido pero sin pulserita, estaríamos fomentando lo que ya es un hecho: que en la milla de oro está el tablón de anuncios más grande del mundo.

Es en lo que ha derivado esa vieja sede administrativa, ese mamotreto tan feo que seguramente ha ganado un premio de arquitectura y con el que no sabemos muy bien qué hacer. El alcalde Lores lo quiere para un vivero de empresas y advierte de que, si sigue en desuso, llegará un momento en que restaurarlo sea casi más caro que levantar un edificio nuevo. Yo lo que creo es que corremos el riesgo de que ya esté todo perdido, de que el día en que alguien levante esa verja oxidada y entre hacia lo desconocido halle los pasillos también empapelados, con unos carteles fosforitos de un acupunturista ocupando toda la quinta planta.

El presidente Feijóo, tras entrevistarse con Lores en ese encuentro de finales de verano que inició una luna de miel y que aún no se sabe muy bien si va a acabar en divorcio, prometió dar respuesta al Concello antes de final de año. Luego llegó el vicepresidente Rueda, que es de Pontevedra, vive cerca y conoce el percal, y mandó parar (no tan rápido, alcalde). Ahora, de hecho, ya tenemos la sensación de que nos vamos a comer los polvorones sin el cielo despejado en el horizonte.

El tema, al parecer, es que, pese a la cumbre bilateral de San Caetano, Concello y Xunta no se ponen de acuerdo sobre el futuro de la sede. Que si vivero de empresas (pedazo vivero, otro más), que si tú me prometiste (y no era una promesa electoral, sino de las que cuentan), que si tal y que si cual. Y mientras los meses pasan, en ese lento goteo que protagonizan siempre los asuntos políticos y administrativos, el virus del tablón se extiende y se reproduce. De tanto en tanto, un operario salido como de la nada se planta ante la fachada y, espátula en mano, limpia con paciencia hasta las ofertas para compartir piso universitario. Queda casi limpio (otra cosa ya es imposible). El problema es que los anuncios se reproducen a los pocos días. Son las puñeteras caras de Bélmez de Pontevedra.

Y a mí podría darme igual, pero es que ese edificio nos ha costado lo nuestro (y lo vuestro, y lo suyo) y tampoco es plan, ¿no? Algo habría que hacer ahí. Vivero de empresas, edificio nuevo, pabellón de deportes, piscina olímpica, mercadillo de antigüedades o puerto deportivo. No sé, cualquier cosa. Porque me da a mí que el tablón de anuncios este es un lujo que nos sale un poquito caro. Pero tampoco me hagan mucho caso. Igual es solo una impresión.

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