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La Historia del café a un euro

DICEN QUE UNO de los motores que dan energía a los reporteros es la vanidad de la primera página, el deseo de contemplar su nombre ahí, bien grande, en la fachada del kiosco, visible desde la otra acera (es un decir), sin que haya necesidad siquiera de abrir el periódico.

No descubrí el recorte de la página 7 de Diario de Pontevedra en un kiosco, pero a aquello, a visibilidad, no había quien le ganara. Estaba detrás de la barra del bar, bajo las botellas de licor, un poco arrugado ya, aunque sin subrayados, lo cual no era un detalle menor. Un misterio misterioso, en definitiva. ¿Qué hacía esa página ahí? Y lo que es más importante: ¿Qué decía el reportaje? El reportaje decía lo que todos sabemos: que muchos de los bares de Pontevedra que aún mantenían el café a un euro habían subido unos centimillos el precio: la barrera psicológica, la que normalmente implica sacar dos monedas del bolsillo y esperar la vuelta, se había derribado.

Si aquella página estaba allí colgada, solo había dos posibilidades: que ese bar hubiese subido el precio del café y quisiera demostrar que no estaba solo en la galaxia, como quien expone una prueba decisiva ante Perry Mason , o que, por el contrario, no lo hubiera hecho: que reclamase su condición de miembro del club de los últimos mohicanos, que los hay: de los amantes del café a un euro.

Fue lo segundo.

Fernando aún sonríe cuando explica que todo fue una broma, que la gente se sorprendía cuando escuchaba de su boca que el café valía un euro, no más, y que le dio por ahí, para dejarlo claro.

Podría pensarse que su bar es una tasca y que eso implica un precio más ajustado. Falso. El Café Museo da Historia es un lugar super coqueto que hay junto a la plaza de Valentín García Escudero . Se puede echar una Quiniela o una Primitiva, soñar con un pequeño yate, una pequeña casa y un pequeño deportivo mientras se remueve la cucharilla en el pocillo, tomar un churro calentito como acompañamiento, observar un puñado de cuadros que decoran el local con fotos antiguas de la ciudad enmarcadas con el nombre del establecimiento o aprovechar la terraza con vistas a un parque y a los restos históricos que descansan junto al bar.

"Todo se ve distinto cuando tú eres el empresario. Cuando te toca a ti hacerte responsable de los pagos y de todo lo que ocurre", reflexiona a modo apresurado entre café y café. Cada mañana despacha entre 150 y 200. A mí me parecen una barbaridad, pero qué sabré yo, que solo me tomo uno.

Hace cuatro años que dio con sus huesos en este local, llegado desde la Cafetería Magisterio, en Cruz Vermella , y cuesta un mundo que saque pecho. Modesto y con un cierto toque de timidez, prefiere no salir en las fotografías y evita juzgar a la competencia que sí ha subido el precio. "Durante la semana yo saco esto adelante con mi pareja. Los fines de semana y los miércoles por la tarde sí tenemos ayuda, pero el resto del tiempo nos apañamos solos. Si tuviera que pagar empleados a tiempo completo, con sus sueldos y Seguridad Social, como tienen otros locales, las cosas serían muy diferentes y seguramente no podría tener el café a un euro".

Habría que añadir que las cosas no son exactamente así, que todo se consigue a costa de su esfuerzo, porque para no tener empleados necesita multiplicarse y echar mil horas. En su caso no son mil, solo 15 y pico. Diarias. De siete de la mañana a casi once de la noche. ¿Han oído eso de que la hostelería es muy esclava? Pues es cierto.

Durante los años que lleva tras la barra, como empresario o como camarero, ha tenido tiempo de ver cómo cambian los usos, cómo el café se ha impuesto a otras consumiciones más caras, por ejemplo las copas, y cómo el pago de rondas se ha ido dejando en el olvido, para adoptar algo así como el modelo ribadense: "En Ribadeo , cada un paga o seu".

Lo único que sí recalca es que la calidad del café, pese al precio, es muy buena. Y a su espalda leo algo así como Las Candelas , Supra, Selectum. Con palabras en latín, que también podrían ser en inglés, porque esos son los idiomas que utilizan los reyes del marketing cuando quieren darse importancia.

A Fernando no le va eso de presumir, así que no insistan. Pidan su café, páguenlo con una sola moneda, dando un buen golpe en la barra si les apetece, para que se vea que el euro es bueno, y, si consiguen que esté un segundo parado, sin hacer nada, denle un saludo de mi parte.

Ah, por cierto, el café, el Supra, está rico. Mucho. Doy fe.

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