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La nueva política de Paco Guede

Lo que hace Paco Guede por las calles de Pontevedra puede tener relación con lo que ocurre en la moda: que lo viejo vuelve a ser nuevo. Lo habrán visto estos días por la ciudad, con un cartel colgado del cuello como un spot de compraventa de oro, como un anunciante de los años cincuenta. ¿Está loco? No lo creo. 

Paco Guede nació hace 67 años en Lourizán y no se puede negar que es un tipo peculiar. Descubrió que quería ser maestro en Argentina , mientras leía ‘Memorias dun neno labrego’. Ahora, décadas después de haber visto la luz, aún se emociona como un chaval al recordar, igual que si lo tocara, aquel libro sin tapas. A Balbino, un rapaz de aldea, como quen dis, un ninguén. 

Su sueño se cumplió. Fue profe toda su vida. En el cole de Meaño se dejó las cejas como tutor de Sociales y de Gimnasia, que entonces tenían nombres normales para una asignatura. Pero, sobre todo, se tatuó en la memoria del centro por la creación de un jardín para la posteridad, donde trabajó los callos de las manos a diario durante años. 65 árboles, 65 arbustos, 65 plantas. Todos distintos. Un oasis junto a la escuela, dónde mejor. 

De Meaño se fue al cole de Barcelos, en la city, buscando la cercanía con su madre, y desde hace unos seis años, jubilado, ocupa su tiempo libre a base de caminatas a todo trapo, como una locomotora, tratando de batir sus marcas: queriendo bajar de la hora en su andaina desde la avenida de Vigo hasta Combarro, como los ingleses buscaban hacer la milla en menos de cuatro minutos. 

Ahora, en el sprint final de la campaña electoral, mientras apura un cigarrillo en la terraza del Savoy, rememora su sorprendente última semana, esos seis días increíbles que lo han convertido en un hombre anuncio en el siglo XXI. 

Todo empezó en una asamblea del Bloque, aunque seguramente ya había algo larvando en su interior. «Un dos asistentes dixo que non se saía á rúa, que se sempre nos queixabamos de que eramos uns pobriños e de que non nos sacaban nos medios, había que buscar alternativas». 

Paco recogió la idea para sí. Había que inventar cosas. Y esas cosas se materializaron el sábado: agarró un boli rojo y otro azul, unos rotuladores, y confeccionó un cartel apresurado en el que condensaba la propaganda de Nós, la marca electoral del Bloque en estas elecciones. 

Un sobrino experto en diseño le echó una mano y mejoró a ordenador el boceto original. Lo dejó listo para llevar a una copistería y en 20 minutos estaba impreso. Qué prodigio esto de la tecnología. 

Hasta ahí todo había sido fácil. Lo complicado vino después. Porque una cosa es diseñar, ocupar el tiempo, tratar de salvar el mundo, y otra coger el cartel, colgárselo del cuello y salir a la calle a pasar el apuro. «Ó principio morría coa vergonza. Pero non pola xente máis preparada, senón quizais pola que ten menos cultura, que non entende o que estou facendo». 

En el partido tampoco lo acaban de ver con buenos ojos. Pese a eso, nadie le ha prohibido ir con el cartel, que al fin y al cabo reivindica lo que el nacionalismo gallego reclama: pesca, sanidad pública, leche, AVE, pensiones... 

Desde el fin de semana no ha parado. Mucha voluntad y, eso sí, una cierta falta de práctica. Porque el entrenamiento dándole a la zapatilla le hace caminar demasiado rápido y eso no va bien para que la gente lea y se quede con la copla. Paco no lo puede evitar. No sabe andar de otra forma. Así que disimula, busca trucos: se para y mira al horizonte como buscando a alguien y da tiempo a los demás para captar el mensaje. No lo verán en los manuales de economía, pero a eso se le llama técnicas de venta. 

Paco tiene un montón de ideas en la cabeza y le da rabia que esas ideas, tanto suyas como de otros, no se pongan en común, en una especie de ‘brainstorming’. Quiere, por ejemplo, que se olviden las campañas electorales típicas, que se fije un día concreto, pongamos un sábado o un domingo, y esa jornada sea de fiesta, con los partidos poblando la calle de propuestas concretas, cara a cara con los votantes, menos sobres y más patear. 

A pocos días de las elecciones sabe que el escaño para Nós está muy difícil, que las formaciones emergentes han puesto todo cuesta arriba, que esos 16 años de nueva política que Lores proclama no tienen pinta de traducirse en un asiento junto a los leones. Antes la culpa era del bipartidismo y ahora es del fin del bipartidismo. Pero Paco no desiste. Si la vergüenza no ha podido con él, cómo van a poder un puñado de encuestas.

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