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Prescriptor del alma

Ojalá supiéramos cómo vamos a reaccionar cuando la vida nos da un latigazo inesperado y pone, ante nuestros ojos, un reto vital que nos descoloca. Admiro a quienes no pierden la templanza, consiguen mantener la calma y se alinean con la dosis adecuada de frialdad para que, la decisión que se adopte, no solo sea la correcta sino también la que no te haga perder la perspectiva.

Siempre he sido de vaso medio lleno pero, de un tiempo a esta parte, me cuestiono si es la mejor opción o también conviene claudicar, de vez en cuando ante esa otra perspectiva menos positiva con el fin de no perder la referencia de las dos opciones. No sé, son pensamientos que se agolpan y que, tras lo que nos ha tocado vivir en los últimos meses, es inevitable contemplar.

Extraer algo bueno de una situación demoledora es patrimonio de aquellos que tienen una mente muy definida y, posiblemente, una fortaleza de la que son dueños solamente los elegidos. No decaer, mirar al frente y servir de ejemplo a los demás con tu actitud es un plus incuestionable en una recuperación física y emocional.

Me viene esta reflexión a la cabeza después de charlar esta semana con Dani Rovira. La verdad es que, por desgracia, no es de los personajes con los que haya tenido más contacto. Circunstancias profesionales han hecho posible que tuviéramos alguna entrevista, pero no con la asiduidad que, por lo menos a mí, me habría gustado.

Siempre he admirado su ingenio, su manera de ir de frente ante aquello en lo que cree y defiende, su valentía y arrojo, su talento. Es un aliciente tener un interlocutor brillante, porque te obliga a sacar lo mejor de ti para estar mínimamente a su altura. Un buen compañero de conversación profesional te hace mejor periodista, aunque siempre he mantenido que el éxito de una entrevista está sin duda en las respuestas. Por muy brillante que sea una pregunta, pierde todo su valor cuando no consigues atraer una buena respuesta de a quién va dirigida.

Esa percepción de frustración, de la que no nos hemos librado nadie en algún momento a lo largo del desarrollo de nuestro trabajo, es casi imposible sentirla cuando hablas con Dani. Es brillante incluso ante una pregunta banal y el secreto está en que todo lo que dice o hace es "muy verdad". Ejecutar todo de esa forma es lo que permite que la gente te admire y quiera.

Cuando hace unos meses hizo pública su enfermedad, la corriente de cariño popular se desbordó. Creo que, aunque era consciente de su efecto mediático como hombre de la cultura, también se sorprendió de esa reacción en masa. La admiración inicial hacia él se convirtió en cariño. Su naturalidad para contar lo que estaba viviendo y cómo le estaba afectando, sirvió de estímulo y esperanza a quienes, de una u otra forma, pasaban por el mismo calvario. La actitud fue fundamental y la transparencia definitoria. Sin darse cuenta y sin pretenderlo, que es como siempre hace las cosas, Dani se convirtió en un prescriptor del alma. 

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