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Asesinato rentable

Asesinato en el Orient Express. DP
photo_camera Asesinato en el Orient Express. DP

DICEN QUE, cuando ves a alguien leyendo un libro, tienes ante ti argumentos que te dan pistas con las que hacerte a la idea de cómo es quien lo lee. No sé si podría extrapolarse esa metafórica imagen al cine y sacar conclusiones de aquellos que van a una determinada película, pero sí es cierto que los gustos te acercan mucho a las personas. En algunos casos, hasta las definen.

Desde hace más de un año, cuando comencé a realizar las entrevistas ‘Close to’, me estoy dando cuenta de que gracias a esas conversaciones amables, de confidencias entre amigos en algunos casos, estoy conociendo mejor a algunos que creía tener "bastante calados". Las afinidades unen, pero también lo hacen las discrepancias tratadas desde el respeto.

Que el cine ha sido una de mis pasiones desde niña no es algo nuevo. Cuando les pregunto a mis entrevistados por esa primera película que han visto de pequeños, o ésa que se ha quedado en su recuerdo de por vida, instintivamente me lo estoy preguntando a mí misma y se cruzan por mi memoria historias, situaciones y momentos que no se han borrado.

Sus personajes, confinados en un lujoso tren de pasajeros, las tensas escenas y un fresco diálogo, han obsesionado al público desde que se publicó la novela


La ‘complicidad’ entre los libros y el cine se está convirtiendo, desde hace años, en una práctica muy saludable. No siempre ocurre que un buen libro tenga su réplica perfecta en la gran pantalla, pero el hecho de adaptar cinematográficamente una historia es ya un plus para aquellos perezosos de la lectura, que ven en el cine una fuente de conocimientos. Leer un libro es un viaje a otro mundo, en el que la imaginación tiene un papel protagonista. Una película te descubre el misterio que imaginas y, para algunos lectores empedernidos, te rompe la magia. Sea como fuere, combinar ambas actividades es, como poco, muy buena práctica.

Uno de esos libros, que seguramente hemos leído la mayoría en nuestra infancia, es Asesinato en el Orient Express. La habilidad de Agatha Christie para crear el misterio, manipular magistralmente tu imaginación y resolver el caso de la manera que no te esperas ha creado escuela pero, por mucho que lo han intentado, nadie ha conseguido igualar, ya no digo superar, a la ‘maestra’.

El relato se convirtió en un clásico de misterio. Sus ricos personajes, confinados en un lujoso tren de pasajeros, las tensas escenas y un fresco diálogo, han obsesionado al público desde que se publicó la novela en 1934. Cuando vi esta historia, por vez primera en el cine, quise hacer un viaje en ese Orient Express. La nueva versión de uno de los asesinatos más famosos de la historia novelada, es simplemente un deleite estético.

Kenneth Branagh, uno de mis imprescindibles desde hace mucho tiempo por su control y perfección interpretativa en el directo del teatro, dirige e interpreta, rodeado de un selecto reparto, la nueva versión de la historia que la escritora imaginó en la habitación 411 del Pera Palace Hotel en Estambul. 83 años después, lo ocurrido en el Orient Express sigue siendo un asesinato muy rentable. 

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