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Cruzar de acera

UNA DE las cosas, que me ha enseñado el paso de los años, es que nunca es aconsejable reaccionar en caliente ante una situación. Templar los ánimos, dejar reposar los acontecimientos en cuestión, contar hasta diez si has conseguido descubrir el valor de esa templanza y, luego, obrar en consecuencia, como te lo dicte el ánimo, la conciencia o las ganas de verbalizar lo que te ha llevado a un estado de cierta ansiedad y alteración.

La sentencia de días atrás, esa que no hace falta ni mencionar porque está en la mente de todos, esa que condenó a cinco seres desalmados y salvajes tan solo por un delito de abuso sexual a una joven de dieciocho años, desató la ira e indignación de mujeres y hombres, que entienden que lo sucedido fue una agresión a la dignidad de ambos sexos.

Con la perspectiva que da el tiempo y una vez asentados los ánimos, sigo sintiendo y pensando igual que el día que se hizo pública. Escuchar a uno de los jueces anunciar las condenas y justificarlas, fue un latigazo directo a la integridad de las mujeres, a su sexualidad, a nuestra intrínseca condición como tales.

Imagen para el Blog de Amalia Enríquez (05/05/18)Es posible que muchos no entiendan los que pudimos llegar a sentir. Esos que nunca han tenido que cruzarse de acera por miedo, o que no han tenido que acelerar el paso al comprobar que alguien les seguía y tenían que apurar el suyo al mismo tiempo que el de atrás era más ágil, o los que no sienten simplemente la necesidad de poner los seguros del coche por la noche. Experimentar esas sensaciones es paralizante. Ya no digo nada del efecto que podríamos sentir si alguna de esas acciones prosperase.

Cinco energúmenos altos y fuertes se acercan a charlar con una chica. Ya lo habían hecho igual en ocasiones anteriores. Son unos expertos en esas aproximaciones y las consecuencias que acaban teniendo. Animados por el alcohol y con las intenciones ya premeditadas, comparten risas y la joven también algunos besos con uno de ellos. Tal vez no se dio cuenta que acababa de caer en la trampa porque, lo que viene después, sería catalogado como X en la gran pantalla.

La encierran en un portal, en un rincón sin salida. La rodean, desnudan, soban, penetran, se la pasan de unos a otros, graban "su hazaña" con los móviles y comentan su "proeza" por WhatsApp. Ella no puede articular palabra, está noqueada, sometida, acorralada, intimidada, humillada, agredida y violada, aunque no haber dicho NO la convirtió en una disfrutona más de esa situación de "jolgorio", como vergonzosamente calificó la escena el voto particular.

Yo no entiendo de leyes pero tampoco que, amparándose en las sutiles lagunas que puede haber en ellas, se califique de simple abuso lo que, a ojos de todos, es un acto de intimidación, fuerza, agresión y superioridad de unos chulos de playa, primitivos y básicos, a los que hasta los animales más feroces y crueles les darían lecciones de respeto al ser humano. Solo espero que alguien ponga límite a este desatino y que nunca tengamos que volver a cruzar de acera por temor.

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