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El agua y el aceite

Con Mario y Alaska. DP
photo_camera Con Mario y Alaska. DP

La verdad es que el mundo de las relaciones es una constante lotería. Los sentimientos es algo que nunca acabaremos de manejar con una probabilidad de acierto asegurada. Y, tal vez, ahí está la magia de la aventura. Quien no arriesga, no recoge. Y eso es lo que nos lanza al vacío de conocer a esa otra persona que, con un poco de fortuna, puede convertirse en nuestra compañera de vivencias.

Cuando, no hace mucho tiempo, comenté que mis padres cumplían 62 años de casados, muchos me dijeron que eso ya no era real. Y lo es, damos fe los cuatro hijos que todavía les vemos, cada día, con cosas nuevas que decirse. Siempre me ha parecido un misterio ver cómo uno se sorprende cuando el otro le cuenta algo que, a estar alturas de sus vidas, desconoce. Increíble, pero cierto.

De sentimientos, afinidades, diferencias y renuncias hablaba con Alaska y Mario Vaquerizo días antes de Navidad. Me invitaron a merendar en el emblemático 'Rodilla' de la plaza de Callao madrileña, porque se celebraban los ochenta años de su fundación. Otra cifra que deja de ser todo record en su sector, sobre todo en los tiempos que corren. La clave de su expansión ha estado en reinventarse con el paso de los años. Posiblemente el único secreto eficaz que es extensible a todas las facetas de la vida.

"Nadie daba un duro por nosotros", me dice la pareja. Llevan veinte años juntos y diez de matrimonio. ¿La clave? "En estar enamorados, respetarnos, entender que somos muy distintos y que hemos sabido aceptar al otro sin cambiarle". "Sois el agua y el aceite", les digo. "¡Pues ahí está el secreto! Si fuéramos iguales, no nos soportaríamos".

Forman una pareja entrañable. "Nunca hay que dejarse llevar por las apariencias", me dice Mario "porque, aquí donde me ves, yo soy muy tradicional. Tengo muy arraigado el concepto de la familia y me gustan las reuniones navideñas. Es algo que llevo en mi ADN. Sin embargo, Olvido lo vive todo de otra manera".

"Es verdad", asiente Alaska. "Mi familia es más desestructurada. Ahora la formamos mi madre y yo, antes estaba también mi abuela. Desde que estoy con Mario, nosotras nos unimos a su gran familia numerosa y vivimos los eventos de otra manera. Es un aliciente más en la convivencia".

La fusión entre las dos familias ha venido a sumar muchos enteros en su matrimonio. Algo que se cuestiona tanto, como es la relación con las suegras, es un remanso de paz en su caso. "Mario y mi madre se llevan de maravilla. Se entienden muy bien porque son iguales en actitud ante la vida. Son positivos, todo tiene solución. La verdad es que él tiene muy buena mano con las mujeres". "Les caigo muy bien, es verdad. Y nunca me he preguntado por qué". "Será que eres muy zalamero", le digo. Y Alaska asiente sin disimulo.

Transmiten positividad, dinamismo, complicidad, admiración y mucho afecto. Son de esas parejas que agradeces que lleguen a tu vida para quedarse. Ejemplarizan lo que es el respeto en la divergencia y sobre todo en el cultivo del amor, como le gusta recalcar a Mario. Son el agua y el aceite pero, como ocurre en la buena gastronomía, maridan muy bien.

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