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La luz ¿al final del túnel?

Una vía de Madrid durante la primera jornada de permiso para pasear DAVID FERNÁNDEZ
photo_camera Una vía de Madrid durante la primera jornada de permiso para pasear DAVID FERNÁNDEZ

“ La felicidad, en estos momentos, es sinónimo de tranquilidad”, me dijo mi querido Màxim Huerta en la conversación que mantuvimos esta semana en los #InstagramLive que, entre otras cosas, me están regalando una estimulante y positiva vidilla que, en las últimas semanas, iba necesitando un buen chute de oxígeno. Porque, lo que fue una novedad en la primera semana, ha ido mutando en otras sensaciones no siempre beneficiosas.

Él siempre ha sido el creador de grandes frases en sus novelas, esas que te hacen pensar y te quedan grabadas. Y es cierto que ahora, si consigues aliarte con la tranquilidad, es posible que consigas ser más feliz ¡Y qué falta hace!, porque lo que viene es desalentador. Estamos inmersos en una pandemia, que nos ha dejado desolados e inquietos, y vamos directos a otra que puede hacer tambalear nuestra vida, ya no solo económica, sino también emocional.

Esta ha sido una semana convulsa. Tal vez porque el confinamiento se ha convertido en encierro y ya pasa factura hasta a las mentes más equilibradas. Las redes sociales se han soliviantado de una manera especial contra aquellos que han demostrado su dolor en público, sobre todo “cargando”, de manera especial, insultos e improperios –irreproducibles algunos- contra Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. Ya sabemos que, en algunos sectores, la política succiona a la humanidad y, dependiendo de quien se trate, los ataques pueden llegar a ser demoledores.

Cuando hemos leído que, en los momentos más delicados, sale lo mejor de cada uno, hemos comprobado también que sale lo más depravado del ser humano. Me avergüenza pertenecer a la misma raza de quienes han verbalizado auténticas aberraciones contra la presidenta Ayuso porque se emocionó en la misa, celebrada en de la Almudena de Madrid, en homenaje a los fallecidos en esta pandemia.

Para los que no conocen la sensibilidad y el desgarro que supone perder a alguien cercano, era más importante destrozar un momento de caída emocional como ese, antes de reconocer que, en esas lágrimas, estaban representadas todas las personas que no pudieron despedir a sus allegados en esta tragedia. Leer los comentarios de algunas mujeres, cuestionando incluso que se le corriera el rímel como consecuencia del llanto, me resultó repulsivo. Y, en especial, aquellos que verbalizaron quienes más deberían de callar.

Si los irresponsables de turno no lo impiden con sus insensatas acciones, parece que empezamos a vislumbrar ese rayo de luz que todos ansiamos atisbar al final del túnel, tras una etapa delicada. Y esta lo ha sido mucho. Tal vez no acertamos a adivinar lo que nos espera, que va a ser mucho peor que lo vivido. El virus, tarde o temprano, perderá la batalla cuando se encuentre una vacuna que le deje KO. Sin embargo, el futuro que nos aguarda es incierto en grado sumo.

Este fin de semana se podrá salir a la calle a hacer deporte individual. Estoy convencida que empezarán a correr aquellos que ni siquiera saben lo que es una deportiva, porque la ansiedad va innata en el ADN de algunos. Solo apelo a que no rompan las reglas y nos permitan, a los que llevamos dos meses de “cautiverio”, ver la luz al final del túnel…

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