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La química del odio

Charme Chaparro
photo_camera Charme Chaparro

CREO QUE ninguno nos hemos salvado de decir "te odio" en algún momento de nuestra vida. Posiblemente más en la infancia o adolescencia, cuando todavía no conocíamos el verdadero alcance de esa frase, lo que implicaba de verdad esa palabra. A nosotros nos venía bien para rebelarnos ante una situación adversa o ante alguien, que nos impedía hacer lo que deseábamos y que era todo lo contrario a lo que debíamos y, por eso, nos "aconsejaban" desistir de la idea.

Con los años, como suele ocurrir con la sensatez que te va aportando la madurez, vamos tomando conciencia de las acciones apropiadas de la vida. Para odiar hay que sentir y hacerlo con una carga emocional destructiva y desaconsejada. De eso te das cuenta cuando sientes un rechazo superlativo contra alguien, porque creo que no es lo mismo el odio hacia una persona que el que te genera una situación.

En ese momento es cuando buscas una salida a ese mal sentimiento que te atenaza, provocando un malestar difícil de gestionar la mayoría de las veces. Es cuando decides optar por la indiferencia. El refranero, que suele ser muy sabio, dice que "el mayor desprecio es no hacer aprecio", pero ese es un ejercicio muy difícil de poner en práctica.

Del odio, sus consecuencias y variantes hablé con Carme Chaparro esta semana. Su segundo libro, La química del odio, es ya otro de sus éxitos editoriales. En él explora los diferentes tipos de odio, una extensa recopilación "de esos que se encallan en la boca del estómago como pesas de plomo", porque esa es la sensación que generan y sentimos en mayor o menor medida.

Carme siempre quiso ser escritora pero, como ella me confesó en una ocasión, no existía una universidad para eso. Desde muy niña leía sin parar y de todo. Se sentaba a la mesa para comer con un libro en las manos, que su padre le quitaba. Entonces ella buscaba letras e historias donde fuera, así que leía todo lo que ponía el bote de la mayonesa o cualquier otro que estuviera a su alcance.

El periodismo le ayudó a dar salida a esa pasión por contar historias y, con el tiempo, a escribirlas. Hace poco más de dos años, saliendo del informativo que presentaba en televisión, se le ocurrió el final de una historia que bien podría convertirse en el eje principal para desarrollar en un libro. Y así nació No soy un monstruo. Con pseudónimo lo presentó a un premio literario prestigioso y se llevó el Premio Primavera 2017.

El final de la historia de la inspectora Ana Arén y la periodista Inés Grau, que va a ser llevada a la pantalla, pedía a gritos una continuación. La química del odio es ese después, en el que Carme se adentra en los instintos emocionales más básicos y, al mismo tiempo, demoledores del ser humano. Una novela negra de calidad, con asesinatos premeditadamente perversos como telón de fondo, que nos descubrirán esa química del odio que puede llegar paralizarnos ante una mala gestión.

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