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No creas los rumores

Michael Bublé
photo_camera Michael Bublé

HACE AHORA un año, se publicó que se retiraba. Tuvo que salir al paso de «esa noticia sin fundamento» porque, en sus planes, no estaba dejar de cantar. Solamente se alejaba de los escenarios para estar al lado de su familia en un momento delicado de salud de su hijo mayor. Con un malestar indisimulado, Bublé pidió a todo el que le quiso oír o leer «Don’t believe the rumors». Y así ha bautizado la gira que le tiene recorriendo el mundo.

En Argentina le conocen como el marido de Luisana Lopilato, reputada actriz de telenovela. En el resto del mundo, Michael Bublé es el sucesor del mítico Sinatra. Considerarlo así –a juicio de algunos- son palabras mayores, pero él ha sabido dosificar y gestionar los halagos sin creerse el sustituto de nadie.

Soy fan absoluta de Bublé, rendida admiradora desde el primer día que le escuché, hace ya unos cuantos años. Y más incondicional, si cabe, tras haberle conocido en el festival de cine de Roma, donde presentó, en ediciones pasadas, un documental sobre una de sus giras. No puedo decir que gane en el «tú a tú», porque me lo imaginaba tay como se comportó. Es, como le ocurre a los grandes de verdad, un tipo normal, natural, divertido, gracioso, cercano dentro de las limitaciones de su desmesurada fama y, a juzgar por sus respuestas, con los pies muy asentados en la tierra.

Desde el minuto cero del encuentro con la prensa, recuerdo que se metió a los italianos en el bolsillo al confesar que sus dos hijos fueron concebidos en Roma. Algo parecido había hecho, un día antes Tom Hanks, al afirmar que gracias a «Big», la película que le lanzó a la fama, ganó suficiente dinero como para pagarse su viaje de novios y visitar, por vez primera, las empedradas calles romanas.

Bublé tuvo para todos en aquel encuentro. El escenario le ha dado unas tablas, que pone en práctica cuando se posiciona ante el periodista. La presentación de ese documental coincidía con el lanzamiento de un nuevo disco. «Sentí que tenía que hacerme desear, que tenía que espaciar los discos y las giras», me comentó antes de que le preguntara, como adivinando mi curiosidad. «Después de esa gira, necesitaba tiempo para estar con mi familia, para reposar lo vivido, para que la gente me echara en falta. Si no tomas descansos, corres el riesgo de aburrir, de saturar. Y eso es algo que un artista no se puede permitir».

Los números del canadiense son la envidia de muchos de los cantantes actuales. Casi 60 millones de discos vendidos a día de hoy, 7 giras mundiales con «sold out» (todo vendido), 3 millones de entradas vendidas en un solo tour, 4 premios Grammy y millones de likes y seguidores en sus redes sociales. Está fuera de toda duda que, en su caso, el éxito no es una casualidad. Le postulan como el relevo de «La Voz». Sin embargo, a quién él siempre ha admirado ha sido a Ray Charles. El destino que es juguetón a veces.

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