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¿Por qué me pone nerviosa?

Jude Law
photo_camera Jude Law

Ha sido esta una semana intensa por muchos motivos. Cuando eso ocurre, procuro abstraerme de aquello que me perturba y me altera la calma. Por eso, al ponerme frente al ordenador me entró esa sensación de vacío que, de vez en cuando, nos atenaza a quienes tenemos que escribir.

No sabía a qué tema enfrentarme. La política, la religión y el fútbol son temas que prefiero no abordar en estas reflexiones porque, en quien te lee, brota en ocasiones lo peor de cada uno. Y no me manejo bien en la disputa.jude-law-foto-biografia

Hablando anoche con un actor muy amigo, entre confidencia y confidencia, charlamos de trabajo, de debilidades, de entrevistas, de momentos para el recuerdo. Y fue en ese instante cuando me vino a la cabeza Jude Law y lo nerviosa que me pongo cada vez que le tengo delante. Ante su carcajada, no me quedó otra que explicarle qué me pasa cada vez que tengo que entrevistar al bello Jude.

Me da igual su caída de ojos, sus largas pestañas, sus caracoles rubios, su hablar imperfecto arrastrando las eses y las ces. No sé lo que es, pero me supera tenerle delante. Cuando sé que voy a entrevistarle, se me ponen unas mariposas en el estómago como cuando, de adolescente, ves al chico que te gusta, el que para ti es el más guapo del colegio.

Él se sabe atractivo, estoy segura. Imposible no darse cuenta cuando se mira al espejo cada mañana. Y utiliza ese plus en la distancia corta. Te mira fijamente, sin bajar la mirada...y te la hace desviar a ti. En el fondo creo que disfruta con esa tensión no resuelta que se crea en sus entrevistas. Como estoy siempre alerta con él, tengo que hacer un esfuerzo duplicado por atender y comprender lo que me dice. Es un sufrimiento con el que he aprendido a convivir, porque aunque soy cero masoquista, le he encontrado hasta gustillo a esa situación.

Jude LawRecuerdo la última entrevista. Estábamos en el Hotel Des Bains de Venecia. El salón era enorme. En una esquina Kenneth Branagh, en otra Michael Caine y en otra, al lado de un gran ventanal, él. Me recibió con una sonrisa y levantándose del butacón, cosa poco habitual entre los talents. Les da igual que seas mujer u hombre. Si están sentados, rara vez se levantan para recibirte. Camisa blanca, pantalón pitillo azúl..y esos ojos aguamarina, que cambian de color según la luz.

Hablamos de la película de turno, del festival y, sin ser consciente del cambio de conversación, nos pusimos a hablar de la fama, de los paparazzi y de si la belleza le había ayudado en su profesión. "No te creas todas las leyendas que escuches por ahí de mí", me dijo. "No voy por la vida de rompecorazones, ni de seductor. No impongo nada ¿no te parece?". 

Sentí que el corazón se me salía por la boca y me empleé a fondo para que no se notara que las rodillas empezaban a moverse sin control. "Eso depende de quién tengas delante", le respondí. "¿A ti te impongo?". Me quise morir y solo acerté a responder "bueno, un frasco de sales en este momento no me vendría mal". Sonora carcajada y promesa... "En la próxima entrevista te lo traigo". Todavía no ha llegado ese nuevo encuentro pero, aquel día veneciano, me gané dos besos y un abrazo. No quiero ni pensar si se dio cuenta que estaba hecha un flan...

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