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Respeto y libertad

Amalia EnríquezHAY PREGUNTAS que nunca te haces en la vida, posiblemente porque no sientes la necesidad de reivindicar algunas cosas que asumes como naturales. Cuando vives en la normalidad, dentro de la lógica cotidiana, todo aquello que te han enseñado en tu entorno familiar y que has vivido desde niño, sobran algunas cuestiones.

Los que me conocen bien saben que detesto, hasta el extremo de la alergia emocional, esos días marcados para celebrar algo "porque sí". Ya no es que dependa de un interés puramente comercial, sino que se ha instalado en la memoria colectiva de la sociedad esa costumbre de una manera machacona y, a veces, incómoda.

Para mí, el día de la madre o del padre lo es todas y cada una de las jornadas de la vida. Celebrar el 14 de febrero tu relación sentimental, ese crematístico "día de los enamorados", me produce rechazo. A tu pareja la quieres siempre, todos y cada uno de los días, incluso con sus enfados. Si no es así, es que algo va mal y hay que cambiar el rumbo. Ya no te digo nada lo que puedo llegar a pensar del día de los emoticonos, de la pizza, de los árboles caídos y todas esas festividades alucinógenas que nos llegan con el paso de los años, alegando que los tiempos cambian y hay que evolucionar.

No estoy en contra de que se celebren manifestaciones reivindicativas. Más bien todo lo contrario. Todos aquellos que consideren que saliendo a las calles logran sus objetivos, deben hacerlo y ejecutar su derecho a verbalizar todo por lo que creen, pero también deben entender que sin respeto y libertad nunca llegaremos a conseguir nada. Y ahí es donde las cosas se ponen complicadas porque no siempre se acepta lo que piensa el contrario, sobre todo cuando difiere de lo que uno abandera.

La pregunta del millón esta semana ha sido ¿Haces huelga? Y, en función de tu respuesta, empezaban los juicios y el linchamiento. Yo no la hice. De hecho estoy escribiendo este artículo en la mañana del día de autos. Soy autónoma. Si no trabajo, no cobro. Nunca, en toda mi vida profesional, que ya es larga, he cogido una baja. Incluso con fiebre alta y dolores específicos he acudido a mi puesto de trabajo. Solamente me ausenté por una operación quirúrgica, que me obligó a estar hospitalizada. Y, aun así, no dejé de escribir los artículos comprometidos, ni las colaboraciones que me permitían poder hacerlo así. Trabajar es lo que me hace libre.

No haberme sumado a la huelga no quiere decir que no apoye lo que supone y se reivindica. Solo pido que, con el mismo respeto y libertad que yo ejecuto, se acepte la decisión de quienes por diferentes motivos y argumentos no se añaden a ella. Desde niña me han educado en el respeto y la tolerancia hacia todos los demás, fundamentalmente cuando difieren de tu modo de pensar o, incluso, vivir. Empezaremos a conseguir lo que deseamos y merecemos cuando podamos manifestarnos con respeto y libertad.

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