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¡Ay que me los como!

Paternidad a carcajadas Ay que me los como

LOS LECHONES TIENEN 25 DÍAS

Estimado Capitán:

Una de las cosas que más me ha llamado la atención en estas casi cuatro semanas desde la llegada de los lechones es la reacción de las mujeres de este planeta –sobre todo las de cierta edad– a su presencia. Verá, cuando vamos con ellos por la calle, paseando en nuestro flamante carrito gemelar, las señoras se nos quedan mirando. A las mujeres de este planeta les ocurre lo siguiente al entrar en contacto con bebés. El efecto si son dos lechones se duplica y no saben cómo gestionar tanta felicidad en tan poco tiempo.

a) Se les pone una sonrisa en la boca que parecen el Joker abriendo los regalos de Reyes.

b) La voz les cambia y su timbre oscila entre picos agudos y graves cual montaña rusa vocal.

c) Babean.

d) Recitan un mantra, independientemente de la edad que tengan: "Ay, que me los como".

Gente que no conocemos de nada nos para por la calle, quiere verlos de cerca. Es como pasear con Justin Bieber. Ellos corresponden a sus fans con un eructo aquí y una sonrisa allá para que no se diga que no son agradecidos. Y la gente se lo celebra. Lo cierto es que no entiendo esta ansia por comerse a bebés que tienen las humanas. El fenómeno no obedece a un estrato social, ni a una franja de edad... ellas simplemente... quieren comérselos. Su madre la primera. ¿A qué se debe este canibalismo infantil? No lo entiendo Capitán, aunque he de reconocer que si los miras durante un buen rato, sí que te entran ganas de morderles esos muslos regordetes y sonrosados que... Vaya, es contagioso.

Esto de comerse a la gente solo tiene gracia en ciertas circunstancias y si uno recita la frase en otro contexto puede crear un problema innecesario. Le pongo un ejemplo.

Tenía que saciar mi curiosidad así que he ido al supermercado y le he dicho a una anciana (enjuta, cabello gris, gafas de culo de botella) la famosa frase mientras le pellizcaba la mejilla. En el trabajo me he acercado a la mesa de una compañera que está embarazada y le he movido la barriga con cariño mientras pronunciaba la famosa frase. El bolsazo de la anciana (puta vieja a partir de ahora) y la bofetada de la chica me han dejado calentito para todo el invierno. En otras palabras, queda empíricamente probado que el "¡Ay que me los como!" solo pueden decírselo mujeres a bebés. Cualquier otra combinación es incompatible con la vida.

También he de informarle que a los críos humanos se les pone el culo en carne viva de tanto cambio de pañal, al parecer lo que hay que echarle para aliviarlos es aceite de oliva. Esto me da miedo. Dos bebés oliendo a aceite de oliva es algo tan apetitoso que la raza humana de señoras con carrito de súper no está preparada para esa tentación. Imagínese mi sorpresa al ver a mi novia untando sus nalgas (la de los niños, no las suyas) con aceite de oliva virgen extra. Pensé que se los iba a comer de verdad.  

–El mío sin bacón– le dije. -Si vamos a hacerlo sigamos los consejos de la OMS.

¡Qué bien lucen con esos culetes resplandecientes! ¡Qué suerte tener unos lechones tan sanotes y lozanos!

Y crujientitos.

Un saludo, Capitán.

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