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Autonómicas a la madrileña

Las gallegas van a estar muy condicionadas por los tres escenarios posibles en España, que siga Rajoy, que haya un relevo en el PP o que persista el bloqueo, la mejor opción para Feijóo

LA NOVENA LEGISLATURA autonómica resultó tan decepcionante que lo mejor que podían hacer los diputados es despedirla con emoción, como sucedió el miércoles cuando, alentados incluso por el presidente del Parlamento y miembros del Gobierno, aprovecharon el final del último pleno ordinario antes de las vacaciones para decirse adiós, o hasta luego, según los casos. Fueron casi cuatro años de rodillo y de permanente ausencia de explicaciones por parte de la Xunta, con un presidente fustigador de sus rivales a la cabeza, pero también de crónica falta de alternativas y de vacía estridencia en la oposición.

Sin embargo, podría ocurrir que las despedidas resultasen precipitadas en el todavía muy improbable caso, aunque no imposible, de que haya unas terceras elecciones en España porque, si se celebrasen antes de mediados de diciembre, todo apunta a que Feijóo apostaría por acumular con ellas las autonómicas, convencido de que se trataría de una ocasión favorable para generar una doble ola de rechazo a las fuerzas de la oposición en Madrid y Santiago.

Aunque en la política española ya nada sea imposible, por disparatado que resulte, parece más que difícil una segunda y consecutiva disolución automática de las Cortes, aunque en el PP suspiren con ella, convencidos de que sería una opción perfecta para recuperar la mayoría absoluta en España, aunque para ello necesitarían subir 10 puntos o más, lo que sigue semejando utópico, pero no lo es pensar que entonces sí que podrían sumar una mayoría con C’s.

Para esas supuestas terceras elecciones repetidas se maneja la fecha del 27 de noviembre, si Rajoy se somete a la investidura a principios de agosto. En ese caso, resultaría probable que Feijóo esperase y disolviese el Parlamento a principios de octubre, a fin de convocar las gallegas para ese 27-N. Si la investidura se retrasase en España, la coincidencia ya sería imposible, pues las autonómicas deben celebrarse como muy tarde en la primeras semanas de diciembre.

Se trataría de un supuesto extremo en el que Feijóo trataría de rentabilizar al máximo el bloqueo. Hay una variante, más realista, que es la de que las gallegas sean en octubre sin que se haya resuelto la incógnita en España y sin que se sepa si va a haber o no nuevas elecciones. Éste se vislumbra a día de hoy como el escenario en teoría más favorable para el PP, aunque el panorama cambiaría si el PSOE da el paso, por más difícil que parezca, de pedir la retirada de Rajoy y éste se niega, pues entonces la presión podría cambiar de bando.

Ahí aparece otro escenario que marcaría el contexto de las autonómicas, el de que se invistiese a un presidente del Gobierno que no fuese Rajoy, como Cifuentes o Soraya. En ese caso, el PP soltaría lastre, pero podría tratarse de un proceso muy traumático y, en cualquier caso, resulta muy difícil que se dé, pues choca con la especialidad de Rajoy, resistir, como aprendió de Albor. 

Una nueva investidura de Rajoy podría resultar paradójicamente complicada para el PP gallego si es rápida y tiene que aplicar nuevos recortes antes de las autonómicas. En cambio, sería distinto si se da poco antes de las gallegas, con la abstención de un PSOE cuya agitación interna se dispararía. Hay otras combinaciones, aunque no parezcan muy viables, como la investidura de Pedro Sánchez, pero en cualquier caso, lo que suceda en las próximas semanas en la Carrera de San Jerónimo va a marcar decisivamente el contexto en el que se celebrarán las gallegas, cuyo desenlace también resultará bastante relevante en el panorama español, toda vez que el de las vascas, con su sistema político más diferenciado, incidirá en mucha menor medida. Se vislumbran unas autonómicas bastante madrileñas.


El férreo control de los partidos resiste en el Parlamento


EN POCO MÁS DE SEIS MESES Modesto Pose Mesura pasó de ser elegido senador de representación autonómica con el castigo de cinco compañeros a ser nombrado por la que parece la totalidad de los diputados socialistas. El cambio debió de sorprender al propio interesado, que seguía la votación el martes en la tribuna del Parlamento, en la que también estaban los dos senadores del PP, Jiménez Morán, el mártir de la causa antibaltariana en el congreso de la sucesión dinástica de los populares de Ourense, y Fernando Carlos Rodríguez, amigo personal de Feijóo, vínculo que le permitió disfrutar de este inesperado epílogo. 

Pose, un histórico del PSOE gallego, logró resurgir de la contundente derrota de las municipales del 2011 en Vilagarcía al aprovechar el naufragio de Besteiro para conseguir en diciembre el escaño del Senado por el que llevaba tiempo batallando. Entonces, de los 17 diputados del PSOE presentes, hubo cinco, por lo menos, que no lo apoyaron, acogiéndose a casi el único resquicio que hay en el Parlamento para romper la férrea disciplina interna de los partidos, la que ofrece el anonimato de las votaciones secretas para elegir a personas, como las de los senadores, los miembros de la Mesa o de instituciones como la TVG.

Esta vez la oposición a Pose se manifestó ya desde el principio, pues la mayoría del grupo parlamentario, 12 diputados de 18, se rebeló para intentar sin éxito proponer a Méndez Romeu, el derrotado de las primarias, quien al final acabó más tristemente aún su carrera política, pues, tras perder, ya había anunciado que se retiraba por discrepancias con la línea mayoritaria.

En realidad a los tres senadores de designación autonómica no los nombran los diputados, sino los partidos que utilizan estos escaños como cementerio de elefantes, como sucede ahora en Galicia, como fábrica de aforamientos para intentar huir de la Justicia, como hizo Griñán en Andalucía, o como plataforma de lanzamiento, como ocurrió en el caso de Anxo Quintana, así como caja de financiación, como pasó en la etapa de Pablo García de jefe del aparato del PSOE con sueldo de la Cámara alta. Los partidos lo deciden todo y a los diputados que no les gusta solo les queda el pataleo. 

Pero esta vez eran muchos los que no querían apoyar a Pose, tantos que podrían llegar a ser más que los que le votasen. Sin embargo, el martes a primera hora los diputados díscolos se conjuraron para que nadie rompiese la disciplina de grupo y la sorpresa fue que no hubo sorpresa y el férreo control de los aparatos de los partidos resistió a la que fue la prueba más crítica de los últimos años. En el giro de estos diputados pesó el acuerdo tomado el sábado anterior en Madrid para que las listas autonómicas del PSdeG pasen por el comité nacional gallego lo que les da alguna expectativa para salvarse de la quema, aunque la criba será grande en cualquier caso. A Pose le ayudó, además, el portavoz del PP, Miguel Tellado, que cantó victoria antes de tiempo y se apresuró en demasía al anunciar el cisma del PSdeG. También pesó que el conflicto no le venía bien a Abel Caballero, que apareció poco después en la tribuna del Parlamento para celebrar el cambio en la ley del área metropolitana viguesa.

A Luís Villares solo le falta el casi, pero puede ser un mundo





El juez Luís Villares lo tiene casi todo a favor para ser el candidato de En Marea en las autonómicas. Pero ese casi puede ser un mundo. Está pendiente que Beiras escenifique que no puede presentarse de nuevo. Y como en el pianista la forma es el fondo, se trata de un paso delicado. Y también le falta que el delirio de Carmen Santos, de Podemos, de ser la candidata caiga por su propio peso. 

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