Blog |

Los indepes y los naranjas noquean a Rajoy

El nacionalismo conserva su hegemonía con su 47% intacto desde 1999, con Puigdemont de líder, pese al primer puesto de Arrimadas y mientras Feijóo también gana

Un hombre vota con la típica barretina catalana en la cabeza. EFE
photo_camera Un hombre vota con la típica barretina catalana en la cabeza. EFE

EN LA noche del 27 de septiembre de 2015 una eufórica Inés Arrimadas expresó, entre gritos de Cataluña es España, una serie de deseos que parecían puramente testimoniales. Le exigió al entonces president de la Generalitat en funciones que hiciese la única cosa que, a su juicio, procedía con unos resultados que interpretaba como el triunfo de los partidarios de la unidad de España, al incluir en este bando a los no alineados de lo que hoy es Catalunya en Comú. Así, instó a Artur Mas a «dimitir e irse a su casa». Sonaba todo un poco extraño para los usos de una democracia parlamentaria, pues lo que tocaba era afrontar la investidura, en la que la CUP tumbó al heredero de Pujol.

Pero lo interesante a la luz del presente fue lo que añadió a continuación la que ayer se convirtió en la candidata más votada en Cataluña. Aquella noche del 27-S, de los llamados comicios plebiscitarios, Arrimadas sostuvo que «solo hay una opción y es hacer unas nuevas elecciones, en las que nos presentemos como partidos, con nuestros programas, como hemos hecho nosotros». Con sus 25 escaños conquistados en aquella jornada de 2015, en la que votó el 77,5% del censo, y no el 74,9% como se decía erróneamente ayer al incorporar a los residentes en el extranjero, Ciudadanos se sentía en condiciones de pelear por la primera posición si lo que todavía se llamaba Convergència Democràtica de Catalunya y Esquerra Republicana se presentaban por separado. Ese deseo se materializó ayer e hizo posible que Arrimadas fuese la más votada.

Se trata de todo un hito en la política catalana y un gran éxito del partido de Albert Rivera, que, más allá del apoyo declarado de la gran mayoría de los medios españoles, ha logrado capitalizar como nadie el rechazo al proceso independentista. Pero el primer puesto de los naranjas no constituye el dato más relevante de las elecciones de ayer, por más que probablemente se utilizará para intentar seguir camuflando en el resto de España que, de nuevo, con una participación récord, la supuesta mayoría silenciada en contra de la independencia no aparece sin contar a los comunes, como tampoco hay una mayoría absoluta a favor de la separación que permita a los secesionistas hablar de una única Cataluña.

El presidente depuesto está en condiciones de optar a recuperar el poder, pero tendría que hacerlo a través de la puerta de la prisión

Si las de ayer fuesen unas elecciones presidenciales mayoritarias a una vuelta, Arrimadas habría ganado, en el caso de que el electorado hubiese votado del mismo modo que hizo en unas legislativas con un sistema proporcional. Pero como efectivamente se trataba de unas elecciones parlamentarias, el ganador acabará siendo el candidato que sea capaz de formar una mayoría para gobernar. Esa posición en teoría la tiene ahora mismo «un loco de Bruselas», en las despectivas palabras de Dolores de Cospedal, Carles Puigdemont. Sin embargo, si acude a la investidura, aunque pudiese participar  en ella según el precedente del etarra Ioldi, se iría directamente a la prisión, con el otro candidato indepe al que superó ayer, Oriol Junqueras.

Frente al martirio que representaba Junqueras en Estremera, en el campo indepe se ha impuesto la opción del «legitimismo» que encarnaba Puigdemont desde Bruselas, según la certera etiqueta que acuñó Enric Juliana. Como ya había advertido hace semanas Kiko Llaneras en su blog de El País, el nacionalismo, convertido ahora en secesionismo, mantiene desde 1999 un suelo del 47% de los votos, el que volvió a conservar ayer, de nuevo dependiendo de su ala más radical, la de una mermada CUP que aun así conserva su llave.

Con este panorama el paisaje que sale de las urnas catalanas resulta más diabólico que nunca. Los 70 escaños que suma el independentismo, gracias a la aplicación en Cataluña de las distorsiones del sistema electoral español que favorece al voto rural, se adjudicarían en principio a tres candidatos que están en la cárcel y otros cinco huidos en Bruselas, además de depender de una CUP que exige seguir una vía que, según ha advertido Rajoy, mantendría la autonomía en suspenso. Si las de ayer fueron unas elecciones plebiscitarias sobre la independencia, el desenlace vuelve a ser el de 2015, con una victoria unionista si se suma todo lo que no es secesionismo o con una mayoría precaria de éste si se tiene en cuenta la apuesta de los comunes por el referéndum. La clave reside en si la UE mantiene su apoyo a Rajoy en su negativa a una consulta de autodeterminación.

Y si las de ayer fueron unas elecciones sobre el artículo 155, el veredicto en contra es rotundo, lo que unido al hundimiento del PP, deja a Rajoy noqueado, a Soraya Saénz de Santamaría, calcinada y a Feijóo revalorizándose de nuevo como la alternativa interna popular, aunque el presidente del Gobierno ya ha demostrado que resiste como nadie sobre la lona. 

Comentarios