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Oporto nos deja en evidencia

Aunque proclamó lo evidente, Rui Moreira desató una polémica que puso de manifiesto el canibalismo localista de los tres aeropuertos liliputienses Negreira admitió sin querer el sinsentido de Alvedro y Caballero deliró con un complot anti Vigo de Oporto y A Coruña.

Hace seis años entrevisté al actual alcalde de Oporto para un reportaje de La Vanguardia sobre el AVE  ibérico, al hilo de la polémica que había estallado en la campaña de las últimas elecciones que ganó el hoy preso 44 de la cárcel de Évora, el socialista José Sócrates.

Me habían recomendado hablar con Rui Moreira, en aquel momento portavoz de los empresarios portuenses, por ser uno de los mayores especialistas en infraestructuras en Portugal. Inteligente y directo, calificó de “canção” el fantasioso AVE entre Vigo y Porto que tanto vendieron en su momento Sócrates y Pérez Touriño, que tan extemporáneamente reclamó Feijóo y que tanto contribuyó a que perdiésemos el tiempo sin acometer la urgente modernización de la decimonónica conexión ferroviaria entre Galicia y Portugal.

En las municipales de 2013 Moreira se convirtió en el primer alcalde independiente de Oporto. Con un discurso contra los agravios del centralismo lisboeta, aprovechó que los socialistas portuenses nunca se recuperaron tras el fin de los tiempos de gloria de Fernando Gomes y que la entrada en vigor del máximo de tres mandatos impedía que se volviese a presentar el hasta entonces imbatible alcalde conservador Rui Río.

Moreira dio un titular espectacular al reivindicar que el de Oporto es el mayor aeropuerto de Galicia

La visita de Rui Moreira del miércoles a A Coruña no pudo ser más oportuna, pues, justo en la víspera del arranque de la campaña municipal, dejó en evidencia el localismo caníbal que tanto arraigo tiene en Galicia, en especial en A Coruña y Vigo, las dos únicas ciudades medianas de este país carente de una gran urbe. Pero es una enfermedad que también se manifiesta en Santiago, como se comprobó en la patética defensa que sus autoridades locales hicieron de la Cidade da Cultura, porque ese monumento a la burbuja se ubica en su término municipal. Nadie está al margen, ni los nacionalistas, en teoría adalides de la superación del estéril particularismo, pues su Astérix local, Miguel Anxo Fernández Lores, no tuvo ningún reparo en convertirse en ardiente defensor de Pontevedra como capital provincial, a pesar de que el rechazo de la división de Galicia en cuatro trozos absurdos es una seña de identidad del galleguismo político desde el siglo XIX.

Moreira dio un titular espectacular al reivindicar que el de Oporto es el mayor aeropuerto de Galicia. Los más de 750.000 pasajeros gallegos que se calcula usaron el año pasado la terminal de Sá Carneiro superan a los casi 700.000 de Peinador, aunque son menos que el casi un millón de Alvedro y los dos millones de Lavacolla. Por la fuerza de los hechos, el Sá Carneiro está integrado en el sistema aeroportuario gallego y sus más de 6 millones de viajeros lo convierten en el líder indiscutible.

Lo más revelador no fue lo que dijo Moreira, sino las reacciones que suscitó: el alcalde coruñés reconoció sin querer que la existencia de Alvedro es un sinsentido

Lo más revelador no fue lo que dijo Moreira, sino las reacciones que suscitó. El alcalde coruñés reconoció sin querer que la existencia de Alvedro es un sinsentido, del que, por cierto, fue artífice como ministro de Transportes el ahora caudillo vigués Caballero, que ostenta el título de hijo adoptivo de A Coruña por tal mérito. Carlos Negreira opinó que el Sá Carneiro es complementario de Alvedro porque está a tres horas en coche. Lavacolla debería estar a menos de media hora en tren del centro de A Coruña, si en vez de la muy superflua nueva terminal se hubiese construido el apeadero para la cercana vía del tren.

Desconozco la valoración del alcalde de Santiago. Pero Agustín Hernández ya se retrató cuando dijo que no fue una buena decisión potenciar los tres aeropuertos, pese a que como conselleiro de Infraestructuras aplaudió el disparate que impulsó Blanco como ministro de Fomento y culminó Ana Pastor, al ampliar todas las terminales gallegas en plena crisis.

La guinda la puso Feijóo quien auguró que el AVE resolverá la mayor parte del problema, con lo que estaba insinuando que con la alta velocidad ferroviaria la triplicación aeroportuaria carecerá de sentido, lo que multiplica el dislate de las fuertes inversiones recientes. Sin embargo, la trayectoria histórica muestra que seguramente no se cerrará nada y que Galicia tendrá tres aeropuertos liliputienses y múltiples líneas de AVE deficitarias.

La reacción más virulenta fue la de Abel Caballero. En su línea victimista que tanto beneficio electoral le reporta, gracias a los errores de la Xunta y al torpe enseñamiento del principal medio de comunicación coruñés, el caudillo del sur denunció una conspiración contra Vigo por parte de los alcaldes de A Coruña y Oporto, bajo el patrocinio de Feijóo.

Así es la Galicia del localismo caníbal.

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