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Ajarrádeme de aquí

Wladimir Dragossan. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Wladimir Dragossan. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

¡Papar papar! Anoche vi una pareja haciendo guarreridas ehpañolah en el bosque, papar; ¡Cobarde! te vi a partí el diodeno, conque eras tú el de la linterna…

-Hijo mío, vengo del instituto de matricularte y me han dicho que como eres tan feo por qué no cambias la foto del carnet por una etiqueta de anís del mono…

Cada vez que conecto con el procés me acuerdo de Chiquito, de sus chistes y personajes. Quién el del anís, el feo, el mirón de la linterna o el papá guarro, campestre y cabrón es arcano que, como el logaritmo de John Nash, el de la mente maravillosa, me está volviendo loco.

En cambio, funcionario riguroso podrían serlo Cadena, o Zaragoza o Madrigal, fiscales serios que ante la fealdad de la verdad terciada le han dicho a los valientes del megáfono, esos que no tienen Rey, que no tragan, metáfora de erigir el intelecto frente al rebuzno secesionista.

En la guerra la primera víctima es la verdad y en el procés las almorranas de los acusados. Porque ese asentamiento cular y aterciopelado de tarde larga recalienta las venas rectales, y emerge la hemorroide. Comentaba mi padre que un pariente le confesó tener una prenda de ‘ciertopelo’, deformación involuntaria -también jocosa- del valorado terciopelo. Tengo un amigo al que le encanta el agua caliente pero, aquejado de hemorroides, en uno de esos relax bañeros emergió a su lado una pequeña boya, similar a las del sedal de los pescadores. Se le había salido una hemorroide. O sea que el procés llegará a TJUE pero no por vulneración de derechos fundamentales, sino por haber quedado los asonantes -otros dicen golpistas- sin raya del culo, que va a haber que pintársela con rotulador.

Si la cara es el espejo del alma Forcadell es como aquella profe no numeraria de la transición que quería ser progre pero a la que atenazaban los principios del Movimiento Nacional, que ansiaba ser independiente pero solo a ratos; Rull y Turull no pueden estudiarse sino en pareja: Abbott y Costello, Rinconete y Cortadillo; en sala, Rull transforma su miedo a la trena en desinhibición sobreactuada y Turull en introspección deliberante. Rull huye hacia adelante y Turull huye hacia sí mismo.

Luego están Dolors Bassa, que recuerda a una divorciada liberada y encarnada que baila los domingos en La Luna -en la de Barro- y Meritxell Serret, a la que pilló el procés porque pasaba por allí como podía haberla pillado un torbellino caribeño en Punta Cana, incluso una estampida de ñus en el Kalahari. Al lado de Serret está Mundó, que con ese flequillo semeja una mezcla del Paul McCartney sesentero y el solista de la Charanga del Tío Honorio. Y finalmente Junqueras, que es el apuntador porque se pasó el juicio tomando notas para la última palabra, que seguro no es la última porque esa es siempre antes de diñarla. Un amigo con muy mala baba llama a Junqueras `Orinol´. Yo le digo que tenga un poco de respeto.

Los acusados del procés son gente seria y preparada aunque a mí me recuerdan mucho a uno del Moaña de mi infancia del que tengo hablado aquí, Pepiño Pelouro, que se pasó la vida tirándole piedras a los aviones y que se exculpaba, cuando algún coterráneo trataba de disuadirlo de tan extravagante comportamiento arguyendo ‘e pa ver si lle acado’.

A los indepes les ocurre algo parecido: llevan tiempo apedreando España en busca de la independencia infructuosamente. La historia demuestra que hace mucho que quieren ser un Estado, pero esa misma historia se encarga de recordarnos que son los propios catalanes los que se bombardean el proyecto: Prim -que era de Reus- y Batet, que fue el que los cañoneó cuando la proclamación de la República catalana de Companys, recordada porque duró un poco más que la de Puigdemont, prolongada en el tiempo lo mismo que un coito conejero, segundos apenas.

Un rollo de carallo, el juicio del procés. La única nota de humor sobre semejante y estólido patetismo la puso la declaración de Lluís Llach, que contestando a los generales de la ley dijo que era anciano, homosexual y ciudadano del mundo (le faltó decir calvo). Marchena lo miraba como la vaca al tren en el Valle del Cerrato y creo que en el fondo deseaba que le cantara ‘La estaca’. De telefonear a Wladimir Dragossan, mi amado Rafa Pintos les habría puesto en conocimiento de aquel legendario ‘hit’ suyo: ‘Te clavé la estaca, Paca’.

Fue la única nota de humor. Que me recuerda un juicio de faltas hace más de veinte años. Defendía yo a uno que había denunciado a 25 por insultarlo y los veinticinco a él por insultarlos a ellos. Poco más y habilitan el Pazo da Cultura para la vista. Había aleccionado yo a mi cliente, hombre de genio, para que no mordiese el anzuelo del letrado de los veinticinco -estaban todos en sala- respondiendo abruptamente a sus preguntas provocativas. Fue inútil. Interrogado acerca de si no era más cierto que se había dirigido a sus convecinos en términos injuriosos, se colmó el vaso de su paciencia. Y estalló: ‘non é verdad’, y agarrándose violentamente con ambas manos los testículos exclamó: ‘eu o único que les dixen foi…ajarrádeme de aquí’.

(Coda: Disculparan los lectores que, por sigilo profesional, omita la reacción de jueza, secretario, fiscal y letrados).

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