Blog | Así está España

"¡Callarse, becerros!"

e l primer gatillazo del debate fueron los presentadores. Tristes como esas judías que intenta calcetarme mi suegra y ante las que me declaro objetor de conciencia. Blanco, Vallés y Piqueras ya son algo vintage, fósiles de una Atapuerca televisiva que se difumina en la niebla de González y Aznar. El debate debieran conducirlo gentes objetivas, periodistas imparciales, pastores ecuánimes. Jiménez Los Santos, Butano García y el Arzobispo Cañizares, por ejemplo. Con Monedero como regidor. Darían más juego. Si hablamos del decorado -más triste que las judías-, tenemos que compararlo con aquel tenderete ferial en el que una moto subía paredes. El decorado no era el decorado de un derbi político. El decorado era El Muro de la Muerte de las fiestas de la Peregrina. Faltaba el motorista riesgoso y tarado jugando a partirse la crisma. (A lo mejor, Ana Blanco era Mis Enigma, aquella señorita colgada de las trenzas que no tenía cuerpo). Y los atriles de los contendientes… "¡Joer!". Cuspidiños a los que ponían delante en los sesenta los músicos de las orquestas en las verbenas. De modo que en algún momento, como un espejismo creí leer en ellos La charanga del tío Honorio. Allí estaban el trompetista Rajoy, el saxofonista Sánchez, el clarinetista Rivera. Me falta Iglesias, pero es que Iglesias me recuerda más, aun sin los ojos rasgados, al chino del flan Mandarín que me hacía mi madre. Decorando el decorado, que es hacerle a las judías unas judías para comer, o sea, entristecer lo entristecible, había unas líneas rojas y azules que se cruzaban y eran como la gráfica del electro de un cardió- pata. Y por fin, en el suelo, DEB-4TE, eslogan que perfectamente podría sustituirse por Constru4. Entonces solo faltaría Telmo Martín, de moderador, advirtiendo a Rivera que no confunda "churros con meninas", que es la manera esquemática que tiene Telmo de llamar a las cosas por su nombre, es decir, a las churras churros y a las merinas, meninas. El debate fue interesantísimo. Especialmente la guerra de los cuellos de las camisas, que ganó Sánchez. El suyo de un impoluto indiscutible: el mejor planchado (se conoce que con Toke), el más inmaculado (claramente Ariel) y el mejor cortado, que si era de Zara se ve que era del Zara de la parte cara. Luego Sánchez estuvo tristón, como creyéndoselo poco. El cuello de Iglesias -el peor- era asimétrico. La estructura ósea de Iglesias es como la mía. Da para lo que da. Iglesias tiene una clavícula en el ártico y otra en el antártico; una punta del cuello de la camisa mirando a Bollullos y otra a Villarcayo. Iglesias carga de espaldas y de frente también. Iglesias carga mucho, sobre todo con lo de la cal viva y el derecho a decidir. A las 11 piltra. Apagué la tele y puse la radio. Efecto Orfidal inmediato. Hablaba Rajoy. Por eso puedo comentar el debate con mayor conocimiento de causa que los que lo vieron entero. El desconocimiento supone a veces un profuso y cabal entendimiento de la nada, que es el producto que venden estos ambulantes de enciclopedias del Círculo con su discurso archisabido, archiconocido y archivado. Los debatientes nos prepararon un Marmotako, o sea un Marmitako hecho con una marmota en vez de con atún. Y, eso sí, salseado con muchas promesas. Marmota más taco igual Marmotako. El día de la marmota. Quiten a Rajoy, pongan a Soraya y estamos en el debate de diciembre del 15. Esfuerzo inútil. Harán lo que les deje la Unión Europera, que es como debería llamarse la UE. Porque la nueva política sabemos que termina en la Troika saludando a sus colegas y apretándoles el gañote a los jubilados y funcionarios, o sea Tsipras. Cela, en Viaje al Pirineo de Lérida tomó nota de un cartel de un bar que hablaba de la buena educación de quienes lo frecuentaban: Prohibido escupir en las paredes. Eso sí, el suelo para ellos. Los debatientes no se acometieron tumultuariamente, lo cual ya es algo porque en un debate Constru4, quiero decir a cuatro, puede haber alguno que truque. Rivera recordó a Iglesias que Maduro le dio siete millones de dólares. Pero todos sabemos que Iglesias los empleó en comprar arepas para Errejón, no para financiarse ilegalmente. Ahora saldremos todos los columnistas creyendo hacer, cada uno, el mejor análisis del debate. Yo les diría -nos diría, primero que a nadie a mí- aquello de El extraño viaje, de Fernán Gómez. Vecinos amotinados en la plaza del pueblo porque la orquesta para el baile no llega. El alcalde, falangista barrigudo, explicando al vecindario desde el ayuntamiento que el vehículo que transportaba a la orquesta se había accidentado. La peña venga a interrumpirlo. Y entonces el alcalde que saca su autoridad guerra civilista y brama "¡Callarse, becerros!". Me callo.

Comentarios