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Comiendo soy muy cerda

CUANDO ERA joven veía La Clave. La de Balbín. Dicen, el mejor programa de la historia de la tele. Debate sosegado, con eruditos al margen de cualquier trinchera ideológica se aprendía mucho allí. Nada que ver con Sardá y Marhuenda ladrándose. Me encantaba La Clave. Me encantaba hasta que llegó First Dates, claro. Entonces reparé en que el Bernardo que veía La Clave era un puto ignorante. Ahora aprendo con First Dates. Un máster. El único programa cultural que sigo. El asunto va de que Sobera junta en un restaurante a la gente para que ligue. Una suerte de arca de Noé pero sin cuadrúpedos. Solo fauna bípeda. El otro día sacaron a un treintañero que afirmaba ufanamente no rascarla –tampoco aclaraba si por falta de chollo, porque no lo busca o por no encontrarlo–. Le soltó a la cohibí con la que lo juntaron, muy en serio, que él se identificaba mucho con Spiderman, porque a Spiderman lo habían criado sus tíos, como a él. Superfluo intentar llamar la atención del lector sobre tal consideración. Queda de relieve la hondura de su discurso. Seductor a tope. Esta semana la cámara se centró en otro pavero que portaba en el hueso de la nariz una argolla similar a la que se les calceta a las vacas para vencer su terquedad, que a ver quién es el guapo que se resiste a un tirón bien dado del cartílago de una nariz anillada. Un experto en vacas me aclara que a eso se le llama "anilla de boi", o sea, un mecanismo mediante el cual se tira del vacuno, que le sigue a uno obedientemente (como para no hacerlo). Contundente el método. Bien. Pues el tío este, el de la argolla en la Nadia, piercingo septum bull, que no era boi anillado sino efebo partidario del poliamor, le contó al Sobera que a su chati se la trae floja que él vaya allí a buscar pareja a mayores. Y entonces, sobrado, la llamó, puso el sin manos de su teléfono y dijo cariño, estoy aquí con Carlos, verdad que a ti te importa un huevo –y a mí otro– que nos pongamos los cuernos. Y se oyó voz de fémina al otro lado de la línea que dijo que claro, que para nada. Que a follar todos. Y entonces el Sobera se lo llevó a la mesa donde esperaba una rapaza con un aspa como de cubrir las equis de las quinielas pintada en el pómulo izquierdo y que, probablemente aquejada por un complejo de libreta (otros se creen Napoleón o tiran piedras a los aviones, a ver si los derriban), presentaba brazos y pecho completamente tatuados. Iba –la tal– vestida como Morticia, la de los Monster. Sobera los presentó y hablaron. Ella le dijo soy asexual y estoy medio barrenada, terminaré con treinta gatos. Él le respondió que era adicto al poliamor y que iba allí a pillar cacho; ella replicó que con ella ni de coña, porque era muy borde. Los del restaurante les trajeron los platos y cuando se disponían a comer, la Morticia dijo "empieza tú, que yo comiendo soy muy cerda". Literal. Luego, después de pinchar desganadamente algo del plato, apostilló: estoy en un punto de mi vida que me la suda todo. Por cierto, que después me olvido: esta asexual desganada y borde, autoproclamada cerda, se llama Ka. Sí, lo mismo que el personaje de Kafka pero con una sola"k". Evita, la unidad, el problema de que fuesen dos "kas" seguidas. Ya saben. Como el programa incluye varias parejas, la realizadora se fue con la cámara a dos chicos de diecinueve y veintiuno, también de ligue. El de veintiuno le dice al más joven tu qué eres, mortero o monedero. El otro, desconcertado, apenas acierta a musitar "no te cojo". Que no terminaba de entender lo que quería decirle. El inquiridor responde "mortero es el que da y monedero el que recibe". Grandes risotadas del que no había entendido la metáfora luminosa que, repuesto, contesta que él es más de mortero. El otro que no. Que monedero. Otra mesa. Otra pareja. Él le pregunta a ella a qué se dedica; responde que está en el paro pero que estudió tanatopractor; y eso qué es, dice él; pues adecentamiento de cadáveres –dice ella–, ponerlos guapos para la familia. Coserle la lengua para que no se les caiga como a un becerro después de que la espichan. Ya sabes. Pero hay poco curro, la verdad. Ah, ya, dice el curioso. First Dates termina. Suena el "Aaah, aaah, en el amor todo es empezar", de Rafaela Carrá y sigue el anuncio de Conguitos. Por fin, un locutor en off dice "Conguitos ha patrocinado First Dates". En dos palabras: Im-presionante.

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