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¡La concha de tu madre!

Abucheo de Heri Batasuna al Rey Juan Calos I en 1981. DP
photo_camera Abucheo de Heri Batasuna al Rey Juan Calos I en 1981. DP

EN EL FONDO, la La España del hoy no es aconfesional ni laica; la España del hoy es una confesión religiosa que adora a un único dios verdadero, a una divinidad líquida con forma de bote. España se ha declarado hidroalcohólica e iconos, vírgenes y santos huyen de las peanas para que el desinfectante, que garantiza la vida eterna, los sustituya. San Hidroalcohol.

Tan nueva religión de España, el gel del carajo, que hasta las reclusas de por ahí abajo se hacen con él su botellón y se lo beben en las prisiones. Colocón.

España adora al Dios de la asepsia y atiza al demonio real, que tiene cuernos, rabo y exhala azufre: El emérito. Sin embargo, veo al Rey en la Casa de Juntas de Guernica, febrero del ochenta y uno, Garaicoechea avergonzado a su lado y él, monarca joven y herido, aguantando el chaparrón de Idígoras y su claque, soportando aquella halitosis cadavérica de Jon que no le aguantaba ni la propia ETA.

Y lo veo el 23 F ordenando a los tanques, de paseo golpista, volverse a los cuarteles, fin de gira blindada que hacía posta en el disco rojo del semáforo, porque golpistas sí, pero la seguridad vial por encima de todo. Rey joven pero líder carismático de los milicos. Preservó la democracia por jefe de un ejército todavía franquista.

O sea que el Rey era joven y yo más, pero ya fotografiaba la política y leía mucho sobre la guerra civil. Por eso veo aquello en el orgasmo de la inteligencia, que eso es la nostalgia. Por mayor y porque lo viví sé cuánto costó fraguar el ordenamiento constitucional, encofrar sus contradicciones. Matar al padre caudillo y dormir aquella voz de calasancia estreñida para caminar solos.

Hoy es fácil decir que todo tiempo pasado fue peor. Pero sé que no porque presencié, a los cinco días del intento de golpe, el maltrato físico en el ejército, espectáculo terrible e impensable en la democracia de hoy, esa que Rufián dice devaluada y que a lo mejor hasta estoy de acuerdo porque él es la mejor prueba: Instituciones convertidas en coladeros de sujetos a su imagen y semejanza, declamadores en falsete, sin cultura y sobreactuados que ponen a parir a Amancio y luego se visten en Zara. Hipócritas.

El Rey joven se dejó la piel por este país y ya en su ancianidad navegó en el error y el interés, tal vez animado por el silencio de pelotas infinitos, de cortesanos innúmeros que lo circundaban y adormecían su impunidad riéndole las gracias, en vez de advertirle que era mortal. Cabrones.

Que hay una campaña para giñarse en la monarquía parlamentaria no lo duda nadie, indisimulada operación de destronamiento que asentaría la República de la teta al aire y la bandera tricolor con la que vendrían, de serie, el bienestar, el caviar iraní para todos y la pureza de las instituciones; la solución de la deuda pública y el paro. Ingenuos.

Como si la nuestra del 31, con lo del estraperlo y Lerroux haciendo de Villarejo no hubiese conocido escándalos; como si la República abrileña no cometiese fallos groseros; como si a la República aquella no se la sudase el orden público; como si su sectarismo religioso, el injustificable aquelarre de fuegos en conventos, no hubiese existido; como si no fuese chosca aquella mirada admirada a una URSS de la que luego se conocieron sus Katyn, sus gulags y las purgas de Stalin que, recuerdan, hacía morcillas con sus disidentes.

O sea que República sí si la votamos la mayoría. Por qué no. Pero sin candideces. Una forma concreta de Estado no mejora o empeora la vida de sus ciudadanos. Suecia, Dinamarca, Bélgica, Japón, Noruega, Holanda, países donde la socialdemocracia brilla son monarquías parlamentarias que funcionan mejor que cualquier República.

Menos mal que a veces, en medio del gel, del trono destronado y de la idealización republicana se nos aparece la princesa del pueblo, o sea Belén Esteban, inflamación facial que podría ser producto de una cópula entre el Maradona maduro de sustancias y la difunta Carmen de Mairena. A Belén la destronó el botox y el estiramiento y ahora ya no podemos sustituir a Felipe VI por ella. Ahora solo podemos votar a niños guapos que jugaron al baloncesto.

Veo al Rey en la Casa de juntas de Guernica, febrero del 81, aguantando el chaparrón de Idígoras y su claqué

Pero yo tengo otra princesa que es como el Ortegal galaico incrustado en el ombligo matritense; un perfil saliente, roncudo y rojo calado en el vientre yermo de San Jerónimo: La princesa Iolanda, la ministra Iolanda; la hija descastada de Beiras que mora entre los leones del Congreso y los doma con su látigo tecnócrata, porque miren que se adaptó bien a Madrid la hija del sindicalista ferrolano Díaz.

Con Nadia y Margarita Robles lo más aprovechable de un gabinete sanchista que huele a remodelación. Porque en Marlaska, en Ábalos, en la Corredora Beatriz que quedó última en la carrera de Alcoa, percibimos el aroma a político muerto, a político chamuscado al que afean su sonrisa los comerciantes del Samarkanda de Atocha. No me estoy riendo, dijo Ábalos al chaparrón como dice el colegial pillado en flagrante paja al papi severo.

Me bajo el sombrero ante la Iolanda Díaz que cogió a Gago sobre sus piernas y le azotó el culete con sus cachetes de política experta. A Gago le cambió la voz en Madrid, pero eso no es bastante para vértelas con una domadora como la Ministra de Trabajo. Gago ha mejorado mucho en dicción y mímica parlamentaria si lo comparamos con aquel que, aun lechal, se hizo cargo de las nuevas generaciones populares. Le faltan unas cuantas azotainas para ser alguien en política. Yo que él me volvía a Vigo, al Eligio a tomar unas tazas.

Pero estaba en Iolanda y en su adaptación a Madrid. Con su gargantilla dorada, sus labios pintados de pasión y su traje de chaqueta, glamur irreprochable, Iolanda parece una de aquellas señoras bien del barrio de Salamanca que, constante el estado de alarma, alarmaban con sus cacerolas el sueño del Pedro bebé. Iolanda podría fichar por el PSOE y militar en el ala oeste de una socialdemocracia elegante que no casa con Podemos, más de chalet gemelar.

Y ahora la reflexión.

Yo no necesito a Sigma Dos, a Gad 3 o al mismísimo Tezanos para darme cuenta de lo que va a pasar en este país, o sea Sánchez para rato. No tanto por aciertos propios como por errores de quienes le discuten la tajada del poder. Casado.

No reparar en la jugada maestra gubernamental, esa renta mínima vital que ha ancheado su base electoral ubica a Casado en el guindo.

Perdido y mal aconsejado, votó a favor cuando como partido de centro-derecha debió pensar y explicar mecanismos acordes con su filosofía económica. Mantener ayudas similares en CC. AA. y sugerir la reactivación de los sectores productivos que más han sufrido, incentivando su recuperación con ayudas específicas. Pero eso significaba no ser guay.

Al subirse al carro de la propuesta gubernamental la pregunta surge inevitable: Si tan benéfica es la RMV ¿Por qué no la aprobó su partido cuando gobernó? ¿Por qué no lo propuso usted como oposición?

Preguntas sin respuesta que muestran el desconcierto del interrogado, palmero gubernamental aquí.

O sea que Sánchez para rato y una nueva catarsis pepera, que no aguanta la bisoñez de una Casado de afilado colmillo parlamentario y pazguata e incoherente postura política opositora. Tiene que repasar y volver en septiembre; ver qué oposición hacía Felipe a Suárez, cómo le mordía la yugular.

Lo que decía cabreadísimo el argentino Bilardo cuando un futbolista de su equipo dio cortésmente el balón a un contrario: "¡La concha de tu madre! Al enemigo, pisarlo".

Es verdad que solo era fútbol. Pero a veces hay recordar el fútbol para hacer oposición política.

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