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El olor del Borrón

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photo_camera Ternero atrapado. EP

LA AMENAZA NO ES el corona, es el cañón de ozono con el que van a desinfectarnos la vida. Escalamos San Cibrán para tirarlle pedras ao santo y bajamos a cenar. Desescalar, me cago en la palabrita incorrecta con la que comunicadores impúdicos desnudan su burricie. En la escuela de Villar Palasí ya hubiéramos recibido un par de hostias por escribir con falta de orto: Desescalar ¿Qué tal despoleirar?

Claro que después de inventar desimputación todo vale. La desimputación sonaba al abandono del comercio carnal, al lo dejo Carmiña de la prostitución. La desimputación describía a la prostituta redimida, a la prostituta revocada; también al prostituto, que había desimputados y hay que igualar los sexos. Ni los juristas, muy arrojados, nos atrevemos a decir desimputado.

Se reputa mi articulismo de grosero; no. Grosero es el que utiliza mal el lenguaje, el que teme a las palabras. Grosero —e imbécil— es el que llena un texto con artificios fonéticos inexistentes y los repite como un loro tarado, como un loro ágrafo que rayase con su pico analfabeto un vinilo.

Prefiero al que leía muchas novelas del oeste de Lafuente Estefanía, o de amor de Corín Tellado al que salió de la facultad de filosofía y letras sin que ni la filosofía ni las letras hubiesen entrado en él. Los lectores y lectoras sin diploma de Marcial o de Corín, en váteres o porterías, se expresaban con la corrección de los que se cincelaron a sí mismos con sus lecturas.

Vengo a currar todos los días pero menos mal que vuelvo a Meaño, porque leo que Tonucci cabalga de nuevo, así sea telemáticamente. Tonucci es como el bueno, el feo y el malo, una santísima trinidad de diseño italiano que nos enseña que antes del 99 no había niños en Pontevedra, que la ciudad nunca fue llana y que la única capital de provincia peatonalizada es la nuestra. Por supuesto yo, que soy gilipollas, me lo creo. Si vuelve Tonucci recuérdenme que me ponga malito. Seguro que es un tío estupendo, pero no compro su rollo.

No lo compro porque según él yo no tuve infancia, que aquí a los niños los descubrió el empedrado.

O sea que cuando en las traseras de Fernández Ladreda, los sesenta, mis amigos y yo nos arrodillábamos para mear las grilleras con nuestra miringolla y atrapar luego al cricrí, no éramos niños, éramos ancianos, ectoplasmas seniles y decrépitos de seis u ocho años y pantalón corto…

Nunca fuimos niños. Aquella señora soltera, alta y fea a la que llamábamos Callo Largo, y aquella otra, gorda y desagradable a la que bautizamos como Vaca Chea no existieron. Todo fue un sueño. Pero saben. Hay más vida en ese sueño que en el patinete de mi hija rodando por Benito Corbal…

Leo que no se celebrarán bodas por el corona. Dije siempre que la principal causa de divorcio es el matrimonio. Separé y divorcié a cien parejas y aprendí a no casarme. Mi compañera de piso y yo hicimos las bodas de plata en marzo, veinticinco años de coexistencia pacífica y una niña. De casarnos, hace cuarenta que estaríamos separados.

Leo que no se celebrarán bodas por el corona. Dije siempre que la principal causa de divorcio es el matrimonio

Y en esto que aparece el presi Sánchez en la tele. Sánchez es el presidente carcasa. El presi explica el plan para bajar del poleiro. Un ciudadano de Cádiz no puede ir a Huelva, la parte contratante de la primera parte. Luego aclara las fases. La primera es la fase cero. No me cuadra porque me explicó Don Manolo en Estrigueiras que lo primero no puede ser el cero, pero háganle caso a Pedro, que es economista. Sánchez economista y Ana Obregón bióloga.

O sea que lo que algún papán definió como nueva normalidad suena a vieja anormalidad, el irritante cate expresivo de la comunicación política.

Un ejemplo. Antes de dar paso a Nadia Calviño y a mi ídola, María Jesús Montero, Miguel Ángel Oliver se puso periodísticamente cachondo y dijo "vamos a construir entre todos una gran rueda de prensa". Prescindamos de interpretar semejante arcano. Parecía, M. A., el Cholo Simeone arengando a Coque y Morata antes de abrillantar con su sudor legionario el verde de Anfield. Nunca caminarás solo, presidente. ¿Construir? El periodista tiene que destruir al entrevistado con sus preguntas. Si no, no es periodista, es Santa María Goretti.

Claro que a río revuelto ganancia de pescadores. Estamos jodidos pero nos quedan los sicólogos. Esos médicos del alma que invitan a llorar cuando le muere a usted alguien. Siento gran respeto por la sicología. En la adolescencia, nadie mejor que estos profesionales para penetrar en la gruta oscura de la sicosis y ayudar, con su brújula científica, a encontrar la luz a quienes no son niños ni adultos.

Pero otra cosa es que salga un sico diciendo que descubrió una patología del confinamiento: El síndrome de la cabaña; que cuando salgamos nos asaltarán siete plagas. Pierdan cuidado. Lo único que va a pasar es que se agotarán las existencias de 1906. Que los grifos no darán abasto surtiendo de espuma la cebada líquida de nuestra vida y que nos vamos a mamar hasta las trancas. Porque la cerveza en casa está bien, pero la cerveza a la que no ilumina el sol de mayo, que es como el sol napoleónico de Austerlitz, no es cerveza sino la orinilla espumada de una sor con cistitis y aroma a celda.

Cada vez que hablo de Napoleón me acuerdo de Víctor Hugo. Lo cité el domingo y un compañero, de los mejores columnistas del Diario, habló de su novela Nuestra Señora de París. De él dije en dos mil trece —del jorobado no, del compañero—), que escribía como dios. Me alegro que el Diario lo fichara. Seguro que nos separan cosas, pero nadie esnifa como yo la buena literatura. La de Antón Prieto.

Como la página de Mosteiro sobre Agapito. A Santy lo conocí en el noventa y ocho, reportero en el parricidio de Rande.

Santy conserva la misma cara de niño travieso que tenía, pero está más armario. Santy es de los pocos Benito Soto que nos van quedando, uno de esos contados piratas veteranos del periodismo local que olisquean el pasado de nuestra intrahistoria, el viento trasero de una Pontevedra que hoy hacen, dirigen y escriben muchos advenedizos que no saben a qué olía el basurero del Borrón.

Hay más literatura en el reportaje de Agapito que en muchas novelas policiacas que decoran escaparates. Lo digo yo, el decano de los columnistas del Diario, mi primera columna aquí en el ochenta y tres.

Vamos terminando. Jorge Javier Vázquez dijo que su programa es de maricones y rojos. Nihil novum sub sole. Esto, Jorgiño, ya viene diciéndonoslo Vox de España hace tiempo. Hay algo frentista en Vox y en Jorge. Los paisanos de Goya con las garrotas. Conviene relajar el ambiente.

Volver por la senda de los becerros. La foto del Diario del otro día. El becerriño caído y atrapado en un arroyo en Valadares, Vigo. Pobriño. Su mamasiña-vaca que lo mira, tierna y preocupada y él, sorprendido y asustado —pero no abandonado por ella—, que mira al fotógrafo con esa mirada con que los niños dicen a los adultos que ellos no pueden morir. Miren la foto. Reconcíliense con la vida.

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