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El silencio de los lechales

A HORA que anda Pepe Solla lamprea en mano diciendo que eso es alta cocina llegó el congreso de Podemos, también alta cocina pero al estilo Hannibal Lecter. Le llamaron Vista Alegre II, pero podría ser Chosquera Triste, Presbicia Pesimista o Astigmatismo Caníbal. Incluso El Día de la Ira. Porque Iglesias, papador de críticos, antropófago de disidentes, se va a comer a los oponentes internos en una purga que tiene mucho de matanza cochinera, de ritual culinario. Breogán Riobóo sabe de esto. Iglesias recuerda a Hannibal Lecter, que cocinó al flautista de una orquesta sinfónica por desafinar en concierto. Lecter bajó levemente la ceja ante un gallo en do menor. "Joder, cómo desafina el cabrón éste". Y resolvió que a semejante Landrú melódico había que jubilarlo incluso de la vida. Algo parecido a lo que en su día hizo en política Iglesias con Sergio Pascual, errejonista hasta la médula y con el que empezó todo. Todo es el momento en que se fue al carajo la relación entre Pablo e Iñigo. Iglesias es el Hannibal Lecter de Podemos y Errejón el doctor Chilton, que puteaba a Hannibal privándolo de dibujar en la celda. Hannibal decía al inspector Pacci que estaba considerando la posibilidad de comerse a su mujer, pero luego desistió y en vez de merendarse a la patrona lo subió a un carretillo con una soga al cuello previa incisión en el vientre. Después lo descolgó en aquella plaza florentina para pasmo de unos chinos que atendían la explicación del guía. Los chinos nunca creyeron que un paquete turístico llevase incorporado una dosis semejante de telerrealidad, que a ver qué agencia de viajes te incluye en el bono un fiambre cordelero con el duodeno y el yeyuno al aire. Los chinos creían haberlo visto todo con Mao, que solo les permitía como propiedad privada los utensilios de comer y la cama. Pero la casquería de un polizonte caza recompensas esparcida por la piedra supera un Plan Cuatrienal del comunismo más extremo. Hannibal Iglesias está valorando si en el Consejo Ciudadano de Podemos se come a Tania Sánchez, a Errejón y a Rita Maestre. Tania fue novia de Iglesias, pero esto no opera en el código podemita como circunstancia atenuante. A Errejón lo abrazó después de saberse vencedor en los resultados del Congreso, pero ese abrazo fue como el beso de la muerte que se daban los de la Cosa Nostra una vez encargado el asesinato del compañero. De momento no se comerá a Irene Montero. Dicen que Irene es su novia y esto sí opera como circunstancia atenuante. Irene puede actuar con Errejón como Clarice Starling. Clarice era aquella hortera apañada de bolso caro y zapatos baratos que enternecía a Hannibal. Tanto lo enternecía que en la secuela, al calcetarle las esposas Clarice a Hannibal, éste se corta su mano en vez de ella, lo que viene a ser como una inmolación sacrificial, la reedición de la bella y la bestia. A Clarice, recuerden, la atormentaban los balidos de los lechales cuando los mataban, que puede ser lo que le suceda a Irene con Errejón, que se conduela e interceda por él ante Iglesias Lecter. Lecter cocinó al flautista con setas e invitó a unos pedantes neoyorquinos a cenar. Mientras servía el vino le preguntó una señora con qué plato los iba a sorprender esa noche. Lecter, secando el culo de la botella, solo dijo me temo que si os lo dijese no os lo comeríais. Y claro. Los comensales se lo tomaron a coña porque cómo iban a pensar que estaban cenando mollejas de flautista desafinado a las finas hierbas. El Consejo Ciudadano de Podemos, previsto para el sábado, promete un espectáculo similar. Culturetas resabiados, pasados por la universidad pero reconvertidos a políticos, comiéndose el plato antropofágico de Iglesias Lecter. En las novelas de Thomas Harris (y en las pelis) hay otro momentazo. Aquel en que al poli malo que chincha a Clarice le saca Hannibal el casquete craneal y le corta un trocito de seso mientras le explica a la agente Starling que el cerebro es indoloro. Luego, vuelta y vuelta en la sartén donde crepitan aceite de oliva, perejil y orégano para darle de comer al poli malo un exquisito trocito de su propio cerebro. El poli, comensal agradecido, dijo "hum, está bueno". No sé si el sábado Iglesias Lecter llegará a este punto de alta cocina. Pero que cocinará, fijo. De momento, Errejón anda calladito y diciendo que él está a la orden. Home non. La perspectiva de una sartén hirviente modera mucho. Tanto que convierte al discrepante en un hombre de partido. A lo mejor el sábado, para cenar, mollejas de Errejón.

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