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Judías "a lo Sánchez"

photo_camera Pedro Sánchez participando, el jueves, en la cumbre virtual de líderes del G20 para abordar la pandemia del coronavirus. BORJA PUIG (EFE).jpg

El virus demostró que no se pueden matar moscas a cañonazos. Recuerden. Blindados en la Plaza de América, una de las primeras imágenes de la TVG. El bicho llegó para quedarse un rato y llevársenos por delante a algunos. La muerte roturando el surco de la vida. Renacer para morir, el continuum biológico. Observen la naturaleza. El fento verde que germina entre el parduzco que muere. Lo comprendí el otro día, coyunturalmente urgido a cagar de campo (disculpen).

Aparte de matar, que esa es su profesión y de eso vive, el virus también mostró que Pedro Sánchez es uno de los presidentes de gobierno más aburrido de la democracia.

Cuezan unas judías y prueben comérselas a pelo ¿Ya? Bien. Ahora prepárenle un rustrido de tomate, ajo, una miaja de cebolla picada y unos cuadraditos de jamón o panceta ligeramente dorados en la sartén con un poquitín de vino blanco; añádanle unas patatas troceadas y unos huevos cocidos abiertos en dos para dejar la yema a la vista; riéguenlo todo con tres cucharadas de aceite de oliva virgen-extra y espolvoréenlo con un poco de pimentón de la Vera dulce. Sazón mínima. Se chuparán los dedos.

Entonces, a santo de qué, Pedro Sánchez en máxima audiencia, empeñado en emular al plato de judías huérfanas: insulso, aburrido, pesado. Lector torpón de tele-prónter. Insisto. Por qué esa renuncia culinaria a las judías enriquecidas; por qué esa obstinación en imitar a Fidel Castro enrollándose en la cantidad de internet utilizado; por qué el sopor. Necesitamos alguien que enardezca. Un Churchill, por ejemplo, no un notario artrítico de Tomelloso.

Hay que estar muy chosco para ver en Sánchez el tirón anímico que precisa el país. Sorprende la lobotomía de los que aplauden el peñazo cuando lo que demandamos es un chute de vitalidad en el alma, una jeringa cargada de adrenalina rompiendo la piel, esquivando las costillas y clavándose en el centro del corazón. En fin, allá tú, presi. Por avisarte que no quede...

Hay quien dice que el covit-19 será la tumba política de Sánchez. A lo mejor. De lo que no hay duda es que será recordado como el Don Pelmazo del coronavirús. El causante exclusivo de una deserción masiva de televidentes a Netflix.

Necesitamos a alguien que enardezca. Un Winston Churchill, por ejemplo, no un notario artrítico de Tomelloso

Pedro abrió un restaurante y puso como plato estrella judías "a lo Sánchez", pero eran de orfanato; y al día siguiente, claro, no fue ni dios. Iván Redondo and Company deberían ir adobando las hortalizas si no quieren ir echando el cartel de cerrado al cenador de Moncloa. Y ojo con lo de las diligencias abiertas por lo de la manifa, que ahí puede haber tomate si existía ese informe alertando de la presencia inicua del corona. Si no hubo congreso del móvil a ver por qué carallo la manifemi.

Por eso mi heroína es la Ministra Robles, inmejorable apellido para mandar la tropa. Buena esencia en tarro pequeño. Margarita es la representación de un PSOE serio, veterano, experto en lides de gobierno que, a duras penas, sobrevive a los lactantes que lo dirigen en Madrid. El ciprés Felipe.

Dice más la seriedad pausada y firme de Margarita, sin el bastón de la lectura, que todos los datos recopilados por los cuatro chupatintas del presidente. Era Splengler ¿no? el que decía que a la humanidad y a la civilización terminan salvándolas siempre un pelotón de soldados. Pero hay que completar la cita: También de sanitarios, limpiadoras, transportistas...

Margarita no necesita prótesis estadísticas. Margarita agarra la alcachofa televisiva y dice, como Cisneros, esto son mis poderes. Así que de momento todos en casita, que en última instancia ya irá el ejército a fumigar, a trasladar, a apatrullar; si hace falta, a cavar para enterrar a nuestros muertos. Sánchez es la inquietud, la intranquilidad, el desasosiego; Margarita la experiencia, la calma, la cordura. Hay dos maneras de llegar a la política: sin puta idea ni experiencia o con una profesión y unas tablas acreditadas. Ahí lo dejo.

Pero no nos equivoquemos. Que Sánchez no dé cuenta del recado no eleva la talla política de Avecrem Casado, dedicado a enriquecer el debate con su petición de funeral de Estado. De momento bastante tenemos con sobrevivir, aún no devorados todos por la glotonería bulímica del virus. Menos carro antes que os bois, Pabliño...

Dicen que cuando Cassius Clay iba a enfrentarse a Sonny Liston, en Nueva York se montó tal pifostio por las entradas que la pelea amenazaba con trasladarse a la calles. Los dos eran negros.

Cassius era la fuerza emergente de la juventud, un vendaval de baile pernil aguardando el momento del crochet definitivo; Sony encarnaba la experiencia; era, Sony, el ídolo invencible de la multitud.

Una señora mayor y adinerada de la avenida del parque, la más cara de Manhattan, comentó a su kiosquero ante el rebumbio formado: "¿Todo esto por ver pelearse a dos negros? Le juro que no lo entiendo; si quiero ver pelear a dos negros no tengo más que arrojar un billete de un dólar desde mi balcón".

Hay en este momento entre los actores políticos del Congreso un señor muy parecido a la my lady de Central Park. Deliberadamente arroja mierda desde el atril de oradores a ver si Sánchez, Casado, Arrimadas y Abascal se lanzan a recogerla y escornan entre ellos. No sé ustedes, pero yo le veo el plumero a la Rufiana.

Tomás Moro vivía en Chelsea feliz con su hija y su mujer. Tenía prestigio, una casa con jardín a orillas del Támesis y era uno de los principales consejeros del Rey Enrique VIII. Enrique quería divorciarse y Tomás no lo veía posible. A tal punto llego su testaruda coherencia que el monarca no encontró mejor manera de vencerla que cortarle la cabeza. Tomás retribuyó al verdugo para que hiciera bien su trabajo y le perdonó su obediencia debida. La cabeza de Tomás Moro permaneció clavada en una pica un mes en la Puerta de los Traidores.

Los políticos aburridos que minimizan su erosión personal por el virus deberían repasar la historia de Tomás Moro, e imitar su coherencia y su honestidad. O dicho de otro modo: Meterse donde les quepa el interés por su partido y su futuro político para currar unidos. Solo así podremos creer en ellos.

Hitchcock contó a Truffaut que cuando entrevistó a Rod Taylor para protagonizar Los pájaros, Taylor, que no se lo creía, no sabía cómo agradecérselo. Era casi un desconocido. Luego le manifestó sus dudas al Mago: "Míster Hitchcock -le dijo- los pájaros... ¿No nos robarán protagonismo?"; Hitchcock lo miro como un padre condescendiente a un hijo inexperto y le soltó: "De eso precisamente se trata, Rod, de que los pájaros sean los protagonistas, no tú". Eso deben aprender nuestros mandatarios, que el protagonista es el covid-19, no ellos.

Como incluso más temible que la virulencia del bicho es la crisis económica que vendrá, convendría que los mercaderes del templo, o sea los burócratas de la UE, comenzasen a sacudir la faltriquera. Pero no.

Recuerda, su tacañería, al protagonista de aquel chiste de Chiquito. Un tío muy creyente pero muy agarrado que seguía las misas de los domingos por la tele. Y que cuando aparecía el del cepillo pidiendo el donativo la apagaba ¡Jarrrl!

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