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Pensei que fora o cabalo

Rodrigo Rato durante el juicio. FERNANDO VILLAR (EFE)
photo_camera Rodrigo Rato durante el juicio. FERNANDO VILLAR (EFE)

Todos los días al anochecer mi compañera dice que le riña a nuestra hija. Martina acude, disciplinada: Papi, vengo a que me riñas. Entonces adopto mi mueca más severa y la miro: que no se vuelva a repetir, hija ¿de acuerdo? Sí, papi. Y se va. Y encantados ambos. Sucede, como decía, todos los días excepto los fines de semana, que descansamos.

Los motivos de tan extravagante reprimenda me resultan tan desconocidos como a ella, pero su madre considera instructivo que la reprenda. Por nada, por supuesto. Es lo de las hostias que las madres propinaban a los hijos en la Plaza de la Cebada cuando el verdugo atornillaba el garrote: toma, esto para que recuerdes lo que te puede pasar si vas por el mal camino; madre, que no he hecho nada; ya, pero es por si se te ocurriera hacerlo.

Lo de La Cebada era un espectáculo, el Gran Hermano de entonces porque allí merendaban viendo como retorcían el gañote a alguno. A lo mejor Mariscal Abascal llama a Profident Casado todos los días y le riñe. Casado dice que no ha hecho nada y que está tratando de aproximarse a él, pero Abascal le recuerda que es para que no se aparte del camino recto. El camino recto conduce a Aznar, porque todas lo caminos de la derecha, en sus múltiples trochas, conducen a Aznar.

Parece increíble pero ningún sendero lleva ya a Mariano. Mariano es como una de ésas vías relictas que el trazado del AVE desusó, vestigios de un pasado relumbrante que ahora ocultan las zarzas. Mejor para él, que vive mejor ¡Quen me dera!

O sea que Abascal, a veces, le da una hostia a Casado: acuérdate que un día fuiste la derechita cobarde. Mi hija atiende mi filípica sin contrariarme porque cree en mi autoridad, y Casado atiende la de Abascal porque cree que los votos de Vox puede arrejuntarlos a los suyos y conseguir así lo que siempre ansió, presidir esa jaula de grillos histéricos que es la comunidad de vecinos de España. En esto no difiere de Queroseno Sánchez. Ambos lograron hacerse con sus partidos democráticamente. Otra cosa es que la democracia consiga acertar en toda circunstancia.

Decía un buen amigo, moderadamente crítico con el sistema democrático, culto y académicamente preparado, que su voto no podía valer lo mismo que el de Neno, aquel santiño al que la corrección política llamaría hoy discapacitado. Yo le daba la razón: Por supuesto que no. El de Neno debería valer dos veces el tuyo.

Ahora Vox quiere reconquistar Granada, como cuando las tropas de Franco tomaron Madrid, que la gente gritaba ¡a Portugal, ahora a Portugal!; menos mal que nos más allá, porque se hubieran despeñado al mar. Por fin, después de cuatro lametones y dos mordiscos cariñosos en el cuello de Vox, Moreno Bonilla, que tiene apellido de bolsa de patatas fritas, seduce a la derecha extrema -que no a la extrema derecha- y se disponen ambos a copular políticamente (A lo mejor en la próxima columna explico la diferencia entre extrema derecha y derecha extrema, que no queda en los matices sino en realidades distantes).

Al tsunami de la riña se subió Rato, que también riñó a la fiscala. Le dijo que su tiempo vale oro (el de él) y que no había entendido nada (ella). Pregunto yo, por mí parte, a qué tanto estrés cuando la Moleskine de Rato prefijaba, para después de su declaración, volver a la cárcel. A Rato se le escapó, como atavismo, la deformación profesional, tanto tiempo mandando que te crees acusador. Tanto que cayó en la trampa la fiscala, entrando en dialogo con él cuando lo que tendría que haber hecho es pedir amparo al tribunal: con la venia, la fiscala interroga y el acusado responde. Solo. Y habría concluido esa suplantación de roles, intolerable y ajurídica que no consentiría el más modesto y novato juez de instrucción.

De todos modos, la historia judicial está hecha de preguntas trascendentes. Hace muchos años en la Audiencia Provincial de Pontevedra, por ejemplo. Interrogaba un fiscal a una prostituta acerca de si respondía a un concreto apodo, a lo que ésta contestó é certo, si señor; tanto como que a vostede lle chaman o Carallo Campante; o aquella con la que una magistrada lucense interrogó a un imputado buscando un delito de cohecho: ¿le regaló usted grelos al alcalde?

En fin. Que Rato no se pareció en nada a Pu Yi, el último emperador chino, que aceptó de buen grado -aunque con cierta melancolía- pasar de ser Dios a un ningúen. Rato declama arrogancia porque a mí no hay quien me quite que tiene, enterrada en la leira, pastuqui gansa para ir tirando. El buen comportamiento y el paso del tiempo harán el resto. Hay presos como Rato, de holgura económica, a los que habría que cobrarles la manutención y la pernocta carcelaria, que sufragamos todos y luego aún tenemos que poner arandela para rescatar a Bankia.

Pero estábamos en que Vox juega al gato y el ratón con el PP como Podemos con el PSOE. Le dijo Vox al PP que si le enseña su cosita a lo mejor le enseña él la suya. Y en esto que sale el Rufián y dice que unos de Podemos le ofrecieron la cacheira de Borrell si apoyaban los presupuestos. Ferreras le preguntó si podía decir quiénes. Rufián dijo que jamás pero que no eran unos diputados cualquiera, que eran altos dirigentes de Podemos, un dúo. Rufián se negó a desvelar de qué color era el caballo blanco de Santiago. Pero por si no hubiera bastante apareció el que faltaba, o sea Villarejo, un Torrente refinado, amenazando epistolarmente a Sánchez con contar qué político español se lo hacía con una cabra. Villarejo lleva tiempo “apatrullando” España y rompiéndole el meñique a algún político.

Decía José Sacristán hace poco que en el Chinchón de su infancia, en el culo de la Castilla más castigada de los años cuarenta, cogía el candil de aceite y con un frío de cojones se iba a cagar al corral. Me pregunto si el paso del tiempo no confunde a Sacristán y donde realmente se aliviaba no era en la Carrera de San Jerónimo. La política en Madrid hace tiempo que hiede -no precisamente a rosas- y España se parece cada vez más a un alabañal. Sustituyan albañal por cortello.

Por eso creo imprescindible que se retomen las buenas maneras, el savoir faire y el juego limpio. Como cuando Gonzalo Ramhalo Eanes visitó el Reino Unido como presidente de la República Portuguesa. Iban él y la reina en la carroza, correspondiendo a los vítores entusiásticos del público cuando, sin previo aviso -cosa lógica tratándose de un cuadrúpedo-, uno de los caballos se tiró un descomunal pedo que hizo tambalear la calesa. Siguió un pestilente olor y aun cuando la Reina Isabel había optado por fingir no enterarse del horrísono sonido, no pudo disimular su arrobo al notar en su real napia el desagradable tufo. Y se disculpó. Ramalho Eanes, viendo el azoramiento de la monarca dijo: non se disculpe, maxestade; confesolle que por un momento pensei que fora o cabalo. Un caballero.

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