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¡Que vuelva Villar!

Federacion Galega de Futbol
photo_camera Ángel María Villar. ARCHIVO

LA MEJOR novela sobre jubilaciones es La hoja roja, de Delibes, y la mejor sobre el desempleo, Miau, de Galdós, las penurias de la cesantía dramáticamente narradas. Cesante es el término decimonónico que definía al desempleado de hoy. El cesante era un parado de bombín y contera y eso son los entrenadores, cesantes ocasionales. El entrenador nace, crece y muere en una historia de cesantía cíclica. Llegan, ilusionan verbalmente y ganan algunos partidos; después, sus equipos entran en mala racha y caput. Más fácil echar a uno que a veintidós. Nada nuevo bajo el sol. Ocurre desde que a un troglodita se le ocurrió dar una patada a la calavera de un primate inventando así el balompié. Supongo que había otro troglodita que contemplaba la escena y le sugirió que golpease con empeine interior: así nació el entrenador.

Miguel Cardoso pretendió ganarse a la afición del Celta recordando cuando venía los sábados desde su Portugal natal al Corte Inglés, guiño populista infructuoso. Cardoso pretendía el frescor de lo nuevo, el contagio ilusionado del recién llegado, pero pronto lo envejecieron los resultados. Ya conocen el rollo: "quiero un equipo que sepa jugar sin balón, solidario" ¿Cuántas veces han escuchado esto?

Estudio a los entrenadores de fútbol con la pasión y la paciencia del entomólogo: diseco sus declaraciones, las disecciono y las analizo. A veces, en una especie de autopsia forense, certifico la causa de su muerte profesional, de su cese. Años escuchando entrenadores ¡uf!: sus alegatos ilusionantes al aterrizar en el club, sus excusas cuando palman, su jactancia indisimulada al ganar; incluso sus plañidos cuando los ponen en la calle: "Lo que importa es el club, he dicho a los chicos que apoyen al nuevo entrenador". Sé sincero, coño: estás jodido porque te han echado ¡Quema al menos el estadio!

Primero fue Muñoz. Decían unos que tenía una flor en el culo; otros, que el ramo fresco de una novia el día de su boda. Era verdad, tenía suerte. Pero además era un zorro viejo. Entrenando Muñoz al Madrid, Di Stéfano, que era el Messi de entonces tiró en una concentración el plato de la comida ante sus compañeros y dijo que aquello era una puta bazofia. Muñoz tenía dos opciones: Mantener el principio de autoridad expulsando del comedor a la saeta rubia y pidiendo a Santiago Bernabeu que lo expedientase o, menos jerárquico pero más efectivo, seguir sorbiendo la sopa. Cocinero antes que fraile, Muñoz opto por seguir sorbiendo la sopa. Como si nada. Di Stéfano se calmó y el Madrid ganó ese partido, liga y Copa de Europa. Muñoz sabía que perder a Di Stéfano era dispararse en la cabeza con una Magnum.

Un entrenador no puede enseñar a un jugador a regatear. Puede motivarlo o joderlo vivo, pero solo eso. Como hizo, por cierto, uno de Baracaldo con Sarabia para que no le robara protagonismo: En un mismo corral no pueden coexistir pacíficamente dos gallos, sobre todo si uno de los gallos es de Bilbao y el otro uno de los más virtuosos delanteros de entonces.

Luego vino Berizzo. Que decía que no se podía salir al campo a dar patadas (coma) pero que había patadas que en el campo no podían dejar de darse (punto y final). El Celta de Mostovoi había empatado en el Camp Nou y llegó a la final de Copa, pero necesitó eludir el tiqui-taca para recurrir al juego minero, que es una modalidad del juego subterráneo solo que más pedestre. Berizzo, que era un poeta pampero al que habían acusado de homófobo en Francia y que tuvo los huevos de decirle a Orellana "eres muy bueno pero como aquí mando yo no vas a volver a jugar", hizo de las coces filosofía y explicó con esa frase cómo habían tenido que frenar Rivaldo: leña al mono.

Respeto profesionalmente a los entrenadores pero no me creo la imagen que pretenden, interesadamente, proyectar de sí mismos. Me merecen la misma consideración que cualquier otro colectivo profesional. Y como cualquier otro colectivo profesional -el mío, por ejemplo-, están sometidos a la crítica, sobre todo porque su labor trasciende al ámbito público. Vamos a mejorar esto, dicen cuando llegan. Leria y marketing. Pochettino era el mejor hace un año y lo cesaron el otro día. Cola para comer a la puerta del resultadismo. Mucha oferta y la demanda justa. El entrenador cesado me parece la mejor personificación del refrán aquel, el que a hierro mata…

O sea que todos parecidos excepto Cruyff, que revolucionó el fútbol con su zumo de naranja mecánico y su alegría ofensiva, que innovó y convirtió en insoportable el amarrateguismo italo-argentino, colocar el autobús bajo la portería y colgar a los once del larguero.

Luis César Sampedro hizo gala, en sus primeras comparecencias como entrenador del Depor, de una superioridad distante y seudocientífica que me llamó la atención: daba la impresión de que venía de ganar la Premier con el Liverpool; semejaba un colonizador de analfabetos futbolísticos que él iba a ilustrar. El Depor de Mauro Silva jamás pensaría en Luis César Sampedro más que como utillero. Pero el Depor de hoy, que más que un técnico necesita un sacerdote experto en extremaunciones y un censor jurado de cuentas que vigile sus deudas, le ofreció el cargo. Sampedro, sin más otro entrenador, parrafó largo y con superioridad. Parecía enseñar física cuántica en vez de fútbol y ser él el único depositario de esos conocimientos. Lo vi venir: Outro. Semanas después de su debut lo único que brilla de sus estrategias es su reluciente y pulcra testa. No digo que sea un mal entrenador, digo que es un entrenador más. Uno de tantos. Ascendió con el Nastic a Primera, pero es posible que descienda a Segunda B con el Depor. Si antes no lo echan, claro.

A toda la Pontevedra futbolística le pareció muy bien el limpia parabrisas de Pouso. A mí no. Reconozco una cierta originalidad a la frase. Me agrada esa campechanía potera de boulevard donostiarra del nuevo técnico. Pero por favor, señor Pouso: no nos enseñe la diferencia entre verticalidad y juego especulativo. Pasarón vio a Di Stéfano. Yo mismo, que soy mayor, vi bajo la lluvia empatar al Barcelona en primera en el 69. Sabemos algo de fútbol.

Por favor, señor Pouso, no nos enseñe la diferencia entre verticalidad y juego especulativo. Pasarón vio a Di Stéfano

Brian Clough cogió al Derby County en segunda, lo ascendió a la Premier y gano dos ligas. Venido arriba pidió mejorar su contrato. Su presidente lo encaró: "Mira, Brian, no puedo prescindir de todos los futbolistas ni de la afición; y yo, Brian, soy demasiado rico para marcharme porque, te seré sincero, esto me entretiene mucho; valoro tu trabajo, Brian, pero lo único prescindible aquí eres tú". Clough murió alcohólico.

Los entrenadores son accesorios y los jugadores lo principal. Si los jugadores son buenos y quieren, hacen estrella al entrenador; si lo quieren fracasado, lo logran también. No se engañen. El Barcelona de Guardiola era, en realidad, el Barcelona de Messi y Xavi.

Por eso creo que se está dando demasiada importancia al tema del seleccionador español. No es más que otra pelea de gallos ególatras con un árbitro chosco: el Presidente de la Federación. Un Moreno contra un Rubial. Si tal, que vuelva Villar.

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