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Rebelión en las urnas

A nadie le agrada reparar en la propia arrogancia, sobre todo si eres del partido minoritariamente mayoritario
Casado, Iglesias, Sánchez y Rivera, durante el último debate televisivo previo a las elecciones generales. EFE
photo_camera Casado, Iglesias, Sánchez y Rivera, durante el último debate televisivo previo a las elecciones generales. EFE

SOBERA preguntó al chaval: –"¿Tú cómo te defines?"; –"¿Yo? Yo maricón, muy maricón. Y además con pluma; soy un maricón orgulloso y con pluma, y creo que la pluma debe cortar". No entendí lo de la pluma porque la pluma es acariciante y cosquillosa, pero el resto me pareció un tratado de filosofía urbana no apto para Espinosa de los Monteros. El chaval era una preciosidad física: moruno, cejas espesas y una mata de pelo levemente ondulado que caía por debajo de los homóplatos. Si fuera gay intentaría tirármelo. 

Ese pelo me recordó al Johnny Deep de una peli que no iguala la novela que la inspiró. Me la trajo el verano, la novela. Peter Hedges la tituló "¿A quién ama Gilbert Grape?". Una bofetada de ojeo despistado por un rastro y por dos euros pasé seis deliciosas tardes con ella. Meaño, la hamaca...

Gilbert es un veinteañero que vive en un pueblo de EE. UU., Endora, de poco más de seis mil habitantes. No difiere la vida allí de cualquier otra pequeña población norteamericana: el bar, el supermercado familiar que comienza a verse superado por las grandes franquicias alimenticias, la aseguradora y la iglesia. Por su puesto el sheriff. 

La existencia de sus habitantes discurre tranquila y la acción se centra en Gilbert, que vive con su familia en las afueras. Gilbert trabaja en el Supermercado y la familia sobrevive gracias a él y a su hermana Amy, profe ocasional. Además de Gilbert y Amy, sus hermanos Larry y Janice, que viven en la distancia, envían ocasionalmente algún cheque, pero han rehuido deliberadamente una situación familiar compleja. 

Luego está Ray, subnomal y a punto de cumplir los dieciocho años y su hermana adolescente Ellen, exultante por el reciente abandono de su corrector bucal y exclusivamente ocupada en su físico. La madre de todos ellos, doscientos veinte quilos de obesidad mórbida, renunció a salir de casa porque es el hazmerreír del pueblo. Vive en la planta baja y su gordura comenzó cuando su marido se ahorcó en el sótano, pero ella aún recuerda que un día fue la mujer más guapa de Endora. 

Ray, el hermano subnormal adora a Gilbert y Gilbert lo trata a él como a un hijo. Amy, la hermana mayor, es responsable y cariñosa. Limpia y cocina. La novela describe la difícil convivencia y los problemas familiares, que descansan en Gilbert y Amy y se resuelven gracias a su trabajo y sentido de la responsabilidad. Los otros hermanos, Janice, coqueta, superficial y desapegada y Larry, distante y frío, son incapaces de afrontar la más mínima dificultad. Les basta con tranquilizar su conciencia con los cheques. La madre, por su parte, es esclava de su exceso de arrobas y sobrevive viendo la tele y engullendo comida basura. 

Del rapaz de First Dates pasé a la familia Grape y de la familia Grape a la familia política de San Jerónimo, que es un cristo como la familia Grape pero con estudios y posibles. La élite, le llaman. Analicemos a sus integrantes. 

Sánchez se erigió en líder del partido más vistoso y votado de la democracia gracias a los berreos del sector más atolondrado y juvenil. Ferreras, que no es el mejor periodista de España pero es el que mejor interrumpe, puso a Sánchez la conversación en que manda parar a un periodista. Sánchez se vio y no se gustó. A nadie agrada reparar en la propia arrogancia, sobre todo si eres el partido minoritariamente mayoritario. Menos mal que hay otro PSOE. 

Iglesias. Si no leyó la "Autobiografía de Federico Sánchez", de Jorge Semprún, debería. Lo leí en el cielo del jet-lag y enseña mucho sobre las fecales del comunismo. Lo inteligente era que Iglesias aceptase lo que le ofrecía el PSOE. Los votos de Iglesias dan para lo que dan, y no dan para ubicarse extramuros del sentido común político y la proporcionalidad de los votos. Me parece que sigue queriendo ser ministro del Aire. 

Rivera. No hay líder en la historia de la democracia que haya coceado tanto capital político como había acumulado. Primero sustrayendo de Cataluña a Arrimadas y luego negándose a pactar un gobierno con Sánchez. Hubiera ganado notoriedad y se le hubiera valorado su sentido de la responsabilidad, pero prefirió suicidarse. Su epitafio: "Que bien comencé". 

Casado. Le han recomendado perfil bajo, tontería expresiva porque el perfil no puede ser bajo ni alto, sino prominente o no. El perfil es siempre latitud. Lo que le sugirieron, en realidad, es que se convierta en un émulo de Rajoy: "yo qué quiere que le diga" y, sobre todo, "llueve mucho". Mi padre lo vio venir (a Rajoy) cuando fue a pedirle una ayuda de estudios para que yo cursase Derecho en Santiago. Rajoy lo mandó cortésmente al carallo (metafóricamente hablando) con una holgura y hondura argumental que anticipaba su futuro cielo presidencial: Vino a decirle que Santiago quedaba muy lejos y que la UNED estaba en la azotea de Caja Pontevedra, en pleno centro. Tenía razón porque aún no había autopista. Nunca podré agradecerle lo que hizo por mí. 

¿Y el pueblo? Lo más potable. Como Gilbert y Amy. Trabajador, responsable y en su sitio. Sobre él descansa todo y sobre él descansa, también, la siesta irresponsable de la élite. Pero el pueblo, vaya usted a saber, a lo peor se harta y decide que el sufragio activo es un derecho (no un deber, como en Italia) y el día de las elecciones se va al vermut o a la aldea. Rebelión en las urnas, o sea. 

Y hasta es posible que tire de coloquialismo, el pueblo, y diga que vaya a votar su puta madre.

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