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¡Taxi... Taxi!

Cristiano Ronaldo pasó esta semana por la Audiencia Provincial de Madrid para aceptar su condena por fraude fiscal. EMILIO NARANJO.
photo_camera Cristiano Ronaldo pasó esta semana por la Audiencia Provincial de Madrid para aceptar su condena por fraude fiscal. EMILIO NARANJO.

ESTA SEMANA tropezó nuestra clase política con un nuevo y trascendente objeto de debate, la patata. Ábalos dice que la patata caliente del taxi es de las Autonomías y las Autonomías que del Estado y los Ayuntamientos. Aquí en Pontevedra teníamos a un conocido melómano amateur, Ismael Patata, que se dedicaba a soplar un saxofón plástico pequeñito, de esos que agenciaban los niños en los chiringuitos de las fiestas. Si Ismael viviera podría mediar en el conflicto tocándole un jazz a Ábalos y al resto de actores en el conflicto. Qué país. Cuatro taxistas montan una cacharela y regresan a los políticos de la luna. Triste recurso incendiar lo cotidiano para provocar el amerizaje. Madrid y Barcelona en llamas mientras Ábalos acaricia su perímetro abdominal, que recuerda al de Picón, y dice que el cachelo hirviente no es suyo. Ábalos no es Barrigaverde, es Barrigatranqui. Arden el madroño y la ciudad de los prodigios mientras que él, como el quiet man de Ford, se sube al taxi y le dice al taxista lo que Martín Marco, el personaje pobre y miedoso de La Colmena a la propietaria del café: he quedado con un amigo que me iba a invitar, pero no ha venido y no puedo pagar el cortado. Entonces la dueña llamaba al camarero: ¡Consorcio! -el camarero se llamaba Consorcio-: a la calle con este muerto de hambre, pero antes dos patadas bien dadas donde se tercie.

Como no pueden patear a Ábalos, las patadas se las van a dar los taxistas a las Comunidades Autónomas, que sirven para eso, para que las pateen. Ábalos se puso de perfil, que es la mejor postura para cuando la calle comienza a tirarle coces a la clase dirigente, y dejó la competencia a las Autonomías, siempre deseosas de asumir (lo que sea) para jugar a los Estadiños.

Ahora ya saben en la Generalitat que la competencia tiene Anisakis, da pirrilera e impide centrarse en lo importante, que es el proceso independentista. Los independentistas pensaron que gobernar era llamar represora a España pero se encontraron con que al Mobil World Congress no va a entrar ni Dios. Lo vocearon los taxistas condales que, al parecer, ya toman chocolate con churros con Torra.

Cualquier evento es un buen pretexto para huir de la rutinaria cotidianeidad de provincias, del modelo urbano (¡uf!) y del dilema sobre si Pontevedra es una ciudad exclusiva de camareros y funcionarios o también de culturetas, porque en Pontevedra no se discute qué van a comer nuestros hijos, sino cuantas exposiciones montamos y a cuantas conferencias asistiremos: Manolo ¿qué toca hoy, conferencia o exposición?. O Colón. Colón también es un tema de supervivencia en nuestra ciudad. Su origen, su raza. Llevamos un siglo intentando que Colón nos dé comer, pero Colón, que no es Froiz ni el fraile encargado del comedor de San Francisco, permanece impasible, sordo a nuestras demandas y tocándose los huevos en su pedestal.

Yo ya escribí aquí una columna sobre mi hartazgo colombino, se titulaba Estoy hasta los Colones. Algunos colombófilos -que aparte de a las palomas adoran a Colón- se cabrearon conmigo. Los colombófilos son buena gente y no llegaron a extrañarme de Villar Tonucci.

Vuelvo a la huelga del taxi, que se ha extendido al Congreso de los Diputados dejando el Decreto del alquiler solo, fané y descangallado. No hay taxista que lo lleve al destino aprobatorio. El Decreto está triste ¿Qué tendrá el Decreto? No hay quien me quite que el Gobierno, que no es parvo, juega al victimismo para arañarle unos votos a Chef Tezanos: nos preocupamos por los pobres, señores electores, pero el resto de grupos políticos ¡qué malos son! no nos apoyan. A lo mejor les vale el argumento autárquico, la lágrima que busca conmiseración, el efecto Calimero.

La pena funcionaría aquí como el gasógeno de Franco, que era el sucedáneo de la gasolina como la achicoria del café. Errejón igual tiene que recurrir a la achicoria, que a ver de qué come ahora, dijo Echenique. Dijo y se desdijo: Lo siento, Íñigo, me he equivocado y no volverá a pasar. El efecto Botsuana de Echenique conviene que se lo explique a la Seguridad Social, que lo empitonó con 1000 euros (un premio de la lotería) por no dar de alta al asistente. Echenique dijo que recurrirá, pero seguramente quiso decir que recurrirá a otro cuidador al que, esta vez sí, dará de alta, no vaya a ser que le toque de nuevo la lotería.

Íñigo le puso los cuernos a Iglesias con Carmena, una killer vamp que te acuchilla con su sonrisa de buzón de correos. Como Annibal Lecter, que cuando apuñalaba al detective y mientras le mantenía la daga en el vientre le susurraba no se mueva, cuantos más esfuerzos haga sufrirá más. Aquí el apuñalado es Pablo Iglesias. Pablo, inteligente, se resistió poco porque estaba cambiando el cueiro a los gemelos, que se le habían hecho pupú. Y mientras Iglesias, con dos dedos tapándose la nariz rociaba de Nenuco a su progenie, se juntaban Errejón, Baroufakis y Llamazares para fundar -dicen- la izquierda amable, que es esa que promete croca para a los perros, caviar iraní Y Don Perignon para los humanos y un chalet para todos. Echenique, Errejón y Varoufakis consorciados me recuerdan aquella letrilla popular: Xuntáronse tres nunha esquina/abriron de petrina/ puxéronse a mexar.

Propongo cambiar las denominaciones de Izquierda Unida y de Unidos Podemos por las de Izquierda Fragmentada y Unidos Podemos Desunirnos. Voy a repasar El Capital, a ver en qué capítulo habla Marx de esta modalidad izquierdosa que hace de la cortesía ayudas sociales, comida de la empatía y producto interior bruto de las buenas palabras. Aunque para amabilidad la de Cristiano Ronaldo, que compareció con Georgina repartiendo sonrisas como si en vez del Juzgado saliera de Santa María de dar el sí quiero. Faltó el arroz y Don Peregrino.

Cristiano es el primer acusado confeso, conforme y condenado que sale del juzgado firmando autógrafos. A veces se nos va la mano con los políticos, pero si uno de ellos hubiera defraudado seis o siete millones de euros y le hubiesen impuesto dieciocho millones de multa como pena, no lo aplaudían como a Cristiano, sino que lo linchaban esos que se agolpan en los aledaños judiciales gritando chorizo y luego queman las manos aplaudiendo un eslalon de Messi.

El fútbol es una hermosa lavandería de conductas e imparte su absolución al inmoral. Por eso Cristiano, sin vergüenza y con seis botones plateados en su chaqueta oscura, se bañó en multitudes. Le robó la sonrisa a Casado -y el fair play al Chingurri Valverde- y luego cogió la avioneta y se fue a torcer botas a Turín. Las consultas sicológicas están llenas de pacientes cuya patología psíquica es un exceso de amor propio, y es que quererse mucho puede ser fuente de innumerables problemas.

De momento los taxistas, queriéndose tanto con su huelga, consiguieron que buena parte de la población descubra el Metro, más económico y rápido. Bajar unas escaleras hasta la primera boca. O sea que a ver si el gremio del taxi se está disparando en el pie y no se da cuenta porque lo tiene dormido

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