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Vuélvase a Reus

HAY MANERAS de pedir la independencia. Una consiste en llamar a la puerta del Congreso (toctoc) y decir "“buenas, soy Ibarreche y vengo por lo de la independencia. Traigo un plan. Como como ustedes son unos señores condescendientes, me van a decir que sí”". Lo que Ibarreche llamaba Plan, que yo llamaría, para no cocear la lengua, “Propuesta para la constitución de un Estado Vasco”, también lo tenían las Pilucas sesenteras. Que el novio viniese a buscarlas para llevarlas en moto a Mogor. Un planazo. Pero estábamos en Ibarreche, que es un noblote notorio y se plantó en Madrid a pecho descubierto pertrechado de ese aquí estoy yo bilbaíno alejado de prejuicios y fingimientos.

En la mili coincidí con muchos vascos. Sin duda, la mejor gente de España. Ibarreche se quitó la txapela respetuosamente y con ella entre las manos, sin faltar al respeto a nadie, explicó que su pueblo era autosuficiente y que quería vivir en su propio piso en buena relación con sus vecinos. Que tenía agua caliente y calefacción y que con eso le bastaba. Si por la formas fuese y de mí dependiese, Ibarreche tendría la independencia y además el nobel de la paz. Porque pidió con la bonhomía del aizcolari, con la humildad del levantador de piedras que sabe que hará fosfatina sus lumbares pero no puede dejarlo porque lleva en su adenoma ser el más fuerte del caserío. Así son los vascos. Idealistas. Buenos y valientes. Porque van con su cara dónde sea incluso para que se la partan, aunque esto suponga chuparse veinte años de trena por una equivocación asesina, que fue lo que le pasó a muchos burros criminales de Eta.

Ibarreche y su propuesta deberían ser explicados en las facultades de políticas como ejemplo de que en democracia todo tiene defensa si te acompañan las mayorías. Pero estábamos en las formas de pedir. A la catalana, por ejemplo, que es otra. O mejor expresado, la de una minoría de catalanes. Se solicita una entrevista con el Presidente del Gobierno. O me das el cupo vasco o te caneo. Seguidamente, rehusada la propuesta se propala un eslogan tipo Airbag, el “"conceto"” y tal: España es una ladrona que nos empobrece, una tenia adherida a nuestro intestino nacional robándonos la salud. Es importante, para que el mensaje cale, repetirlo mucho en TV3 y hacérselo recitar a los niños como el catecismo. Además, este método pasa porque se sepa que tú (Mas) eres el muñidor de tal empresa pero, al mismo tiempo, borrando pistas. Se trata de evitar que los jueces, comprados por el Estado español, te encalomen.

Tan artificiosa táctica, por la torpeza de sus ejecutores eliminando pruebas intenta suplirse, cuando sus señorías los llaman a declarar, con el acompañamiento de alcaldes que integran una asociación (o una rondalla desafinada y medio frenopática, no lo tengo claro) denominada “Charanga para la Independencia de los Países Catalanes”. En la metodología de ésta “Tío Honorio Big Band” cabe incluso la manipulación de la infancia, a la que se le calceta un farolillo pintarrajeado con una supuesta bandera catalana que no representa más que a una facción del independentismo paleto, el de Colesterol Junqueras.

El independentismo catalán se parece cada día más al Frente Popular de Judea, aquel de “La Vida de Bryan”. Saben. Casi me quedo con Iglesias seduciendo al tronco. Hay mucho más romanticismo en un tronco hablándole a otro tronco (qué pasa, tronco) que en el independentismo echado ala Diagonal. Mejor un tronco que un independentista catalán, Marcelo Expósito, nacido en Puertollano. (Mientras Iglesias adoctrina al tronco, Errejón, pillín, le roba la cartera, el partido y la novia). En fin. Bendito Estado de derecho que detiene en tiempo y forma astracanadas con urnas de cartón y Andorra como observador internacional, que paraliza ese exasperante intento de tomarnos por gilipollas al resto de españoles.

Sea Ibarreche, educadamente, o Mas o Puigdemont meando fuera delorinal, nada nuevo porque España ya vio a Companys declararse independiente desde el balcón de la Generalitat, horterada a la que Alcalá Zamora y Lerrou x, que no querían coñas con la unidad territorial, contestaron enviándole a Batet con unas cuantas baterías de artillería, se conoce que habían leído a Spenglery recordaban aquello de que los problemas de la humanidad siempre termina arreglándolos un pelotón de soldados. ¿La independencia? Miren la foto. Pedir la independencia con esos pelos. Seamos serios. Cómo carallo se puede ir a Madrid a pedir la independencia con el peinado de Expósito o Puigdemont. Para pedir la independencia, “"mirusté”", hay que pasar antes por la pelu. Peinadito de casa, o sea. Si no, llegado a San Jerónimo te arriesgas a una regañina: “"Pero hombre de dios, la independencia con esos pelos. Ande, ande, sea bueno y vuélvase a Reus"”.

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