Blog | El reverso de la semana / A semana do revés

El inexplicable interés por la Ora

No se entiende la urgencia y la insistencia en contratar a una empresa cuando la ciudad no es un caos y hay alternativas

LUGO vive estos días un llamativo debate sobre la Ora. Quien dice Lugo dice cuatro políticos, cuatro periodistas y poco más de media docena de vecinos -algunos erigidos en representantes de colectivos vecinales y empresariales-, porque no da la sensación de que la ausencia de Ora sea el problema más gordo que tienen ahora mismo los lucenses. Se podría discutir, incluso, que sea un problema. Mucha gente vaticinaba un colapso a la vuelta del verano, cuando la urbe recuperara la actividad habitual, empezaran las clases y regresara la lluvia, pero no ha sido para tanto. En algunas zonas y a algunas horas es más difícil aparcar, cierto, pero habría que preguntar a los conductores si prefieren dar dos vueltas a la espera de que quede una plaza libre, o aparcar un poco más lejos de lo ideal, o volver al atraco de la Ora.

Hasta es posible que en Lugo esté sucediendo eso que en Pontevedra tienen tan estudiado porque hace años que lo viven: la expectativa de que va a ser difícil aparcar disuade de utilizar el coche. Solo así se explica que incluso en zonas muy demandadas para estacionar, por la cantidad de gente que acude a ellas y por estar cerca del casco histórico, no haya demasiado problema -o ninguno a algunas horas- para encontrar hueco, incluso en jornadas de lluvia. Con el añadido de que este mes el flujo es mayor del habitual por las casetas del pulpo.

Es cierto que, cuando a finales de julio el gobierno anuló la Ora, dijo que la suspensión era temporal. Parece lógica la precaución cuando se trata de una medida tan popular y no se sabe cómo va a responder la ciudad. Es menos fácil de entender que se mantenga el propósito sin ninguna reflexión, al menos pública, cuando, como mínimo, la realidad siembra dudas sobre la necesidad de volver a implantar aparcamiento de pago en la calle.

Otra cosa es que haga falta algún tipo de regulación (en zonas, días...), pero no se entienden las prisas del gobierno local por volver a implantar la Ora con cuatro cambios y, sorpresa, varios cientos de plazas más. Como no se explica que esa propuesta de ampliación esté respaldada, y hasta impulsada, por varias asociaciones de vecinos. Lo de los comerciantes podría tener lógica desde alguna perspectiva, aunque es peligroso porque de la misma forma que el aparcamiento limitado y de pago en la calle puede ayudar a que haya rotación -depende de cómo se haga, porque con el anterior sistema era escasa- y, por tanto, plazas libres en calles comerciales, el cobro también empuja a muchos conductores a los centros comerciales, con cientos de metros para dejar el coche a coste cero.

Que los que dicen representar a los vecinos pidan más plazas de pago es inaudito, pero que lo hagan al mismo tiempo que claman contra el aparcamiento del Hula y acompañen al gobierno en el anuncio del leirapárking gratuito es contradicción doble. También del gobierno.

Unos y otros están empeñados en que volvamos a estar bajo el yugo de la Ora y cuanto antes. Y eso que en el Concello hay unos cuantos contratos caducados y no se ve la misma urgencia por ponerlos al día. Unos se amparan en el supuesto caos de tráfico que vive la ciudad y otros en informes de técnicos municipales nada concluyentes. Y no por incapacidad de los funcionarios. Es que seguramente es difícil justificar que la Ora sea imprescindible y que la gestión privada, la única fórmula posible.

Ante la presión de la oposición, el gobierno ya no oculta que las prisas obedecen al interés por garantizar el futuro laboral de la quincena de trabajadores de la Ora, que desde julio están en el paro. La única forma de que puedan seguir en sus puestos es readjudicando el servicio a una empresa -si el Concello lo gestiona directamente, no tiene obligación de mantenerlos-, y en el plazo de un año. A partir de esa fecha pierden el derecho de subrogación.

El paro no se le desea a nadie -aunque las simpatías que despierta en la ciudadanía este colectivo, por la forma en que entraron algunos y por cómo se comportaron otros, son pocas-, pero que 16 trabajadores condicionen a toda la ciudad es imposible de explicar.

Tampoco parece comprensible que se descarte cualquier opción que no pase por el pago y por la gestión privada, cuando está probado que hay otros modelos que funcionan y con muy poco coste. Claro que Lugo no es Pontevedra, pero tampoco es Madrid. Ni Pontevedra es ahora lo que era hace veinte años. La diferencia es que sus dirigentes tuvieron claridad, agallas y saber hacer para cambiar la movilidad de la ciudad y que los vecinos se convirtieran en los principales defensores de que, cuanto menos coche, mejor. Apostaron por una transformación integral, algo que aquí ni se nos pasa por la cabeza. Pontevedra es más pequeña, más llana y más compacta que Lugo y tiene muchos espacios a las afueras para aparcar, sí, pero en Lugo hay más superficie de la que a priori puede parecer (solares, bolsas de suelo sin desarrollar, explanadas...) y una red de buses -que algún día funcionará, esperemos- para conectar zonas.

El hecho de que la mayoría de las ciudades hayan apostado por Ora de pago y de gestión privada tampoco parece argumento suficiente para volver a entregar las calles de Lugo a una empresa y que los conductores paguen dos veces por usarlas. Con todos estos mimbres, y los antecedentes, lo ponen difícil para no pensar mal.

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