YA SABEN que la política y yo no nos llevamos demasiado bien. Y es que paso, pero lo que les quiero contar hoy, aún teniendo relación con una de las más grandes figuras de la política en Galicia, poco o nada tiene que ver con ese ámbito, sino con el lado más estrictamente humano. Les hablo del homenaje que, con motivo del décimo aniversario de la muerte de Xosé Cuíña, está preparando un grupo de empresarios de Lalín.
Claro que el tinte político ya se ha metido de por medio y no me gusta nada. Nada de nada. Las palabras e insinuaciones, a mi juicio desafortunadísimas, que transmitió ayer Juan José Cruz, exconcejal del Gobierno de Rafa Cuíña –actual alcalde lalinense e hijo del fallecido exconselleiro– son de tal calibre que no me atrevo ni a reproducirlas entre muchísimas comillas. Señores, de uno y otro bando, con la honorabilidad de los muertos –y ayer fue día de Todos los Santos y hoy es el de Difuntossimplemente, no se juega.
Que Cuíña Crespo –que lo fue todo en el PPdeG, además de alcalde de Lalín y diputado provincial– hubiese cometido alguna irregularidad en su vida política no solo es extemporáneo, sino que ya no viene a cuento de nada. Cuíña Crespo fue la única víctima política que se llevó por delante la tragedia del Prestige y sin comerlo ni beberlo. En eso, me consta que existe una unanimidad de opinión bastante generalizada.
Pero a lo que voy, que a quien homenajean los empresarios es a un hombre que, en su día, lo hizo todo y más por Lalín y al que el municipio dezano, como muchos otros, le debe el más absoluto de los respetos. A estas alturas, una década depués de su prematura muerte –solo tenía 57 años– ponerse con estos jueguecitos no me parece de recibo. Cuíña se merece un homanaje en el Deza y en muchas otras zonas de Galicia. Los tendrá. Y quien no quiera apoyarlos es mejor que se calle y punto. D.E.P.
