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Rodrigo Cota corriendo por la muralla de Lugo. SEBAS SENANDE
photo_camera Rodrigo Cota corriendo por la muralla de Lugo. SEBAS SENANDE

Lo malo de este reto es que es casi imposible engañar a los lectores. Uno se rodea de gente honesta y pasa lo que pasa. Fui a Lugo, por ejemplo, bajo la excusa de que Rafa Cabeleira presentaba su libro, ‘Alienación indebida’. La idea era visitar la redacción de El Progreso, rendir pleitesía a Blanca García Montenegro, que es una chica adorable, y conocer en persona a gente a la que leo y admiro, como Jaureguizar o Marta Veiga. De paso se me ocurrió hacerme unas fotos fingiendo que corría sobre la muralla. Le transmití mi idea a Lois Caeiro, que es nuestro jefe allí, Caeiro llamó a un fotógrafo que resultó llamarse Sebas y allá nos fuimos. Pero Sebas, como todos nuestros y nuestras fotoperiodistas, es uno de esos bichos honestos que no gustan de engañar a los lectores. Son muy de reflejar la realidad, que para eso hacen fotos.

Allá llegamos, nos subimos a la muralla Sebas y yo, y el tío me dice: "Ponte ahí y corre hacia mí". Yo me pongo ahí y corro hacia él. Entonces me dice: "Otra vez", y lo hago otra vez. Así como quince veces, o treinta y tantas. Una vez hecho obedientemente aquello que Sebas me indica, va Sebas y me dice: "Vamos a hacerlo otra vez, pero ahora en lugar de salir por mi izquierda sales por mi derecha". Tenía que haber empezado a sospechar desde el principio, pero soy un ingenuo que cree en la bondad de los hombres. También en la de las mujeres. Pues el Sebas así una y otra vez y otra. Acabé corriendo la muralla un millón de veces. Juro que rompí todos los registros documentados desde que los romanos la construyeron. La muralla aguantó a duras penas, que al final noté como si temblara y la oí rezar. Te odio, Sebas.

David Amor y Rodrigo Cota paseando por el Gafos. GONZALO GARCÍA

Tras mi aventura lucense, que Cabeleira tuvo que aguantarme todo el camino de vuelta mientras le leía mis cartas de suicidio, llegamos sanos y salvos a Pontevedra. Nunca viajo tanto salvo cuando voy a mi ciudad de adopción, que es Ribadeo.

La muralla aguantó a duras penas, que al final noté como si temblara y la oí rezar

David Amor mola más que Sebas. Lo llamamos para que viniera a pasear conmigo por el río Gafos y se vino. La cosa funcionó mejor. Quedamos para tomar un café y cuando David Amor escuchó mis antecedentes como obeso androide, me dijo: "O raro é que non esteas morto, tío". Fingimos que caminábamos por el Gafos y el fotógrafo que nos tocó, Gonzalo, hasta nos mandó hacer como que estirábamos cuando no habíamos caminado ni siete metros. No es que Gonzalo sea deshonesto: es que es muy honesto y sabe que mi papel en este periódico es precisamente engañar a los lectores porque soy el único capaz de hacerlo. Y como David Amor es actor y se dedica a ofrecer realidades alternativas, si ve usted la foto sin leer el texto, creerá que realmente estuvimos dos o tres horas paseando por el Gafos.

Pero, y esto es lo que interesa, David Amor es un ejemplo, no como el resto de los actores, que desgracian su vida consumiendo heroína. Jugó toda su vida al balonmano, estuvo en las selecciones juvenil y junior y fue campeón del mundo. Tiene un cuerpo que parece esculpido por Dios. Mi señora se enfadó al enterarse de que había quedado con David Amor, que dijo que de haberlo sabido se hubiera venido porque lo quiere más que a mí y está convencida de que David también la ama a ella. Tuve que comerme un plátano para tranquilizarla. Por la noche gritó en sueños: "¡Como vuelvas a quedar con David sin avisarme te mato, hijo de puta!".

Rodrigo Cota y David Amor paseando por el Gafos. GONZALO GARCÍA

Antes de empezar con esto yo había practicado deporte dos o tres veces en mi vida, y una de ellas fue con David Amor en un partido benéfico. Allí fuimos rivales. En su equipo estaban Manuel Jabois, el alcalde y varios jugadores del Pontevedra. En el mío estaban la presidenta de la AJE y algunos concejales acatarrados del PP que no habían visto un balón en su vida. Empatamos gracias a una escandalosa actuación arbitral y a la intervención de la concelleira de Igualdade, que naturalmente exigió un resultado injusto y ordenó que nos dejaran meter tres goles para lograr la igualdade. Pues unos minutos de charla con David Amor, que es lo que cuenta, le llenan a uno de esperanza. Salí de ahí motivado a tope y convencido de que todo esto puede valer la pena.

ASÍ ME SIENTO
Peso: Desconocido
Estado de ánimo: Eufórico
Pecado cometido: Las tapas de Lugo
Temperatura exterior: Desconcertante


No vi a la báscula Tanita. Ojalá esté muerta para siempre. Su dueña, Lucía, contactó varias veces para animarme y preguntarme cómo iba. Me toca enfrentarme a ella y a su mascota la próxima semana, así que no tengo ni idea de cómo voy de peso. Lucía es un amor. Ventín, el preparador físico, no es un amor. El martes quedé con él y no le aparecí porque era muy temprano y me quedé dormido. No eran horas. Me volvió a citar por la tarde y ahí sí fui. Se vengó. Me hizo quemar más calorías de las que caben en el cuerpo de un buey y me echó miradas amenazantes. No, no es un amor. Los amores son Lucía y, obviamente, David Amor.

David Amora con Rodrigo Cota. GONZALO GARCÍA

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