Blog |

Comer como un cura

Rodrigo Cota con el párroco Javier Porro. DAVID FREIRE
photo_camera Rodrigo Cota con el párroco Javier Porro. DAVID FREIRE

ARMADO DE COBARDÍA tuve que enfrentarme al fin a mi nutricionista, Lucía, y a su báscula inteligente, Tanita. Di un peso de 113.6, algo menos que la semana pasada, pero el otro no era oficial y éste sí lo es. Así que me acerco a los 10 kilos de bajada desde que empecé a cometer este grandísimo error. Además, Tanita dice que mi edad metabólica sigue en 66 años. Supongo que Tanita se fija mucho en las apariencias, pues de otro modo no se entiende. Me juzga por mi aspecto.

Por lo demás, he perdido 8 centímetros de cintura y 6 de cadera. Eso no me cuadra. Es verdad que hay ropa que empieza a servirme después de años y otra que me cae, pero me parece poco bajar. Sospecho que en la época que pasé en el vientre de mamá, que fue la más feliz de mi vida, tuve un hermano gemelo que no prosperó, se me quedó dentro y ahí sigue, creciendo a mi costa. Cualquier día lo alumbro y demuestro que mi sobrepeso era culpa de Alfredo, que es como llamo al cabroncete. El índice de riesgo cardiovascular, que no debe sobrepasar el nivel 12 lo he bajado de 20 a 19. No me preocupa demasiado, pues a poco que siete u ocho de esos niveles pertenezcan a Alfredo estamos los dos razonablemente bien. Lucía me abroncó. Me dijo que adelgazar bien, pero no de cualquier modo. Que no se trata de ayunar, sino de alimentarse como es debido.

Como iba bajo de ánimos, acepté la invitación a comer del Padre Javier Porro, párroco de Santa María de Pontevedra, que es mi amigote a pesar de que él cree en Dios y yo, como dijo Unamuno, necesito a Dios para negarlo. El caso es que en la rectoral se respira un ambiente relajante y ameno. Comí como un cura. El Padre no. 

Mi señora se comporta como una quintacolumnista siempre que ve al cura 

Él comió medio repollo y una lata de atún. Eso no es comida, pero allá él y su conciencia. Estuvimos hablando de montar una obra de teatro basada en las tradiciones pontevedresas en la que se hable de La saga/fuga de J.B y todo el mundo lo entienda, incluso los que no necesitan saber quién fue Torrente. Si lo logramos creeré en los milagros para siempre jamás. Tendremos que emplearnos, que Dios no va por ahí regalando milagros, que tendrá otras cosas que hacer, digo yo, más importantes que ayudar a unos pobres dramaturgos a hacer cosas raras. Mi señora aprovechó para confesar todos mis pecados, que ya podía haber confesado los suyos, que se comporta como una quintacolumnista siempre que ve a al cura porque sabe que se pone de su parte. Pues yo comí una crema de verduras y un pollo con salsa de curry. No un pollo entero, entiéndaseme, sino un poco.

Bien, Lucía me dio libre hasta el lunes. Puedo comer lo que quiera sin excesos, siempre que a partir de la próxima semana siga fielmente sus instrucciones. Pues habrá que hacerle caso otra vez. Creo que me vio triste, que esto cada día es un reto. Cambiar de hábitos no es tan fácil. Dice que al menos yo tengo que cumplir con una fecha de finalización, pues hay otros que a las dos o tres semanas, cuando la cosa empieza a costar, lo plantan: la dieta, el gimnasio y todo lo demás. En eso tiene razón. Dice también que el objetivo para cuando terminen los seis meses es ése. Llegar ahí acostumbrado a comer mejor, a moverme más. Por mi parte estoy en ello, pero no sé qué pensará de todo esto mi hermano Alfredo porque nunca he tenido contacto verbal con él. Igual es tímido y por eso no habla ni quiere salir.

Lucía me abroncó. Me dijo que adelgazar bien, pero no de   cualquier modo 

Al gimnasio fui poco. Un día le dije a Ventín, my personal trainer que no podía ir porque estaba trabajando. Poder podía haber ido, pues no estaba trabajando, aunque en mi descargo debo añadir que estaba recapacitando sobre cosas de la vida para cuando vuelva a ver al psicólogo, que necesito deslumbrarlo con mis refl exiones. Reflexionar es cosa de titanes o de filósofos. Hay que concentrase y todo. Ahora que lo pienso, yo no había reflexionado en mi vida. Debe ser tarea de Alfredo. Yo como y él engorda; él reflexiona y yo escribo lo primero que me viene a la cabeza. Ya podía haberse encargado él de preparar oposiciones a bombero y no estaríamos ahora como estamos los dos, obesos androides perdidos.

Así que pude relajarme unos días, coger vacaciones de la dieta hasta mañana, disfrutar de la vida y reflexionar sobre mí, sobre Alfredo y nuestras circunstancias. Cargar pilas y ánimos, motivarme y empezar de nuevo con algo de brío. El parón me viene de maravilla, aunque se haya hecho corto. Lo que me queda es mentalizarme para afrontar duramente o al menos con un mínimo de dignidad estos dos meses o poco más que me faltan y luego que Dios decida qué será de mi vida, que será...

ASÍ ME SIENTO:
Peso: 113,6 (-9,5)
Estado de ánimo: Meditabundo.
Pecado: La casa del cura.
Temperatura exterior: Eliminado.

Comentarios