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La noche de las bestias

La primera purga. EP
photo_camera La primera purga. EP

La metáfora que se sacó de la manga James DeMonaco con ‘The purge: la noche de las bestias’, fue una de las más sorprendentes, a nivel político, de los últimos años. Estrenada en 2013, y con dos películas más de la saga acompañando en paralelo la llegada de Donald Trump, ‘The purge’ evolucionó de ‘slasher’ disfrutón a distopía rica en detalles. Para que todos sepamos de qué hablamos: en un futuro próximo, una nueva fuerza política alternativa gana las elecciones en EE.UU. y se plantea una regeneración del país. El nuevo régimen se asienta sobre unas políticas, diseñadas por los llamados Nuevos Padres Fundadores, que mantienen como tradición la noche de la Purga: un día al año en el que se suspende el Estado y su condición de ejercer el monopolio de la violencia física legítima para que el ciudadano libere sus pulsiones después de un año comportándose como un demócrata. Esa noche el crimen está permitido y hasta bendecido por la nueva élite económica y política.

‘La noche de las bestias’, concebida como una película de casa asediada —un subgénero de terror en sí mismo— y casi como relleno de la triste temporada de estrenos veraniega, ya sentaba las bases sobre las que creció la saga posterior: la esencia última de la purga es una limpieza encubierta de pobres, individuos sin hogar y minorías incómodas. En su raíz, es una crítica al neoliberalismo como concepto teórico y a la privatización progresiva de servicios esenciales para la comunidad, como la seguridad.

En su cuarto capítulo, ‘La primera purga’, DeMonaco utiliza el recurso socorrido —y tantas veces fallido— de ir a los orígenes de la historia. Por qué y cómo se llegó a la sacralización de la revancha, la venganza y la fiesta macabra; por qué el estado diseñado por los Nuevos Padres Fundadores se retira de su función primaria y defiende la inseguridad, la incertidumbre y el disturbio privado como política del caos y el desorden.

La esencia última de la purga es una limpieza encubierta de pobres, individuos sin hogar y minorías incómodas. En su raíz, es una crítica al neoliberalismo y a la privatización de servicios

El que debería ser el título con el discurso más pulido y con la carga ideológica más profunda, es, sin embargo, el capítulo cazurro. Staten Island,  el barrio de Nueva York donde, en la vida real, el 10% de la población está por debajo del umbral de la pobreza, es el gueto elegido por los Nuevos Padres Fundadores para poner en marcha el programa piloto de la primera purga. El capo local de la droga se erige en héroe insospechado y se convierte en un líder de la comunidad afroamericana del barrio para defender los derechos de las minorías.

‘La primera purga’ deriva hacia la ‘blaxploitation’ racial y la celebración tuna. Los blancos, representados en las élites políticas del país, y sus brazos armados, vestidos de Ku Klux Klan, reciben la paliza correspondiente de un grupo de negros enfadados que entiende que su única fuerza es la unión frente al invasor. Los Panteras Negras de una nueva sociedad que pretende arreglar sus problemas mediante la eliminación del distinto.

DeMonaco aplica a su discurso cinematográfico las tesis del teórico social David Harvey sobre el neoliberalismo. En ellas, los neoliberales diseñan y ejecutan un proyecto político a gran escala destinado a imponer un sistema de clases. Su tercer capítulo, ‘Election’, se estrenó en plena campaña electoral norteamericana, planteando una competición ficticia —pero muy palpable— entre un supremacista blanco, cristiano y a favor de la purga, y una mujer contraria al ritual, que rechaza la protección el día de las matanzas porque quiere ser "como el 99% de los americanos".

Dos años después de esa carga de profundidad política y proximidad a la actualidad electoral, ‘La purga’ se retira unos metros. No sigue la evolución de una sociedad totalmente convencida de las bondades económicas de la purga, sino que va a unos orígenes en los que se hace evidente el proyecto de limpieza y aniquilación de las clases más bajas.

DeMonaco, aquí sólo como guionista, parece no querer gastar los cartuchos guardados para la serie de televisión que va a estrenar este septiembre. O eso, o los recursos distópicos de ‘La purga’ están definitivamente agotados.

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