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Perdiendo el tren pedagógico

EN ESTE mes de agosto ha comenzado a implantarse en Finlandia una nueva reforma de la educación (National Curriculum Framework). Esta reforma no es en ningún modo una revolución, sino que continúa en la senda de la pedagogía progresista por la que el país apostó a comienzos de los años 70. Desde que en el año 2000 se empezó a elaborar el informe PISA, en el que ha figurado desde entonces en los primeros puestos, Finlandia se ha convertido en una referencia mundial de la vanguardia educativa. ¿Qué es lo que tiene de peculiar este método pedagógico?

Más que un corpus o una doctrina, esta metodología constituye un amplio y diverso movimiento guiado por un mismo espíritu democrático y una serie de principios orientadores. Inspirado por Rousseau, tuvo como antecedentes a Pestalozzi y Froebel, y comenzó a ponerse en práctica a finales del siglo XIX y principios del XX por figuras como Montessori, Decroly, Dewey, Kilpatrick, Vygotsky o Freire. En nuestro país, destacó la labor divulgativa e investigadora de Lorenzo Luzuriaga y el trabajo del Instituto Libre de Enseñanza.

Su principio más importante, frente a la enseñanza tradicional, basada en la autoridad de la tradición y en la preponderancia del programa y el maestro, es tomar como punto de partida las necesidades y los intereses del niño. El profesor, en vez de exponer o dictar lecciones, guía las actividades. Los niños, en lugar de estar la mayor parte del tiempo escuchando de forma pasiva, lo pasan haciendo cosas, desenvolviendo proyectos temáticos. De este modo, el plan de estudios no se organiza en asignaturas sino que lo hace en ocupaciones activas o proyectos. Esto no significa renunciar al estudio de las materias científicas o humanísticas, sino que, aprovechando la iniciativa y los intereses del niño, se le plantean actividades cuyo ejercicio le proporcionan una experiencia de primera mano y le ponen en contacto con las realidades. A partir de esta experimentación, se estudian las materias teóricas. Por ejemplo, el ejercicio de cocinar da pie a estudiar aritmética (pesar y medir los ingredientes), química y física (observar los estados de la materia y los procesos de combustión), biología (dieta y digestión), geografía (exploración de los ambientes naturales de plantas y animales) o agricultura (los tipos de alimentos y sus formas de cultivo). Otras actividades pueden ser coser y confeccionar ropa, trabajar con madera y metal, preparar una obra de teatro, artes plásticas, gimnasia, cultivar un huerto, hacer excursiones al campo o practicar juegos. Este plan está pensado sobre todo para la etapa de primaria, a medida que los niños alcanzan la adolescencia, el estudio de las materias va ganando peso respecto a las actividades. De una manera muy sintética, podemos decir que plantea una pedagogía centrada en el desarrollo emocional, intelectual y moral del niño (en la adquisición de actitudes y capacidades más que conocimientos memorísticos), que busca la participación, la colaboración y el respeto a la especificidad de cada individuo, así como fomentar una cultura democrática.

Aunque esta pedagogía nunca ha llegado a implantarse con fuerza, ha sobrevivido en muchas escuelas a lo largo de Europa y América. En Lugo, hemos tenido, y tenemos, la fortuna de contar con el colegio Fingoi y la granja Barreiros. Y al menos, más allá de estos valiosísimos casos puntuales, ha llegado a influir en la educación oficial. Por ejemplo, en la incorporación de las actividades que hemos mencionado, o también, cuando la LOGSE hablaba de "aprendizaje significativo".

Esta última reforma finlandesa le concederá mayor peso en el plan de estudios a los proyectos temáticos en detrimento de las asignaturas. Lo que pretende es fomentar que los alumnos piensen de forma transdisciplinaria, que vean que un mismo problema genera preguntas prácticas, técnicas, científicas o morales, trabajen de forma colaborativa y que, más que adquirir un volumen de conocimientos, desarrollen su inventiva y sus capacidades.

El escenario es muy diferente en nuestro país. Aquí nunca ha habido consenso, y no tiene pinta de que vaya a haberlo. La Lomce se aprobó con los únicos votos de los parlamentarios del partido gobernante y solo se consultó su elaboración a un sector de la Iglesia Católica. Aparte de esta concesión ideológica, el señor Wert se fijó sobre todo en los modelos educativos de Estados Unidos (con su énfasis en las pruebas estandarizadas y su promoción de la competencia entre alumnos y entre escuelas) y Alemania (caracterizado por marcar itinerarios especializados a partir de los diez años de edad), ambos modelos orientados al mundo empresarial. Por otra parte, ¿cómo es posible implementar una ley que intenta mejorar la educación reduciendo al mismo tiempo la partida presupuestaria de forma drástica?

Veamos algunas de las diferencias más llamativas entre el modelo finlandés y el nuestro. Ustedes juzgarán. Allí, la educación es gratuita en todos los niveles, siendo públicas el 90% de la escuelas; aquí se han incrementado las tasas, se han reducido las becas y se destinan grandes partidas a la educación concertada. Allí, cada aula está compuesta por entre quince y veinte alumnos; aquí se ha aumentado la ratio profesor alumno en al menos un 25%. Allí se dedican abundantes recursos humanos y materiales de apoyo, puede haber dos o tres profesores de distintas áreas dirigiendo una clase; aquí se han desmantelado los servicios de apoyo a estudiantes con necesidades especiales y reducido el cuerpo docente en general. Allí la docencia es una profesión a la que se le concede gran importancia social, está relativamente bien remunerada, muy profesionalizada, con un largo y selectivo periodo de preparación, y en la que se valora sobre todo la capacidad pedagógica; aquí los docentes trabajan cada vez en peores condiciones, muchos padres los ven como el enemigo, y en su selección, se valora su volumen de conocimientos y no su capacidad para transmitirlos.

Un último apunte. Curiosamente, o no tanto, los jesuitas catalanes han implantado esta metodología de proyectos en varios de sus colegios (se deduce que este no fue el sector de la Iglesia consultado por Wert). Solo puedo añadir: en este asunto, como los finlandeses, los jesuitas saben lo que se hacen, ese es el tren al que hay que subirse.

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