Blog | Permanezcan borrachos

¡Fuera de mi tienda!

EN EL VERANO de 2007, siguiendo el consejo de la guía Lonely Planet, me dirigí al Greewich Village, en Nueva York, y entré en Bleecker Bob's Records, una tienda que sobrevivía al crepúsculo de los vinilos, los casettes y los cd's. Ya había oscurecido, pero aquel sitio abría hasta más allá de la medianoche. En los 60 había acogido al Night Owl Café, un club en el que habían actuado artistas como James Taylor o Lovin' Spoonful. Era un local polvoriento, lleno de carteles en las paredes, y con el suelo a cuadros blancos y negros a la entrada y de madera al fondo. Todo parecía mantenerse en las mismas condiciones que en 1981, cuando los dueños trasladaron la tienda al 118 de West Third Street.

Era un templo encajonado entre una pizzería y una clínica psiquiátrica. En 2013, cuando Bleecker Bob’s Records cerró por culpa de la caída de las ventas y la subida de los alquileres, el local se convirtió en una franquicia de yogures helados y más tarde en un restaurante de sushi. Antes del cierre aguantaron gracias a los ingresos obtenidos por subarrendar un cuarto trasero a un salón de tatuajes y más tarde a un vendedor de comics.

Hace unas semanas, mientras hurgaba en la sección de obituarios de The New York Times, choqué con la necrológica del fundador y propietario de la tienda: (75 años). Aquella muerte era el final del final. Tuve la sensación de que en el mundo se desmoronaba sin parar y, aunque se levantase, había algo que desaparecía para siempre. El día que entré, la tienda despedía ese romanticismo tan típico de Nueva York, que hoy ya solo sobrevive en unos poquísimos negocios y quizá en las viejas películas de Woody Allen o Scorsese. En 2007, Plotnik hacía ya algunos años que no trabajaba allí. En 2001, mientras paseaba a uno de sus perros en Los Ángeles, sufrió un aneurisma cerebral y se desplomó. Sufrió la parálisis de la mitad de su cuerpo y con el tiempo acabó en una residencia de ancianos. Aunque era de sobras conocido en el mundo de la música, Plotnik se hizo más célebre aún después de ser retratado en un capítulo de Seinfeld, cuando los personajes de Kramer y Newman acuden a su tienda a vender unos discos, y al recibir una oferta a la baja, empiezan a insultar al dueño.

Plotnik no tenía buen carácter. Se mantenía detrás del mostrador, al lado de una caja registradora viejísima, mientras «les gritaba a los clientes, sin hacer amigos, y durante un tiempo sujetando un mastín por una correa», contaría el crítico musical Roger Friedman al conocer su muerte. «Era un tipo realmente bueno cuando no increpaba a los clientes y los echaba de su tienda», se destacaba en la necrológica. Los Beastie Boys cuentan en una de sus canciones cómo un día se detuvieron a mirar discos en la tienda y el dueño los expulsó. Plotnik fue capaz, sin embargo, de atraer a un público dispuesto a soportar su condición de tipo duro. Gracias a que era lo suficientemente abierto como para abrazar las tendencias musicales emergentes, la tienda se situó a la vanguardia de la explosión del punk.

"Sin él es poco probable que hubiesen existido The Ramones, Elvis Costello, Talking Heads o New York Dolls", aseguraba Roger Friedman. Pese a su carácter, se hizo amigo de David Bowie, Bob Dylan, Fran Zappa o Jimmy Page, así como de estrellas en ascenso como Madonna, Prince o los miembros de The Clash, que frecuentaban su tienda cuando empezaban. Joey Ramone pasaba tanto tiempo allí que en 1994 se dirigió a los lectores de la revista New York diciéndoles que, si lo deseaban, podrían encontrarlo en Bleecker Bob’s Records. La tienda estaba cerca de varios clubes de música, y para aprovechar su clientela abrían todos los días hasta la una de la madrugada, y los viernes y los sábados, hasta las tres. El día que la visité me encontré detrás del mostrador a un señor de pelo blanco, barba y gafas. No recuerdo qué le pregunté, pero me gruñó. Años más tarde, leyendo sobre el cierre, supe que se trataba de Chris Weidner, y que a menudo respondía de modo cortante a las preguntas de los clientes para mantener vivo el legado de Plotnik.

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