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Economías de guerra

Con la invasión de Ucrania, el encarecimiento de la energía o los cereales traerá más pobreza
Plataforma de gas y petróleo frente a la costa de Libia. EUROPA PRESS

EN 2008 Inditex lanzó su octava marca, Uterqüe, que ha pasado a mejor vida este año. Implantó también su primera tienda ecoeficiente, un Zara en Atenas. Y abrió su establecimiento número cuatro mil. Fue en Tokio. Ese año, además, desembarcó en Ucrania, alcanzando así los 73 mercados. Hoy Inditex tiene unas ochenta tiendas cerradas allí y, lo peor, a unos 1.170 empleados atrapados en plena invasión rusa de Ucrania. Lo nunca imaginado.

Dicen que la primera víctima de una guerra siempre es la verdad, pero en este caso tenemos delante unas cuantas certezas en forma de consecuencias más que previsibles. Y ninguna es positiva, lógicamente. Porque Ucrania es algo más que el granero de Europa, también para Galicia. En el conflicto, además, están embarcados tres países, de momento, con Bielorrusia como satélite de Moscú. Cualquier sanción occidental a Rusia por la invasión debe conllevar una calculada precisión, porque afectará a las empresas allí implantadas, sobre todo si no tienen cubierto el riesgo divisa, por la más que segura depreciación del rublo. Por tanto, en este conflicto no solamente se puede mirar a Ucrania. Siguiendo con el ejemplo de Inditex, Rusia es su segundo mercado mundial, tras España, en número de tiendas abiertas.

El manual dice que es el momento de sacar la calculadora y, lo primero, ver las balanzas comerciales con Ucrania, que en el caso gallego no es realmente relevante en términos generales: 149 millones en importaciones en 2021 (básicamente cereales y grasas de aceite vegetal y animal), que colocan a Ucrania en el puesto 26 entre nuestros proveedores internacionales. Pero lo que de verdad dimensiona esta crisis, con una guerra en el corazón de Europa, va mucho más allá de los saldos comerciales.

Estamos a las puertas de una súbita tercera recesión desde la crisis financiera y encaramos un peldaño más en ese proceso que se ha dado en llamar "desglobalización", que se mide por pasos atrás en la liberalización de las economías mundiales. Toda la incertidumbre que nos traslada la invasión de Ucrania es lo realmente determinante para poder valorar lo que la economía europea tiene por delante. Más allá de las sacudidas de ese termómetro hipersensible que es la bolsa, ¿cuántas decisiones de inversión, de compra o de expansión se verán alteradas? Eso es lo que realmente puede dar idea de un impacto muy difícil de cuantificar ahora pero que, por descontado, se prolongará durante años.

La incertidumbre como compañera de viaje y el gas como combustible. Esa es otra. Lejos de cualquier atisbo de desabastecimiento, lo que ahora las economías europeas, y España en concreto, tienen por delante es una escalada de precios en la energía procedente de combustibles fósiles. Todavía más. En nuestro caso, la red de regasificadoras, la más grande de Europa con diferencia, incluida la planta de Reganosa en Mugardos, permite diversificar fuentes de suministro en origen más allá del gasoducto del Magreb. España es una isla energética. De ahí que contemos hasta con seis regasificadoras activas, que ahora descollan, preparadas para recibir en marzo más metaneros que de costumbre.

¿Y por qué la energía es clave en todo este asunto, afectando más a los precios que al abastecimiento? La explicación reside en dos datos. Por cercanía y por capacidad, Rusia es el gran socio energético de la Unión Europea: el 30% del petróleo consumido en la UE es ruso, al igual que lo es más del 40% del gas natural y del carbón. Pero esto no es lo más grave. Y es que Europa no tiene el poder de negociación de su lado, pese a ser el cliente. Lo explica con claridad el profesor e investigador Fernando de Llano Paz, de la Universidade de A Coruña y miembro del Foro Enerxético de Galicia. "La negociación con Rusia la realiza cada Estado individualmente de espaldas a los demás, aplicando criterios de soberanía, para obtener mejor posición que el resto de países vecinos. ¿Resultado? En el juego de las relaciones comerciales energéticas, Rusia siempre gana", dice.

Podremos tener menos cereal para nuestra industria agroalimentaria o una energía todavía más cara para las empresas, pero con esta guerra perderán todas las economías, con diferente impacto, porque traerá desplazados, millones de euros en ayudas, sufrimiento y, en definitiva, pobreza y destrucción. Peor imposible. Por ahora.


Vladimir Putin
Rusia logró con el gas que la UE le financie la guerra

La escalada del precio del gas ha sido un elemento determinante que ha marcado los tiempos en la invasión de Ucrania. Y, en cierta medida, es como si Vladimir Putin, antes hábil y calculador estratega que sátrapa al uso, hubiera logrado que la propia Unión Europea le financie la invasión. Países como Alemania, motor económico de la UE, tienen una fortísima dependencia del gas ruso. Tres cuartas partes del gas que consume este país procede de Rusia. No ha sido gratuito que días antes de la invasión el gasoducto Nord Stream 2, que conecta Alemania con Rusia por el Báltico sin pasar por territorio ucraniano y que está prácticamente preparado para entrar en operación, quedara en suspenso.


Ursula Von der Leyen
Entre la tibieza y la impotencia, así se movió Europa

La estabilidad de Europa está en juego y Ursula Von der Leyen, alemana nacida en Bruselas, lo sabe bien. La presidenta de la Comisión Europea ha sido acusada de actuar con tibieza en la propia escalada bélica, siempre midiendo los anuncios de sanciones para dejar alguna para el día después, no fuera a ser. Y así ha sido hasta la invasión. Von der Leyen tiene otro problema, que la lleva al límite de la impotencia. No es otro que el sistema de mayorías y vetos para la adopción de medidas por parte de Europa, garantista, sí, pero muy poco operativo. Está por ver el efecto real de las sanciones impuestas a Rusia, dirigidas a bloquear y socavar sus cuentas y dañar la capacidad del Kremlin para financiar la invasión.

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