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A unos céntimos del pacto

EL MEJOR PROFETA del futuro es el pasado. Pero de nada sirve ahora reconstruir el drama de la tranquila pero dura reconversión que asumió el campo gallego durante años y apelar a pretéritos problemas estructurales que todavía persisten para explicar la situación actual del sector lácteo. De lo que se trata en estos momentos es de despejar el futuro inmediato de unas explotaciones al borde de la inviabilidad. Y hacerlo sin bolas de cristal. Con hechos. Y, hasta el momento, las certezas pasan por un contundente mensaje de la Unión Europea que conocíamos esta misma semana: no hay vuelta atrás en el fin de las cuotas y tampoco subida en los precios de intervención de la leche en polvo y mantequilla "porque crearía un mercado artificial". En otras palabras, hablará el mercado.

Con esas se volvió de Bruselas la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, a buen seguro taciturna tras una cumbre extraordinaria a la que lo había fiado todo. De vuelta a Madrid, llegó la que podríamos calificar como la reunión más trascendente de cuantas habrá tenido desde que asumió el cargo para intentar resolver el problema sin duda más espinoso de su corto periplo al frente del ministerio. Otro fracaso, esta vez a medias, en un intento por sentar las bases de un gran pacto en el sector, con obligadas cesiones entre todos los actores (distribución, industrias y ganaderos, debería ser por este orden) y, sobre todo, compromisos que ayuden a resolver la crítica situación de la reserva láctea de España, la octava región productora de la UE. Conviene recordarlo.

Y donde la vallisoletana celebró un acuerdo, que luego se quedó en principio de, los ganaderos vieron más de lo mismo, siguieron con sus tractores en los grandes centros neurálgicos de Galicia (Lugo, el productor, y Santiago, el político) y comenzaron las preguntas: ¿Qué es exactemante un precio sostenible para el litro en origen? ¿En qué consiste ese compromiso para no banalizar la leche por parte de la gran distribución? ¿Cómo se va a cumplir y, sobre todo, a hacer cumplir lo firmado, cuando tengamos acuerdo? ¿Logrará algún día el ministerio conocer los precios de cesión o venta de la leche de marca de distribución y del fabricante? Las intenciones son indemostrables. Y eso lo saben muy bien los ganaderos gallegos, que siguen instalados en el recelo. Y, sobre todas las preguntas, la gran incógnita: ¿Quién fija realmente el precio del litro de leche? Desde luego, no se garantiza la competitividad del más débil, es decir, el productor, si una distribución muy concentrada sigue liderada por grupos que con sus marcas blancas fijan a los demás los precios en sentido inverso al resto de la cadena. El problema llega cuando el 52% de la leche que Galicia produce se destina a marca de distribución, como sucede desde hace años.

La industria tiene otra perspectiva, y está en el exterior. Francia y Portugal están vendiendo sus excedentes a España a precios que oscilan entre los 0,20 y 0,22 euros el litro, muy por debajo de los costes de producción, desde luego, y también del precio medio pactado recientemente, caso galo, que se sitúa en 0,34 euros. Así, marcan a la baja el precio de referencia en el mercado español, protegiendo el suyo. A eso, blanco y en botella, se denomina dumping.

Y ahora que tanto miramos a Francia para «vender» las bondades y parecidos razonables del principio de acuerdo alcanzado en España, conviene detenerse en los matices, que marcan grandes diferencias. El galo fue un doble pacto. Por un lado, la industria se comprometió con sus productores a no importar leche mientras la hubiera en el país, compromiso relativamente sencillo de cumplir pues Francia produce más de lo que consume, al contrario que España. Así, su mercado queda blindado. Y, por otro, la homóloga francesa a nuestra interprofesional láctea pactó con la patronal de la distribución una subida para el litro de leche de marca blanca de unos cuatro céntimos, que la industria trasladó a los productores. Fin de la historia, de la que no fue ajeno el Gobierno de François Hollande, aunque figure en un prudente y sabio segundo plano.

Por tanto, hay grandes diferencias. Como las que vienen demostrando los ganaderos frente a la nueva propuesta del ministerio de García Tejerina, que sin duda es un paso adelante, corto, en un camino que debe pasar por la confluencia de intereses. Y eso requiere cesiones, y también compromisos. Y garantías. Galicia no se puede permitir estar sumida en un colapso, con amenazas de cierres patronales por parte de unos y huelgas de entregas por parte de otros. Para ello, y queda muy poco tiempo, las administraciones (central y autonómica) deben asumir de una vez su cuota de liderazgo en esta crisis. Y hacerlo en defensa del sector.

¿La unión de los clústers hará la fuerza?



BIENVENIDA toda iniciativa que suponga sumar esfuerzos en el entorno empresarial. La idea de aglutinar los diez clústeres gallegos bajo una misma marca resulta, sobre el papel, una apuesta prometedora. Es, por ser gráfico, una dulce sintonía frente al ruido de un minifundismo tan nuestro que también amenazaba con debilitar agrupaciones de empresas que tanto ha costado impulsar. Son diez clústeres en uno que suman, según sus promotores, el 75% del PIB, y bajo cuyo paraguas se cobijarán a partir de ahora sectores como el alimentario, la automoción, la madera, el textil, el naval, la acuicultura y el audiovisual, entre otros. Ahí es nada. La cuestión no es crear la herramienta. La clave está en utilizarla. La marca «Clusters Galicia» suena bien, pero hay que pasar de la partitura a la música. El modelo del País Vasco, que es una de las referencias que sigue la Xunta para enderezar el rumbo de nuestra desnortada industria, tiene muy bien delimitada la función de los clústeres, sus campos de actuación y los apoyos y anclajes que los sustentan. Y aquí entra en juego otra variable, la definida en su día como "triple hélice", que establece las pautas de colaboración entre empresas, administración y universidad. Harían bien los impulsores de la nueva marca en contar con la experiencia del País Vasco. Y, sin salir de Galicia, sumar también a la causa algunas de las cabezas mejor amuebladas y que más saben de todo esto. Aprovechar, en síntesis, el trabajo de ejecutivos como el vigués Javier Riera, que llevó a Citroën a lo más alto, con su correspondiente cluster, y ha impartido doctrina en numerosos foros. En los que le han dejado, claro está.

JOSÉ MANUEL SORIA. Las subastas solo logran convencer al ministro de Industria

ANTES abordamos la urgencia de la reindustrialización de este país y antes nos topamos con los pesos pesados del sector secundario tirándose otra vez de los pelos. Las subastas de interrumpibilidad impulsadas por el ministro de Industria para rebajar el coste de los incentivos para los grandes consumidores de energía no parecen dejar a nadie contento. No solo a Alcoa. Aunque las opiniones van por barrios, el «lobby» de estas grandes empresas, nucleado en torno a una asociación con ilustres miembros, pide cambios de calado en el sistema, y sobre todo en los plazos de asignación del servicio. Además de Alcoa, unas cuantas industrias de esta singular patronal tienen destacada presencia en Galicia: Cosmos, Ferroatlántica, SLG Carbón, Megasa... Y, aunque solo sea por los miles de puestos de trabajo que generan en Galicia, José Manuel Soria haría bien en cambiar de actitud y dejar de silvar mientras mira al horizonte.

MICHAEL O'LEARY. Ryanair aterriza en Lavacolla con una base y 90 millones

PROBABLEMENTE el aeropuerto de Santiago sea solo un punto lejano marcado en rojo en el mapa de operaciones que desde Dublín traza el controvertido Michael O’Leary. Poco importa. Lo importante es que la compañía que preside O’Leary, Ryanair, anuncia una inversión de nada menos que 90 millones de euros para instalar una base permanente en Lavacolla. Mucho dinero semeja. Según la compañía, con Santiago, serán doce sus bases en España y más de setenta a nivel global. Ryanair da un puñetazo sobre la mesa en Lavacolla ante el crecimiento de su directo competidor, Vueling, que se sitúa por debajo en número de viajeros, pero recorta distancias con el grupo de O’Leary. Ahora solo falta que nos cuenten las expectativas (léase subvenciones) que quiere arañar el grupo y así tendremos todos los elementos para valorar la gran inversión anunciada.

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