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Alcoa vende caro el tiempo

El grupo esgrime de nuevo pérdidas en A Coruña y Avilés y alarga la agonía otros seis meses

Los trabajadores de Alcoa de Avilés cortan una carretera. ALBERTO MORANTE (EFE/ARCHIVO)
photo_camera Los trabajadores de Alcoa de Avilés cortan una carretera. ALBERTO MORANTE (EFE/ARCHIVO)

EL obstáculo es a veces el camino. En una crisis por entregas como la de Alcoa, lo recurrente es pensar en el peor de los finales. Nada invita a considerar lo contrario. Aparentemente. A estas alturas, todo apunta a un recorrido sin apenas margen para la marcha atrás que tendrá su estación de llegada en el cierre de las plantas de A Coruña y Avilés. Un rumbo que no cambia, fijado hace ya unos meses. Sin embargo, algunas piezas de este endiablado puzzle pueden llegar a encajar. Para ello, no existen atajos. El tiempo es la divisa que manda en esta crisis. Veamos por qué.

Esto va de cesiones, que son mínimas en algunos casos, pero que pueden permitir una salida más allá de los cierres planteados. Junio es el mes. Alcoa no puede tragarse sus palabras a estas alturas, pero esta misma semana ha introducido un pequeño cambio en el guión: la compañía propone a los sindicatos conservar la actividad de fundición de A Coruña y Avilés, lo que salvaría unos 200 empleos, y aplicar un Ere temporal, hasta junio, para casi medio centenar de trabajadores. La propuesta de Alcoa implica que mantendría parte de su actividad, precisamente la que está menos sujeta a los costes eléctricos, mientras que se pararán de manera ordenada las series de electrolisis para dar opción a que puedan ser reactivadas si aparece un comprador. En menos de una semana comenzarían las salidas, cuando acaba el período de consultas abierto. Pese al frontal rechazo sindical, esta opción representa una ventana de oportunidad que hasta ahora permanecía cerrada.

La multinacional comienza ahora un ejercicio de calculada transparencia al anunciar las pérdidas de las plantas: A Coruña cerró 2018 con unos números rojos de 42 millones, por 40 millones Avilés. Mientras, de las dos de San Cibrao, solo perdió dinero la de aluminio a finales del año que acaba de cerrarse: 53,8 millones. Son sus números. En total, más de 135 millones. A los sindicatos también les ha transmitido que, con la actividad de fundición, esa que se compromete a mantener, la previsión es perder solo cuatro millones en cada planta (A Coruña y Avilés) al año. Sigue, por tanto, el relato del miedo ante los trabajadores.

¿Y por qué ha cambiado algo todo esto? Pues porque hay una salida, aunque sea al final del túnel y de dimensiones muy reducidas. Esos seis meses de agonía para los trabajadores es precisamente el plazo que pedían las administraciones públicas, empezando por el Gobierno.

Esos seis meses, hasta junio, serán oro para la búsqueda de un comprador. Que los habrá si las condiciones de presión y temperatura son las adecuadas. ¿Por qué? Ese es el plazo fijado para acomodar todo un paquete de iniciativas legislativas a la medida de los grandes consumidores de electricidad, caso de Alcoa. En junio asistiremos también a la última subasta de interrumpibilidad tal y como la conocemos hasta ahora, según lo anunciado hace meses. Esto puede encajar, aunque sea a presión. Por tanto, habrá sí o sí un cambio normativo, que puede ser la alfombra roja que muchos esperan.

Tampoco conviene a estas alturas llevarnos a engaño. Dos vienen a ser los únicos candidatos para la compra de las plantas. Y hablan con los implicados en esta crisis aunque no se sienten en las mesas de negociaciones. Son los mismos que hace tiempo revisaron los cuadernos de venta de A Coruña y Avilés, y tratan a Alcoa como clientes. Viejos conocidos, para entendernos. Se trata de Alibérico, pilotada por el gallego de origen Clemente González Soler, que en su día compró a Alcoa la planta de Sabiñánigo (Huesca), y Aludium, compañía que en 2015 adquirió al grupo norteamericano las fábricas de Amorebieta (Vizcaya), Alicante y Castelsarrasin (Francia). Todas están en actividad y, salvo altibajos, generan beneficios. Hay vida más allá de Alcoa, pues. También lo cree el conselleiro de Economía, que llevó a Madrid su particular propuesta esta semana. El objetivo, facilitar precisamente la llegada del inversor.

Alcoa parece descontada en los planes de Francisco Conde. Y hace bien el titular de Economía. La propuesta de la Xunta es un traje a la medida para un gran consumidor energético como son las plantas de la multinacional, pero quizá en otras manos. Incluso plantea el conselleiro, sobre el papel, la creación de la figura del consumidor hiperelectrointensivo. Todo un guiño. Una batería de exenciones en los costes regulados que pagan las industrias acompaña la propuesta realizada por la Xunta al Gobierno, que hasta ahora solo ha pedido tiempo.

Y tiempo tenemos, aunque no tal y como planteaban los trabajadores. Toca bailar en el alambre. Con la certeza, que decía Machado, de que hoy es siempre todavía.

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