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La burbuja del hidrógeno

Galicia alumbra una decena de proyectos de un combustible que hoy en día no es rentable

Hubo un boom eólico en los noventa que se prolongó bien entrado el nuevo siglo y, hace nada, una burbuja solar fotovoltaica alimentada con unas primas que se convirtieron en inasumibles mientras el déficit de tarifa del sector eléctrico engordaba. De todo eso hace ya algunos años, pero lo cierto es que la energía renovable llegó para quedarse. Y ahora llama a la puerta un combustible, que en condiciones normales es incoloro, insípido e inodoro. Lo hace con insistencia. Es el hidrógeno.

Hay que recurrir a la paleta de colores para abordar con un mínimo de rigor de qué hablamos cuando lo hacemos del hidrógeno, que no es una fuente primaria de energía en sí misma, sino un combustible que se genera, por ejemplo, de su separación del oxígeno en el agua mediante un proceso electrolítico. Es decir, hace falta energía para crearlo con fines comerciales. Y aquí entra la gama cromática, que tiene que ver con lo limpia que resulta su generación. Hay hidrógeno negro o gris, que parte del carbón o petróleo utilizados; el azul, que procede del gas natural y de la captura y almacenamiento de CO2, y el verde, con las energías renovables como recurso. Lógicamente, en esta carrera por la descarbonización y una transición energética trepidante y hasta atropellada, es el hidrógeno verde el que interesa.

¿Y todo esto a qué viene? Pues a que en Galicia hay actualmente en proyecto una decena de millonarias iniciativas que tienen que ver con plantas de hidrógeno, cuya generación pasa por la utilización de energía eólica, básicamente. Por eso Endesa, que plantea para As Pontes la mayor instalación de este tipo en España con el objetivo de suplir el fin de la actividad del carbón, pone sobre la mesa la necesidad de seis parques eólicos asociados, con una potencia de nada menos que 611 megavatios. Esto supone, de golpe, la sexta parte de toda la potencia eólica instalada actualmente en Galicia.

Los proyectos se multiplican al calor de los fondos europeos de reconstrucción, y las muestras de interés se agolpan en las sedes de los ministerios del ramo, en Madrid. Las eléctricas toman posiciones en la carrera y Naturgy también tiene un proyecto de hidrógeno para la central de Meirama, aunque de mucha menor envergadura que el de As Pontes y envuelto en cierta nebulosa. La Zona Franca de Vigo se suma, y presenta para los fondos europeos una planta que generará y suministrará hidrógeno verde, en este caso a partir de energía solar, para dar servicio al sistema logístico de las diez empresas instaladas en el polígono de Balaídos, entre ellas el Grupo PSA. La inversión, unos diez millones de euros. Desde otra institución, en este caso la Autoridad Portuaria de A Coruña, con nuevo presidente, se plantea el hidrógeno como fórmula para complementar una oferta portuaria pensando en el transporte marítimo. ¿Veremos algún día aerogeneradores en el dique principal de Punta Langosteira? El puerto de Bilbao ya los tiene.

Inditex, siempre a vueltas con la sostenibilidad, tiene en mente el hidrógeno verde en muchas de sus iniciativas en Arteixo, sobre todo pensando en su flota. Pero si hay una compañía que lleva un largo y discreto camino recorrido hasta ahora, esa es Reganosa. La planta de gas de Mugardos es uno de los polos del combustible verde. Y para ello también apunta a fondos europeos. Reganosa juega con ventaja, la que le ofrece un gasoducto de 130 kilómetros, infraestructura de transporte que solo habría que reconvertir para adaptarla al hidrógeno. Ese gasoducto conecta As Pontes con Mugardos y, a su vez, con Meirama y Sabón. Todo un hub.

Pero la historia del hidrógeno verde todavía está por escribir, y los cálculos más optimistas apuntan a un plazo de diez años para llegar al umbral de rentabilidad para un combustible producido con fuentes renovables, sea eólica o solar. Lo decía Endesa cuando anunció la megainversión de As Pontes: "El mercado de este combustible no está maduro". "Es una iniciativa innovadora que carece de viabilidad comercial", explicaba la eléctrica, "por el estado del mercado y de la tecnología. De ahí que Endesa precise el apoyo de fondos europeos para garantizar su viabilidad".

¿Habrá burbuja con el hidrógeno? De momento, lo que Galicia tiene ante sí es una batería de proyectos lanzada con mucho entusiasmo y algo de atropello. Y solo asumible con el dinero de Europa. Difícil.

Juan Carlos Escotet: Abanca apela a la prudencia con fuertes provisiones

Abanca sigue en la partida. Lo hace a su manera, sin hacer demasiado ruido. Cuando acaba de integrar Bankoa (30 oficinas y unos 40.000 nuevos clientes, sobre todo en Euskadi, plaza muy atractiva), Juan Carlos Escotet presenta unos resultados cargados de prudencia. El beneficio de Abanca cae un 60%, pero gana 160 millones. Lo hace después de destinar 273 millones a provisiones. La entidad crece en depósitos y préstamos y coloca su morosidad en un envidiable 2%. Sin esas provisiones, que responden a una maniobra de anticipación, Abanca hubiera aumentado su beneficio el año pasado frente a 2019, cuando había ganado 405 millones. Escotet, tipo tranquilo, sigue esperando nueva pieza.

Juan Carlos Escotet

 

 

 

 

 

 

José María Seijas: Toda la lógica de las exenciones fiscales para el comercio

Habla José María Seijas de lo suyo. Y debería hacerlo más alto. Probablemente el presidente de la Federación Gallega de Comercio no se haya visto en otra igual en sus muchos años al frente de la patronal. Estima que desde marzo, cuando comenzó todo, han cerrado dos de cada diez comercios en este país. Y, básicamente, solicita exenciones fiscales para aquellos que, todavía sin bajar la persiana, más acusan el golpe. Mira Seijas de frente a los concellos, a los que pide que eximan al comercio del pago del Ibi. Elevando la vista, plantea algo más delicado, que los Erte por covid no impidan despedir hasta pasados seis meses. Quedémonos con algo: no se pueden pagar impuestos por actividades no realizadas.

José María Seijas

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