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Dos bancos y dos destinos

Abanca y Popular-Pastor representan la cara y la cruz de la crisis, con finales muy distintos

A MEDIADOS de julio, en nada, Arteixo será sin querer epicentro de las finanzas patrias más convulsas. Se hablará de ropa y de tiendas, sin embargo. Ese día, en la junta general de accionistas de Inditex, coincidirán en incómoda compañía el pasado y el presente del Banco Popular. Emilio Saracho, el presidente que no supo o no quiso detener la sangría del banco hasta su intervención, compartirá mesa con Rodrigo Echenique, el nuevo presidente de la entidad, en calidad de vicepresidente del Santander, adjudicatario por obra y gracia de Bruselas, previo pago de un euro. Ambos, Saracho y Echenique, son dos de los nueve miembros del consejo de administración de Inditex. Banqueros de relumbrón para Amancio Ortega.

Ni el más fino observador podría haber dibujado hace tres años el devenir de las finanzas hasta llegar a la crisis del Popular, propietario del Banco Pastor, que coincide en Galicia con el plácido tercer aniversario de otra entidad renacida de la crisis, Abanca, sucesora de Novagalicia Banco. Caminos diametralmente opuestos los que han seguido en este tiempo ambas entidades, otrora referencia del capitalismo gallego. La cara es Abanca, de la mano de Juan Carlos Escotet. La cruz la pone el Pastor.

En perspectiva, tomando la distancia temporal como si fuera un mapa en relieve plagado de decisiones, acertadas y erróneas, es como mejor se puede contemplar el periplo de una y otra entidad. Hace tres años, Abanca estrenaba nombre, con un desconocido al frente, para más desasosiego un banquero venezolano, y todo era inquietud después de haber pagado 1.003 millones de euros seis meses antes, en diciembre de 2013, por una entidad que estaba hecha jirones, fruto de la quiebra de dos cajas. En ese momento, la heredera de Novacaixagalicia, envuelta en mil y una polémicas por la crisis de las preferentes y las regulaciones de empleo, guardaba un tesoro, en forma de más de 9.000 millones de euros. Ese fue el dinero público que hizo falta para que el banco no zozobrase. Escotet llegó con el contador a cero.

En este tiempo, si algo ha demostrado el banquero es que sabía muy bien lo que hacía. En el horizonte estaba la salida a Bolsa, en 2018, pero un vistazo al mercado, con unos bancos que han sufrido lo indecible en el tramo final de la crisis, aconsejó prudencia. Y ha sido precisamente una buena dosis de templanza la virtud oculta de Escotet. Cuando compró Novagalicia, en diciembre de 2013, el magnate venezolano se hizo con una entidad con una plantilla de 5.243 trabajadores, un total de 592 oficinas y un activo en balance de 52.737 millones. Hoy en día (cierre de 2016), Abanca cuenta con 4.032 empleados, un total de 668 sucursales y un activo total de 45.138 millones. Pero es rentable. La gran diferencia. De ello se ha encargado la gestión comercial, la vuelta a la banca tradicional y la política de enajenaciones de participadas, las desinversiones. Desde R a Tecnocom, pasando por CLH, Cupa, y los parques eólicos de las cajas, entre otros activos heredados.

Juan Carlos Escotet asumió esta misma semana la presidencia ejecutiva de Abanca, desde la vicepresidencia que mantenía, tras la salida, por edad, de Javier Etcheverría, que en todo este tiempo se ha revelado como el banquero que supo pactar a tiempo, desde ese bonsai de las finanzas que era el Banco Etcheverría. Nada que ver con el vértigo de las cajas ni los errores de José María Arias y Ángel Ron en el Pastor y el Popular.

En el Popular, ahora, las grandes incógnitas pasan por la deriva judicial del caso. Así de triste. Por lo demás, la suerte está echada para los algo más de 1.300 trabajadores que quedan del Pastor, repartidos por 202 oficinas. En 2011, cuando se firmó la integración, el banco de José María Arias contaba con 4.124 empleados y una red de 588 sucursales. Las duplicidades de red llegan en Galicia a la hipérbole con la absorción por parte del Santander. Prácticamente el 29% de cuota por red en Galicia, muy superior a otras latitudes. Tres bancos en uno y los sindicatos todavía en estado de shock. Si miramos hacia adelante, vemos a accionistas de referencia, como es el grupo chileno Luksic, que contaba con casi un 4% del Popular, dirigir sus acciones contra Bruselas y contra el FROB, es decir, el Banco de España, de forma paralela. Los recursos ya han llegado al Tribunal de Justicia de la UE y a la Audiencia Nacional. Es el camino.

Galicia se ha convertido en un cruel teatro de operaciones para un sector financiero que ha sido protagonista sobresaliente de la crisis, con singulares rescates y también con auténticos fiascos todavía por aclarar. Y demasiadas víctimas civiles, entre contribuyentes y accionistas minoritarios.

Las sombras del conflicto del transporte

DIVIDE y vencerás. Si, además, los divididos tienen intereses que convergen pero que en absoluto son idénticos, pues tendrás la victoria mucho más cerca. Así se puede resumir la foto fija de las negociaciones a tres en el conflicto del transporte. Xunta, sindicatos y patronales se han sentado, accediendo a hacerlo así la Consellería de Infrestructuras después de unos cuantos días de huelga. Ahora, vendrán las reuniones a dos bandas, con unos y otros. ¿Es tan trascentende la forma? Pues si atendemos a las palabras del presidente de la Xunta tras la reunión del Consello del pasado jueves, sin duda. Núñez Feijóo apuntó a una única prioridad para resolver el conflicto del transporte, una vez que el grueso del plan, modificación arriba o abajo, parece que se va a ejecutar como está planteado. Y esa prioridad es nada menos que el mantenimiento del empleo, sobre los mil que parecen estar en el aire. Las nuevas concesiones incluirían, así, subrogaciones de contratos. Si esto sale adelante, los sindicatos se quedan sin argumentos para más huelgas. Y las patronales, sin unos aliados imprescindibles en este conflicto, que han sabido aglutinar con sorprendente maestría.

Y es que detrás del conflicto del transporte, con los cambios de rutas tras unas renuncias sospechosamente concertadas por las empresas, hay un negocio que ronda los 120 millones de euros al año. Y aquí entran en juego otros actores, cuyos intereres, a veces, solo a veces, coinciden con los sindicatos. Entre bambalinas se mueven grandes empresarios, también pequeñas firmas. A todos ellos les unen unos ingresos que ahora la patronal ve seriamente amenazados.

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