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El debate de los números

Muchos reproches y pocas soluciones, balance económico del debate sobre la autonomía
Pleno del debate sobre el estado de la autonomía en el Parlamento gallego. PEPE FERRÍN (AGN)
photo_camera Pleno del debate sobre el estado de la autonomía en el Parlamento gallego. PEPE FERRÍN (AGN)

SI Galicia fuese una ecuación, nunca lograríamos despejar la x. Por mucho que lo intentásemos. Al menos, si para ello recurrimos a sentarnos en la tribuna de invitados del Parlamento para escuchar el debate sobre el estado de la autonomía, como el de esta semana, que es a priori el lugar perfecto sobre el que se deben retratar problemas, barruntar ideas, fijar prioridades y aportar soluciones. Las ecuaciones no solo tienen números, también variables, símbolos que representan una cantidad desconocida, esa x que seguimos sin conocer porque hasta tres Galicias bien distintas se construyeron a base de confrontación en el debate. Ni en los números y los datos, fríos como siempre, pero relevadores, hubo acuerdo.

Crisis industrial, paro, energía, recesión demográfica, presupuestos del próximo año, plan estratégico 2021-2030, modelo económico, crecimiento del PIB, exportaciones, financiación autonómica... Hasta las donaciones de Amancio Ortega salpicaron un debate que transitó entre la Galicia luminosa y la más negra de las emergencias sociales, en palabras de Luís Villares. A golpe de hipérbole transcurrieron las críticas, sin aportar demasiadas novedades, frente a un Núñez Feijóo que intentó confrontar la estabilidad que le da la mayoría absoluta con el caos y los agravios de Madrid. Y ese fue el sustrato sobre el que semillaron unos y otros. Sobresalieron, eso sí, los problemas económicos, con mucho más relato de parte que propuestas concretas.

La reversión de la crisis demográfica, quizá el gran problema que afronta Galicia, se enfocó en clave de fomento de la natalidad, con una batería de propuestas que sin duda puede ayudar en el medio plazo, pero poco contribuyen a solucionar a corto la sangría. Aunque crecen los no residentes, como en el último año, son la captación de mano de obra del exterior y la retención del talento joven los dos pilares que faltan por apuntalar en esa política. En números redondos, somos 2,7 millones de habitantes, y bajando, con poco más de un millón de cotizantes a la Seguridad Social.

Son muchos los economistas que coinciden en una estrategia en este sentido: crecer, crecer más y ofrecer oportunidades, tanto a quienes quieren venir como a los que piensan en marcharse, los más jóvenes. Y ese crecimiento Galicia lo está mostrando en esta salida de la crisis, pero no con la robustez necesaria y deseable. El horizonte, en este sentido, no ayuda.

Y es que la población condiciona hasta los números que se pueden llevar a un debate sobre el estado de la autonomía. Por ejemplo, el crecimiento de la renta per cápita, por persona y año, o cualquier otro indicador tomando esta referencia, siempre será mayor que se si opta por ver su evolución en simples términos relativos. ¿Por qué? Pues porque, en el caso de Galicia, cada vez somos menos, y el cociente de la división es más bajo. Por tanto, la evolución por persona y año (per cápita) siempre ofrecerá resultados mejores. Es una forma de verlo, desde luego.

Meirama (Naturgy), primero, y ahora As Pontes (Endesa) y San Cibrao (Alcoa), también ocuparon buena parte del debate. Pero solo para repartir reproches, sin una solución desde Galicia a unos problemas que sin duda debe afrontar Madrid. La política industrial gallega tiene poco margen de maniobra. Esa es la realidad. ¿Qué puede aportar la Xunta? Pues ideas, propuestas, presión, ánimo negociador, facilidades en el ámbito de sus competencias, desde luego, pero las herramientas legislativas y ejecutivas para problemas que afectan a todo el territorio nacional y sus empresas (costes de CO2, nuevas cargas fiscales, subastas de interrumpibilidad, estatuto de los consumidores electrointensivos) tienen un nombre y está en el Consejo de Ministros.

¿Significa todo esto que Galicia debe bajar los brazos? En absoluto. Solo hace falta dimensionar el problema. Y actuar en consecuencia. Por mucho que se dote de recursos, es un decir, a instrumentos como el Igape o Xesgalicia, que sí dependen de la Xunta, para luchar contra los problemas que se le presentan en Galicia a Alcoa, Endesa o Naturgy, que son de dimensiones multimillonarias, siempre nos quedaremos a medio camino.

La economía gallega avanza hacia su terciarización, y en la parte baja de la tabla de los servicios (los empleos no crecen en el sector financiero, sino en la hostelería), y de ahí se derivan muchos problemas de los abordados en un debate del que sí salió alguna certeza: Galicia tendrá presupuestos para 2020, con un techo de gasto todavía por definir, pero siempre con la mirada puesta en Madrid. Algo es algo.

Endesa convierte As Pontes en un polvorín

EL dinero es cobarde. El primero que huye cuando las cosas van mal. En el lenguaje de las grandes empresas, esto se traduce en la necesidad de contar con certidumbres. Pero esto no es exclusivo del mercado. Y eso es lo que no acaban de entender multinacionales como Endesa en As Pontes, ahora sabemos que un alumno aventajadísimo de Alcoa en San Cibrao. El común de los mortales, trabajadores, subcontratas, pequeños proveedores, alcaldes, los hijos de todos ellos, también necesitan verdades a las que agarrarse, certezas que no tienen. Todo lo contrario. Esto va a peor. El calculado anuncio del avance en el proceso de discontinuidad de la central de As Pontes, poniendo dirección rumbo a su cierre, que en todo caso estaba previsto para 2030, enciende todas las alarmas y hace que las dudas se conviertan en dogma con el que convivir.

En una nota enviada a la CNMV, Endesa se cuida muy mucho de poner fecha al cierre de la central, pero se detiene con detalle en explicar que eso no va a afectar a sus beneficios, y mucho menos a los dividendos que repartirá. Es otra vez el mercado, amigo, que diría el despreciado ahora Rodrigo Rato.

El mercado y una multinacional italiana que solo vela por su valor en Bolsa como credo diario es lo que ahora tenemos enfrente. Lo de menos es As Pontes. De paso, hablar con hechos, como Alcoa, y anunciar que lo deja en Galicia, sin decir cuándo.

Por mucho que suene a amenaza ante la parálisis de un año sin Gobierno efectivo, nadie se merece este trato. Endesa convierte As Pontes en un polvorín y tenemos que decir que llueve.

Hijos de J. Barreras enfila el concurso y salta su presidente
José García Costas. EPNO será la primera ni la segunda vez que Hijos de J. Barreras presente suspensión de pagos. El concurso de acreedores parece el único camino con alguna traza de viabilidad para el que fue el mayor astillero privado de España, hoy controlado por Pemex, una multinacional que lo ve ya como una incómoda mochila. Y por el camino ha saltado por los aires uno de los empresarios que buscaron en su día la salvación del astillero. José García Costas y su equipo dejan el grupo, con las cuentas muy poco claras, envuelto en una marea de sobrecostes, retrasos e impagos a proveedores que han acabado por hartar al accionista mayoritario, Pemex. José García Costas, abonado a los monosílabos cuando llegan los problemas, no es un empresario al uso. Controla un grupo de compañías saneadas, y es el presidente de la Cámara de Comercio de Pontevedra, Vigo e Vilagarcía. El de Barreras es, sin lugar a dudas, su gran tropezón. 

 

Poco o nada se sabe de la inminente llegada del Ave
Isabel Pardo de Vera. EPGALICIA cuenta con una presidenta de Adif que es de Lugo y conoce muy bien el Ministerio de Fomento. Con fama de seria y resuelta, Isabel Pardo de Vera maneja el mayor presupuesto inversor de todas las empresas y organismos que dependen del Estado. Y se deja ver por Galicia. Sin embargo, es el titular de Fomento, José Luis Ábalos , quien suele pillar el morlaco por los cuernos y abordar públicamente los plazos de la llegada del Ave a Galicia. Para Ábalos, todo va según lo previsto. Sin embargo, si algo trascendió (y en lo que muy pocos quisieron reparar) en el reciente Debate sobre el Estado de la Autonomía fueron las serias dudas de Núñez Feijóo sobre el cumplimiento de los plazos. El AVE debería estar en pruebas antes que finalice el año, según lo anunciado y recordado en el debate. No estaría mal que Pardo de Vera nos lo aclarase. Con detalle.

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