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El limbo del sector naval

Los astilleros siguen a dos velas tras la sentencia del 'tax lease', que alivia solo a inversores

El ‘tax lease’ se lo inventó Emilio Botín. La leyenda urbana, en este caso en su capítulo financiero, no anda del todo desencaminada. Fue el Santander Investment, una filial muy exclusiva del primer banco patrio dedicada a diseñar productos para grandes fortunas, la que dio primero, y por tanto dio dos veces, en la comercialización de un sofisticado activo que venía a ser una suerte de «tres en uno»: resolvía varios problemas a la vez. El ‘tax lease’, en resumen, fomentaba carga de trabajo para los astilleros, reducía el coste de los buques para los armadores y rebajaba la factura fiscal para quien pusiera su dinero y decidiera invertir en el sector naval. Todos ganaban. Aparentemente. Hasta que llegó Joaquín Almunia, en su papel de comisario europeo de Competencia, y mandó parar.

La sentencia del Tribunal General de la Unión Europea, que es la primera de una serie que irán en la misma dirección, tumba la decisión de la Comisión Europea de exigir la devolución de las desgravaciones de las que se habían beneficiado los inverores, que se acotaban en el tiempo al período comprendido entre 2007 y 2011. Por tanto, por mucha alegría que nos invada, los más contentos por la decisión del alto tribunal europeo son los financiadores y los inversores. Para entendernos, los que pusieron el dinero y se aprovecharon de una alambicada estructura fiscal para generar base imponibles negativas en sus correspondientes impuestos de Sociedades. En síntesis, el inversor, siempre grupos muy consolidados, capaces de movilizar grandes recursos, constituía una agrupación de interés económico con un banco o caja como socio, financiaba la construcción de un buque, lo arrendaba al armador y amortizaba de forma acelerada su coste, generando millonarias desgravaciones. Lo de menos, para ellos, era el barco.

Cuando salta a los titulares que un grupo como Inditex irrumpe en el sector naval, una singladura en su momento del todo soprendente, fueron legión los analistas que comenzaron a barruntar las posibilidades de un nuevo negocio ("si lo hace Amancio Ortega..."), pero simplemente se trataba de un instrumento para rebajar el pago de impuestos del gigante textil. Fueron muchos los grandes patrimonios gallegos a los que tentó el «tax lease», y muchos los que se embarcaron en una estrategia avalada por los ministerios de Economía o Hacienda y alentada por el de Industria: el Grupo Cortizo, la siderúrgica Megasa, el histórico José Alberto Barreras. Solo Inditex y Megasa controlaban con 17 navieras (agrupaciones de interés económico) en los años que Bruselas exigía la devolución del 'tax lease'.

El roto en las cuentas de los inversores no se ha llegado a producir, porque ni un euro fue devuelto tras la exigencia de Bruselas, que planteaba la reclamación directamente al Gobierno español. Pero el impacto iba por barrios. Abanca, por ejemplo, que heredó las navieras de Novagalicia, y ésta a su vez de la difunta Caixanova, había provisionado en sus cuentas de este año unos 300 millones por los eventuales quebrantos de las preferentes y del "tax lease". Caixanova llegó a ser en su día uno de los alumnos más aventajados del Santander de Botín.

¿Y qué gana realmente el sector naval, los astilleros, tras la sentencia del tribunal europeo? Pues, de momento, muy poco. Quizá, como señala el conselleiro de Economía, se trate de recuperar confianza, y eso derivará en una seguridad jurídica imprescindible para atraer inversiones. Pero eso se gana con el tiempo. El dinero es cobarde, y restañar las heridas llevará mucho. El coste de oportunidad, que dicen los economistas, es decir, el tiempo perdido para el sector de esos años de parálisis, va a ser muy difícil de recuperar, aunque se cuantifique ahora. Y esa es otra clave de esta historia.

En su día, el Gobierno dijo que el dinero a devolver por la decisión de Bruselas no pasaba de 130 millones, frente a los más de 2.000 que piden ahora los astilleros por esos años oscuros en los que la carga de trabajo se igualó a cero y las quiebras se multimplicaron. Y serán muchas las dudas que tendrá que despejar el futuro ministro de Industria que llegue con el nuevo gobierno. Por ejemplo, para que la ecuación salga debemos saber si está por la labor de volver al anterior esquema de financiación o por el contrario se mantiene el actual, mucho más edulcorado y que no ha resultado atractivo para los inversores, sobre todo en el caso de Galicia. Esto del 'tax lease' es un botón que muestra, como lo ha sido la reforma energética, que cuando son los tribunales, en direfentes instancias, los que al final acaban por quitar la razón al legislador, y ello afecta a todo un sector, resulta casi imposible enderezar el rumbo. Al menos, para el dinero.


Amancio Ortega, del ladrillo a las castañas

QUINTA Avenida, Times Square, Soho, Lincoln Center, World Trade Center... Nueva vuelta de tuerca a esa espiral de inversiones en ladrillo "prime", como dicen los entendidos, de Amancio Ortega. Y otra vez Nueva York. El fundador de Inditex se ha hecho con un emblemático edificio en Broadway. Y siempre Pontegadea, el brazo inversor del multimillonario, que suma operaciones por casi 900 millones en la Gran Manzana.

Al este lado del Atlántico, en Londres, son 2.000 millones los que se ha dejado el empresario en el ladrillo. Y por cada operación, son muchos los gallegos que levantan su mirada y echan un vistazo a su alrededor. Se preguntan, con cierta razón, por qué las inversiones de Ortega son siempre tan lejos de Galicia, la tierra sobre la que se levantó el gigante textil, y están dirigidas a un sector mucho más especulativo que productivo.

Paradojas de los negocios, esta misma semana ha tomado forma otra iniciativa de Pontegadea que va en dirección opuesta a esas grandes operaciones a las que nos tiene acostumbrados. Y, sorpresa, esta vez es en Galicia y en un sector que debería ocupar mucha más atención. Pontegadea ha creado la firma Sobrado Forestal 2014, que tiene su sede en A Coruña pero su actividad estará en el concello de Sobrado dos Monxes. La iniciativa, inédita hasta ahora en el grupo inversor, se centrará una explotación de árboles autóctonos, con especial atención a los castaños. Ortega quiere innovar en el sector forestal gallego. Todo un avance. Y un contraste, sobre todo si atendemos a los 132 millones que le cuesta el último inmueble neoyorquino frente a los 1,2 millones que ha inyectado en Sobrado Forestal 2014.

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