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Fin de ciclo en la patronal

Fernández Alvariño se asoma al abismo tras dos años de mandato, criticado por casi todos

EL PROBLEMA como parte de la solución. El mundo casi al revés. El presidente de la patronal se revuelve contra sus detractores, que son casi los mismos que se encontró al llegar, bien entrado el verano de 2013. José Manuel Fernández Alvariño no ha esgrimido mejor fórmula para atajar una rebelión interna que se enquista y amenaza su corto reinado que optar por un «órgano colegiado» para llevar la gestión de la institución, contando ahora con los presidentes provinciales, que son vicepresidentes de la Confederación de Empresarios de Galicia.

Ese sanedrín se encargaría de elaborar un plan estratégico para una organización que no tiene liquidado su presupuesto de 2014, y tampoco aprobadas las cuentas del presente ejercicio. Tarde y mal llega Fernández Alvariño. La hoja de ruta trazada en silencio por los barones provinciales, los cuatro ya, pasa por la convocatoria de una asamblea general, que el vigués parece ahora dispuesto a celebrar en un mes.

Plantones incluidos al líder, como el de esta misma semana, los presidentes provinciales han pactado ya la revocación de Fernández Alvariño, que llevaría aparejada su salida, y la creación de una gestora. Ese órgano, ya sin él, se encargaría de convocar elecciones en el primer trimestre del próximo año. Es un fin de etapa en toda regla. Y el abogado y empresario opta por lo más difícil, con la única seguridad de que logra ganar algo de tiempo, con la amenaza de exponerse a un escarnio público en esa decisiva asamblea general. Solo la baza política parece jugar a su favor. Y no semeja suficiente a estas alturas. Si tenemos que hacer balance de estos dos años largos, solo podemos concluir que Alvariño empezó a descontar los días desde el mismo momento de su nombramiento.

Dos años de parálisis. Son muchos los que, cuando abordan la crisis de un organización de empresarios, disparan al aire y apelan a una falta de credibilidad y de representatividad que, en estos días, llega a todas las instituciones, sean políticas, sindicales o patronales. Y, siendo cierto, lo primero que hacen es mirar a la parte contratante de la otra parte, como diría el clásico, y apuntan, para generalizar, al escaso peso y los problemas internos que también sufren los representantes de los trabajadores, lleven las siglas que lleven. Lo explicaba gráficamente el mexicano Carlos Slim en su reciente visita a Galicia: no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época, decía el magnate.

Siendo el aforismo aplicable en estos momentos a casi todos los órdenes institucionales en España, de nada sirve refugiarnos en males mayores para explicar la crisis de la patronal gallega. La prueba del algodón la tenemos en Joan Rosell, líder de la CEOE, que no habrá hecho mucho desde la presidencia, pero sí que ha logrado hacer que olvidemos a su antecesor, Díaz Ferrán, que pena sus días en Soto del Real, la cárcel más VIP. Fernández Alvariño, muy al contrario, no ha hecho olvidar nada, porque poco o nada ha iniciado en su mandato. Quizá, su mayor mérito resida en los lazos políticos que ha sabido trenzar, siempre con la vista puesta en San Caetano, y parte del PP de Pontevedra, que le han mostrado su apoyo como quien fía su suerte a un mal menor, a un problema siempre aplazable.

El presidente de los empresarios no solo tiene enfrente a ese supuesto eje del mal conformado por los cuatro barones provinciales, con la muleta de la organización lucense en contra, la misma que le llevó en su momento a la presidencia a cambio de muchas promesas ahora incumplidas. Fernández Alvariño no ha logrado concitar apenas entusiasmo entre organizaciones sectoriales como la metalúrgica, el comercio, la construcción y hasta los jóvenes empresarios. En síntesis, los errores que ha cometido le van a costar el puesto. Y han sido de índole interno, corporativos, como se dice ahora. Contrataciones de servicios de la patronal a sus propias empresas, tanto de vehículos oficiales con chófer como de seguros para la sede de Santiago. Todo quedaba en casa del vigués, dicen sus críticos. Hasta los servicios jurídicos, adjudicados a bufetes de abogados amigos, como Garrigues. Errores casi de novato, de una bisoñez sonrojante, entre la poca ética y la nula estética.

La pregunta, ahora, flota en el aire. ¿Quién sucederá a Fernández Alvariño? Antonio Fontenla, que no se llegó a presentar en la pasadas elecciones ante una derrota segura, guarda tanto silencio como maniobras orquesta en la oscuridad. A estas alturas, no parece el candidato. Tampoco hay, de momento, un nombre de consenso entre los presidentes provinciales. Lo único cierto es que estamos ante un fin de ciclo anticipado en la patronal gallega.

El cheque bebé y el frío otoño demográfico

GUIÓN propio de un año electoral aparte, el anuncio del cheque bebé de cien euros mensuales durante tres años por nacimiento anunciado por Núñez Feijóo en el Debate del Estado de Autonomía alienta un debate que parece preocuparnos a todos, pero en el que apenas reparamos en nuestro día a día.

Y es la crisis demográfica en la que está inmersa Galicia, con sus provincias del interior como mayores exponentes. Todo ello se suma a la reciente creación de una Consellería de Política Social y la preocupación por El cheque bebé y el frío otoño demográfico el asunto mostrada por su flamante titular, José Manuel Rey Varela. Todo suma, pero es tal el problema que Galicia tiene ante sí que toda medida, incluidas deducciones fiscales por hijo, corre el riesgo de quedarse en parche. Algunos datos ilustran el problema.

En las próximas décadas seremos menos, concretamente perderemos un millón de habitantes en cuarenta años, según los cálculos del profesor Xoaquín Fernández Leiceaga. Seremos más viejos y ocuparemos menos territorio. Históricamente, la población gallega solo crece cuando circunstancias externas impiden las salidas de emigrantes.

Ante este escenario, fijar población activa en el territorio es un objetivo más urgente que esforzarse en aumentar la natalidad. Dice Fernández Leiceaga que las proyeccones demográficas indican que es necesaria una inmigración neta anual de hasta 20.000 mujeres para mantener estable el número de nacimientos en Galicia de aquí a 2050. Ahí es nada. Atraer capital humano y retener el que tenemos parecen ejes demográficos prioritarios a medio plazo para cualquier administrador. Pero nos quedamos en el corto, en el cheque bebé.

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