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Un año de infierno lácteo

El primer aniversario del fin de las cuotas no puede ser peor para los ganaderos gallegos

"SALE MARZO y entra abril, nubecitas a llorar y campitos a reír". El Ministerio de Agricultura no ha tenido mejor ocurrencia que apelar al refranero popular para celebrar, con cierta ñoñería, la entrada del mes. Lo ha hecho en su cuenta oficial de Twitter, esa red social en la que todo es vaporoso. Sin embargo, parece olvidar una efeméride muy especial para el campo y el sector lácteo. Este mes se cumple justo un año del fin de las cuotas, esa suerte de fórceps que desde 1984 regulaba la oferta, y que, cosas de la vida, fue implantada inicialmente para un período de cinco años. Si lo analizamos con esa perspectiva que nos dan estos doce meses, el fin de las cuotas representó, en síntesis, una auténtica llamada de la selva en la que todo vale, un añito en el infierno, como aquel Atlético de Madrid del 2000 que descendió a Segunda tras la intervención judicial del club.

¿Pintan tan mal las cosas para el sector lácteo tras este año sin cuotas? En primer lugar conviene detenerse en los precios medios que se pagan al productor por el litro de leche. Las estadísticas del propio ministerio nos dicen que en abril del año pasado se pagaban 0,36 euros por litro en Galicia. Desde la campaña 2011/2012, cuando el fin de las cuotas ya era una certeza evidente y próxima, el precio medio que se pagaba en España estaba situado por encima de los 31 céntimos, y presentaba cierta estabilidad. El subidón llegó en 2013, cuando en el otoño se llegó a los 0,39 euros, un récord que se mantuvo unos cuantos meses, hasta bien entrado el 2014.

Durante el año pasado, mes a mes, los precios comenzaron a bajar en Galicia, hasta situarse en agosto en los 33 céntimos. Y si meses atrás la comunidad gallega no era de la peor paradas en cuanto a precios (estaba en la media con esos 36 céntimos), súbitamente, el verano trajo consigo la peor remuneración por litro de leche de todas las comunidades, siendo la principal productora. La trayectoria ha sido progresiva y escandalosamente descendente desde entonces, y arrancamos 2016 igual que cerramos 2015, con un precio de 0,28 euros el litro. Ese importe es un 10% inferior al precio medio pagado en el resto de las comunidades autónomas, que era en enero de 0,32 euros, por 0,30 euros para el precio medio pagado en España. Es cierto que Galicia ha aumentado su producción con el fin de las cuotas, sobre todo este año, frente a un 2015 prácticamente invariable. Los datos que maneja la asociación Terra e Leite apuntan a una estabilidad durante el año pasado, frente a los incrementos en España, pero a un repunte del 3,4% en las entregas en enero por parte de los ganaderos gallegos, y un alza de nada menos que un 6,1% en España.

Por tanto, con el fin de las cuotas Galicia produce más, pero no tanto como otros, y cobra mucho menos, con lo que la ecuación es imposible de  resolver, sobre todo si se tiene en cuenta que por debajo de los 30 céntimos el umbral de rentabilidad de la gran parte de las explotaciones es nulo. Es la consecuencia de un mercado europeo liberalizado en cuanto a precio, en un primer momento, y a producción, desde el año pasado. Derivadas: parálisis inversora, cierre de explotaciones, suspensión de recogidas, movilizaciones, deslocalizaciones en la producción... Todo ello por parte del sector, con reparto de protagonismo entre ganaderos e industrias. Del otro lado, tenemos un ascenso de los primeros compradores, no transformadores, meros intermediarios, y la consolidación de un lobby de la gran distribución al que parece que todo le resbala, acostumbrado como está a marcar los precios de la cadena en dirección inversa a la lógica de un mercado mínimamente organizado, imponiendo su ley.

Y, entre unos y otros, el regulador, que en este caso brilla por su ausencia (Bruselas) y por su falta de determinación (Madrid). Aquí entra en juego de nuevo la Comisión Europea, que asiste casi inmutable a esta crisis, con una única receta muy particular, la de invitar a que los propios ganaderos se autoimpongan límites a la producción, de forma voluntaria y transitoria, algo que suena a parche y a ratificación de la irreversibilidad del fin de las cuotas lácteas.

Del ritual de la escalera del Ministerio de Agricultura, cuando en septiembre se firmó un solemne pacto que de nada sirve, hemos pasado a la ceremonia de la indignación, frente a la que solamente emergen incapacidades de unos y otros para tomar decisiones. San Caetano y Madrid, con muy poco margen de actuación en un caso, y manifiesta interinidad en otro, tienen ante sí la peor primavera posible, con un campo encendido tras pasar un año en su particular infierno sin cuotas lácteas.

A Galicia le sale caro cumplir con el déficit

A León Felipe le gustaba ir "con las riendas tensas y refrenando el vuelo, porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino con todos y a tiempo". La cita del poeta republicano, fallecido en el exilio de México, viene muy a cuento estos días, cuando desde Galicia hacemos bandera del cumplimiento del déficit público. Somos los más esforzados junto con País Vasco y Canarias, las tres únicas autonomías que situaron la diferencia entre sus ingresos y gastos por debajo del 0,7% del PIB, el límite establecido por Madrid.Galicia cerró 2015 con un déficit público del 0,57%, frente al 1,66% de media de las autonomías. Casi tres veces menos. El alborozo de San Caetano, que recibe el aplauso del ministro Montoro, puede mudar en preocupación si no se toma buena nota del coste que tiene este comportamiento. Es decir, del precio que los gallegos pagamos por llegar a esa cota, que según las previsiones alcanzará el 0,3% este año.

Por ejemplo, si hablamos de costes para llegar a ese déficit tan bajo, la Xunta se queda ya sin excusas para devolver íntegramente la paga extra suprimda en 2012 a unos 100.000 funcionarios y empleados públicos. Quedan 100 millones de euros, la mitad de aquella extra, a restituir entre abril y septiembre. ¿A qué esperamos, pues?

Hablando de más costes, también habría que explicar por qué Galicia incumple ahora el plazo legal para pagar las facturas a proveedores cuando la media de las comunidades lo recortan. Porque eso es otra forma de financiarse. Y por no abordar el descenso en la adjudicación de obra de la Xunta, unos 30 millones menos en 2015. A veces, la verdad, es mejor llegar con todos y a tiempo.

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